Mi vida fue muy bonita al lado de mi
abuelita; me quería mucho, me sentía muy feliz junto a ella, pero también deseaba tener a mi
mamá y a mi papá como todas mis amiguitas, pero yo no tenía padres, llegue al
lado de mi abuelita muy pequeñita de meses, los motivos no los sabia, a la edad
de ocho años me dijeron quién era mi mamá, a mi papá si lo conocía pero lo veía
muy poco.
Los años fueron transcurriendo y desde
esa edad ya era “pilmama” de los niños de mis tías, ya me ponían a lavar
pañales y a hacer los mandados; si bien podía ir a la escuela, bien, si no, no,
me decían que estaba para cuidar a mi abuelita, porque ya su edad avanzada no
le permitía hacer quehaceres, lo sabía, pero yo deseaba ir a la escuela, porque
solamente ahí podía jugar, gracias a Dios a base de trabajo termine la
primaria, y quería ir a la secundaria, le decía a mi mamita, abuela:
-“Seguiré trabajando con mis tías,
para seguir estudiando, levantarme a las cinco de la mañana, y estar lista para
entrar a la secundaria de tres de la tarde a las nueve de la noche.
Acarrearé el agua para los panaderos
de mi tía, para que nos de dinero y lo juntaremos para mi colegiatura y mis
libros, pero usted le cobra porque a mí no me dará nada”, decía a mi abuelita,
ella me contestaba
-“Estará bien hijita, aplícate y saldrás adelante
primero Dios”, así me decía:
-“Quisiera tener lo necesario y darte
para que no trabajaras, pero tú lo ves hijita no tenemos”. Tanto me quería que
cuando llegaba ya me tenía mi comida lista, me decía “apúrate y vete”.
Paso el tiempo y logre terminar la
secundaria, pero ahora vino lo difícil, a donde y con qué dinero, seguir
estudiando, mis amigas me decían -“nosotros nos vamos a presentar examen a la
universidad a Pachuca”, pues tenían dinero, pero yo sabía que había escuelas
Normales que no se pagaba y que hasta les daban de comer como en la Escuela Normal
Rural del Mexe.
Estaba tan animada y estaba al tanto
de los exámenes, pero siempre sin que mis tías se dieran cuenta, porque me
decían que no me hiciera ilusiones,
-Porque tú vas a cuidar a mi mamá hasta que
Dios la recoja.
-Me ponía a llorar y mi mamita me
decía:
-“No te preocupes, no llores, te voy a
ayudar, voy a criar muchas gallinas y puercos y te mandaré dinero en donde
estés estudiando, porque un día Dios me va a recoger y que va a ser de ti, así
como te tratan tus tías”, y un día unas
amigas me avisaron que se acercaba el
examen en la Escuela Normal Rural de Panotla, Tlaxcala.
Llegó el gran día pero por no tener dinero ya
no pude ir, pero como no quería dejar de estudiar sentía que al pasar un año
sin estudiar ya no iba a poder después, tenía una amiguita que siempre
andábamos juntas y nos decidimos ir a presentar el examen a la Universidad, nos
quedamos en la carrera de Enfermería.
Rentamos un cuartito y ahí vivimos las
dos, sosteniéndonos con lo que nos llevaban, íbamos muy bien en las clases en
la teoría, pero cuando llego el momento de la práctica nos mandaron a los
hospitales para atender heridos, ella y yo somos muy miedosas y nos regresamos a casa, no servíamos para ser enfermeras, como
no queríamos dejar de estudiar, luego nos fuimos a estudiar a México en una
escuela de Corte y Confección, pedimos permiso de quedarnos con una de mis
tías, hermana de mi mamá abuela, pero eran tantas las carencias que nos regresamos.
Pasó el año y esperé el día de los
exámenes de las escuelas Normales Rurales, para
esto llegó el día de mi cumpleaños y una de mis tías me dio de regaló veinte
pesotes, era un gran tesoro, los guardé
y dije:
- “Estos son para irme a presentar
examen, llegó el gran día y me fui a la Escuela Normal Rural de Palmira
Morelos”, logre mi sueño, aprobé el examen y ahí terminé mi carrera el 30 de
Noviembre de 1965, ¡Por fin era maestra!
Me inicié en la enseñanza con
interrogantes, miedos ansiedades, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos
que aprenderlo nosotros mismos. Con tanta emoción deseaba que pasaran las
vacaciones para presentarme al Instituto, mostrar mis documentos de terminación
de estudios como maestra normalista y recibir órdenes y ponerlas en práctica.
Mis órdenes fueron en una comunidad
llamada Ejido de la cabecera Municipio de Agua Blanca, Hidalgo, en ese lugar se
encontraba la supervisión, era un pueblito que tenía varias casas y hasta un
pequeño hotel donde me quedé.
Pero ahí no era la comunidad donde iba
a trabajar me dijeron que me tenía que llamar el delegado y que él me tenía que
llevar a conocer mi escuela y me dijeron:
-¡Preséntese el lunes temprano! y el delegado la va a
esperar en la parada de Sabanillas.
Me regresé nuevamente a Tepatepec, me encontraba feliz y deseaba que fuera lunes.
Mi sorpresa fue que el lunes a las
diez de la mañana al llegar a sabanillas emocionada porque pensé era un lugar
comunicado, porque hasta el medio de transporte era “ADO” pero al llegar a la
casa donde era la parada ya me estaba esperando el delegado con dos caballos
uno para mí y uno para él, ahí fue donde
me dio miedo porque en mi vida había
subido a un caballo y llevaba a mi
hermanita de ocho años, así le decía a la hija de una de mis tías, para que me
acompañara, entonces pregunté:
-¿Por qué a caballo? Yo nunca he subido a uno, entonces él delegado me dijo:
-Pues solamente así se puede subir a Ejido la cabecera
municipal, son dos lomitas que aproximadamente se hace dos horas para llegar,
es rápido no se desanime -tenemos 3 años que no nos mandan maestro, súbase maestra
usted puede esta jovencita, en un caballo subieron mi velíz y cobijas, en realidad
tuve mucho miedo era puras veredas y barrancas, los caballos pasaban en medio
de muchos árboles y mucha vegetación yo deseaba ver siquiera una casa, pero
nada, el delegado dijo que eran dos lomitas y yo solo veía cerros, después de dos horas a lo
lejos se veía una casa y me dijeron esa es la escuela y aun lado está el
cuartito donde se va a quedar con doña Sarita, ya que es la casa que se
encuentra más cerca, ya hablamos con ella, le puede pedir lo que necesite y a
la semana le paga.
Me comento el delegado:
-Ya está por salir la cosecha de maíz y si
usted nos dura mucho tiempo tiene cincuenta por ciento de la parcela, de las ganancias,
eso le corresponde, porque los maestros
que han llegado ya no regresan, no
conteste me sentía temerosa e insegura.
Llegamos a la escuela y sentía mucha aprensión,
porque frente de la escuela estaba el panteón y no veía ninguna casa, y le
pregunte:
-¿Qué no hay casas?
El me contestó:
-Si pero están lejos detrás de los
árboles del Ocotal, por eso no se ven, mañana le traigo un quinqué para que se
alumbre, aquí no hay electricidad.
Lloraba todas las noches abrazaba a mi
hermanita pero sin que me viera porque
también me decía mejor vámonos está muy feo, y le decía el viernes nos vamos
pronto a la casa, tenia 1º, 2º y 3º total 35 niños durante el día estaba bien pero en la noche no.
Me decía pronto se pasará esta semana
y, gracias a Dios así pasaron nueve meses, pero mi hermanita y yo enfermamos
del estómago, tardamos en recuperarnos y entonces un médico de Pachuca me hizo
un oficio para el Instituto y me cambiaron a la zona de Lagunilla, compartía aprendizajes con 45 niños pero era diferente ya viajaba diario a casa, trabajaba muy a gusto después me ofrecieron una permuta para la
escuela de Lázaro Cárdenas muy cerca de mi
casa, la acepte y al llegar a la escuela me asignaron un 1º año con 40 niños, pero
la delegación sindical, no aceptó mi permuta, me cambiaron a la comunidad de
Rosario a la escuela “Miguel Hidalgo” con 1º año, ahí mi grupo lo conformaban 35
niños, me encontré con compañeros agradables, y por asares del destino decidí
casarme y a mi esposo recién egresado del Mexe le dieron el estado de
Guanajuato, decidimos ir juntos, permute a la escuela “Francisco I. Madero” de
Copareo Municipio de Salvatierra en
donde nuevamente me asignaron el 1º año con 60 alumnos, mi idea fue no reprobar
a nadie porque si algún niño se retrasaba los nivelaba en mi casa por las tardes y así
nadie reprobaba.
Aún me acuerdo de la tensión diaria,
para aparentar que todo estaba bajo control, luego, con el paso del tiempo, me
gané seguridad.
En esa escuela permanecí 20 años y durante ese tiempo siempre compartí
aprendizajes con alumnos de primer grado, algunas veces porque el Director de
Educación, lo indicaba ya que me dio la oportunidad de dar cursos a los maestros de la zona de acuerdo al método que indicaba los programas, les compartía el
material que se llevaría cada semana, lo hacíamos los viernes en las tardes en
Salvatierra para que el lunes todos llevaran sus materiales y sus planeaciones
por semana, debo reconocer que los maestros, mis compañeros se esmeraban y los
niños aprendían a leer, escribir y matemáticas.
Igual me dieron la oportunidad de ser
maestra de Actividades Culturales durante dos años, asistí a cursos de
preparación en la Escuela Normal de Roque Guanajuato, en las vacaciones de
Julio y Agosto. Para después reintegrarme a la Escuela “Francisco I. Madero” de
Cupareo, Guanajuato.
Por problemas familiares regreso a mi
Estado y llego otra vez a la Escuela “Miguel Hidalgo” del Rosario donde se
trabaja con un compañerismo agradable donde se planeaba igual que en Guanajuato.
Los viernes.
Me sentía muy contenta por un
compañero que le debía favores me pidió una permuta porque en la escuela donde
él estudiaba le pedían que trabajara en una escuela grande y esa escuela era
Rosario donde yo trabajaba y le tuve que permutar y me fui a la Escuela de San
José Boxay, donde me desilusioné porque
llegué con mucho entusiasmo a aplicar y
compartir lo que había aprendido, así que necesitaba más tiempo, llegaba media
hora antes y salía una hora después, las llaves que me habían dado cuando llegue, me las retiraron y el
Director, el Inspector y el Secretario General de la delegación sindical me
dijeron:
- “Usted va a entrar junto con sus
compañeros, si entran a las diez y salen a las once, usted va a entrar junto
con ellos”.
Me sentí muy mal que al llegar a mi
pueblo me cuartaron mi trabajo y que ni el Supervisor que era la parte oficial
me apoyó, busqué cambios en la misma zona 5ª y no me recibían porque para más de uno era una maestra
problema por entrar temprano y salir tarde, me fui a la Escuela ”Francisco
Villa”, por permuta, y ocurrió lo mismo no
me dejaban trabajar, me llegaron a decir que mejor me llevara mi cama a la
escuela.
Terminaron con mi paciencia y no
cumplí mi propósito de llegar a los cuarenta años de servicio, entonces, decidí
jubilarme y al hacerlo me fui a trabajar al Colegio “Tepatepec” cuatro años; para
después jubilarme y descansar.
Ahora entiendo después de muchos años
que la escuela es el sitio a donde vamos
a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás;
donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al
oído algún secreto, para reconocerte y reconocer el otro.
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