Una pedagogía de Nos-otros es sentir el aprendizaje con los
otros y en contexto
Y es que más allá de esperar, Nos-otros, es decir “yo con
los otros”, niñas, niños, profesores, profesoras, madres y padres de familia no
esperamos nada, desde hace mucho hicimos nuestra un iniciativa, una escuela
para todos, una escuela incluyente, una escuela autosuficiente, una escuela que
no es del gobierno, una escuela de nos-otros, porque somos nos-otros
responsables de educarnos. Para lograr una escuela de nos-otros no se necesita
de reformas educativas, ni mucho menos de evaluaciones, porque nos-otros nos
reconocemos no sólo como parte de la comunidad, sino como parte de cada
persona, de cada ser humano que forma parte de nuestro entorno.
Nos miramos de frente, de frente nos comprometemos y a
partir de ese autoreconocimiento de nos-otros en los otros es como hacemos
posible una escuela que no requiere de tantos protocolos, mucho menos de
estándares curriculares o de contenidos clasificados en lecciones diarias.
Partimos del aprendizaje cotidiano, de ese aprendizaje espontáneo que es capaz
de provocar en niños y profesores no sólo una sonrisa, sino el espíritu de la
indagación con los juegos. Partimos de lo que nos sorprende de todo lo que nos
rodea o lo que forma parte de nuestro entorno.
Aprender matemáticas, naturales, sociales, español con
recursos vivos y vigentes al contexto, equivale a reconocer que educar y
aprender es convivir, estar con los otros, reconocer el entorno. Algunas lecciones
de aulas se van generando:
Con una culebra en la
viga del techo.
Con los pájaros que entran por la ventana de la escuela y
provocan alboroto.
Con los pájaros pico rojo que se comen el maíz que sembramos
en el patio de la escuela.
Con los armadillos que hacen excavaciones justo donde crecen
nuestras hortalizas.
Con las hormigas que hacen sus nidos en las esquinas del
salón.
Con los tlacuaches que se hacen los dormidos cada vez que
los perseguimos.
Con las avispas que les encanta tener su panal justo en el
único foco que cuelga en el salón.
Con los perros que a medio día nos visitan para hacer su
siesta en el patio de la escuela.
Todas estas situaciones cotidianas, son verdaderas
oportunidades de aprendizaje, un aprendizaje que no se ajusta a las condiciones
de los libros de texto, más bien es el acontecimiento, el acontecimiento de un
acto cotidiano de estar con el otro, lo que hace posible aprender entre todos.
Así ha
pasado siempre, la escuela ha sido un espacio de aprendizaje en el que el
profesor no es siempre el que enseña y los alumnos aprenden. Hay días en que
son los niños quienes nos dan toda una explicación de cómo se hacen las cosas,
desde cómo hacer una trampa para la tuza hasta calcular horas y kilómetros para
visitar las cuevas cercanas a la comunidad. También saben decir a qué horas
caminar las veredas, indican los mejores
caminos para no perderse o qué plantas
se pueden comer si es que algún día agarras un camino perdido, como
dicen ellos.
En otras ocasiones, los padres de familia nos enseñan, son
ellos quienes resuelven cosas que muchas veces nosotros desconocemos, tal y
como pasó el día que encontramos la culebra en la viga de la escuela.
Mientras todos hacíamos el alboroto con la culebra y
buscamos con qué bajarla, Pedrito corrió hasta su casa y fue por su papá que es
un experto en culebras. Bueno, eso lo supimos todos hasta que Don Pánfilo, el
papá de Pedrito, llegó a rescatarnos del animal. El señor con gran habilidad
cortó una vara de ocote y con un lazo de bejuco hizo una trampa. Con eso atrapó
a la enorme víbora. Después nos explicó a todos de qué tipo de víbora se
trataba, los niños emocionados preguntaban, mucho, mucho más que en cualquier
clase de ciencias naturales que hemos revisado durante el ciclo escolar.
-¿Don Pánfilo por qué la víbora se subió ahí? -dijo Juanito.
-¿Qué tipo de víbora es? -preguntó Alfonso.
-¿Te mata si te muerde, tiene ponzoña? -preguntó José,
asustado.
-¿Quería comer niños o que come? Dijo Félix.
Preguntas y más preguntas se hacían mientras rodeábamos a
Don Pánfilo en el salón. De inmediato Juliana, la niña más servicial de la
clase, la que nunca está tranquila, la que corre si alguien necesita algo, le
ofreció a Don Pánfilo una silla.
-¡Siéntese para que no se canse! Y así nos sigue diciendo
más sobre la culebra.
Ese día don Pánfilo nos dio una clase, fue toda una
conferencia sobre las víboras. Desde el tipo, las características, la
temporada, la forma de reproducción, etc., etc. Con cada palabra y detalle que
los niños escuchaban atentos, se sorprendían, reían o se ponían nerviosos. Yo
podía ver que en ese momento ellos no estaban tratando de memorizar o
esforzándose por meterse un concepto a la cabeza, ellos en ese momento estaban
sintiendo el aprendizaje. ¿Y qué mejor acto pedagógico que el de nos-otros que
estábamos sintiendo el aprendizaje? Lo sentíamos con nuestras manos al tocar,
con los nervios en el estómago, con la alegría, con el juego, con la
indagación. Pero lo más importante en esa plática de Don Pánfilo no fue
únicamente la explicación científica, sino entender la importancia que tenía la
víbora en el lugar. La plática no se concretó exclusivamente en decir a detalle
las características de la especie, sino en crear conciencia en los niños y precisamente por eso Fernando preguntó:
-¿Por qué no
la mata?
Don Pánfilo guardó silencio por un momento y luego dijo:
-Miren, esta víbora
llegó hasta el salón por una razón importante, ellas no vienen solamente a
meterse a un lugar, por eso debemos saber por qué lo hizo. Mañana vamos a venir
con los demás papás de ustedes a buscar lo que la culebra está buscando y no busca
niños, así que no tengan miedo.
Todos se alzaron en carcajadas… Mientras el señor siguió
explicando:
-Debemos de cuidar
a los animales, sobre todo aquellos que mantienen el equilibrio de nuestra
naturaleza. Creo que si yo no hubiera venido, ustedes habrían matado esta
víbora y eso no debe suceder porque ellas ayudan a que no haya cierto tipo de
plaga que daña los cultivos, estas víboras comen dos tipos de animales en esta
temporada….
Así siguió explicando, con sonrisas, con historias, con
chistes, con todos los recursos que hacen de una plática un momento ameno. Esos
instantes son los que como profesores nos deben hacer reflexionar, realmente
nuestros niños sienten el aprendizaje, o mejor aún, nosotros los profesores
somos capaces de sentir lo que los niños
sienten, fuera de lo que vemos con respecto a la miseria en la que viven, si
tienen escasos recursos, si no llegan alimentados, si caminan muchos
kilómetros, etc. Y no digamos sólo eso,
pensemos en esos instantes en que estamos nos-otros viviendo ese espacio entre
todos, ese espacio que al llenarse de alegría es el instante más genuino, el
aprendizaje más significativo.
Tal y como Abad lo ha mencionado:
“¡Qué hermoso es ver a los niños en movimiento! ¿Los niños
piensan cuando están sentados y cuando se mueven? La explicación está en el
juego, que es esa maravillosa vocación que no sólo se halla en los niños sino
en todo el género humano. Porque el juego deriva del encuentro. Estos espacios
generan a veces conflictos, consensos y disensos. Y eso es también humano.”
Para
Nos-otros ser parte de la Escuela Primaria Rural “Francisco Indalecio Madero”,
ha sido toda una experiencia de aprendizaje. Más que pensar en las goteras de
las láminas, en la falta de sillas, en la falta de mantenimiento de los pocos
recursos tecnológicos. Más que pensar en cuando tenemos que pedir prestadas
sillas del preescolar. Eso no ha sido impedimento para aprender algo nuevo cada
día. A estas alturas podemos decir que cada problemática la hemos convertido en
una oportunidad de aprendizaje, y no me refiero exclusivamente al aprendizaje
de los niños, sino a nuestro propio aprendizaje, porque no sólo Don Pánfilo nos
ha donado su experiencia, también Doña Tina,
Don Horacio, Doña Filiberta, Doña
Josefa. Todos y cada uno de los que llegan donan su conocimiento, su palabra y
sobre todo su tiempo.
En el poblado Nueva Morelia, municipio de Ocosingo, nuestra
escuela es de organización tridocente, acá coordinarnos para lograr trabajar
con los alumnos es un reto, porque la matricula supera los cuarenta niños por
aula y eso complica el aprendizaje. Por eso los profesores hemos decidido
aprovechar toda la ayuda que los padres siempre nos han brindado. Por eso he
dicho desde el principio que el aprendizaje es una pedagogía de nos-otros,
porque sin los otros, sin los padres de familia, sin los alumnos, no
lograríamos que nuestra escuela funcione, y no me refiero a que funcione
administrativamente, sino a que funcione como un espacio. Nos reconocemos como
parte de un todo.
Consideramos que la escuela no debe estar cerrada o no debe
ser un espacio ajeno a la comunidad, por el contrario, debe ser un espacio de
reconocimiento de lo que los pobladores conocen y saben, un espacio que
reconoce la lengua y los aprendizajes previos de los niños. Es necesario dejar
de considerar a los padres de familia y a los niños como seres inferiores; es
decir, “los que llegan a aprender”, “los que esperan aprender”, “los
ignorantes”.
En una pedagogía del Nos-otros los docentes aprendemos de
los comuneros y de los niños. Y el papel de los docentes es facilitar procesos,
para que los propios niños edifiquen espacios, porque a través de ellos
construyen su propia existencia. Ése es el reto al trabajar con grupos
multigrados, no sólo se trata de actividades diferenciadas para los dos grupos
que atiendo en un sólo salón, se trata además de hacer el vínculo de nuestras
planeaciones con los acontecimientos que van surgiendo en lo cotidiano, de eso
se trata. Hay días en que hacemos de todo para no salir de lo que exige el Plan
de Estudios, pero hay otros días en que preferimos hacer aprendizaje con lo
cotidiano. La verdad es que apegarse a la formalidad de los contenidos es
imposible, muchas veces por la descontextualización de la información, otras
veces más por la falta de condiciones de infraestructura o de recursos
materiales.
Y la verdad, aquí estamos gestando pedagogías propias,
propia del contexto, propia de los sentires de las gentes, del entorno, no
vemos eso como un problema, más bien son oportunidades para aprender algo
nuevo, es decir, tener aula y laboratorio al mismo tiempo, aprendiendo en vivo,
en lo cotidiano, con los otros, con las emociones. Se gesta una pedagogía de
Nos- otros, que nos acerca a vivir la realidad educativa, la experiencia
docente y educativa de otras formas. Aquí lo que existe, son propuestas, no
problemas
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