CARTA DE
LÁZARO CÁRDENAS AL I.P.N.
TEXTO
DEL MENSAJE QUE EL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS SE PROPONÍA PRONUNCIAR EN UNA
CEREMONIA PROYECTADA PARA LA INAUGURACIÓN DE UN MONUMENTO A LA FUNDACIÓN DEL
INSTITUTO POLITÉCNICO NACÍONAL, Y QUE SE DIO A CONOCER POR EL INGENIERO WILEBALDO
LARA CAMPOS, EN UNA CONFERENCIA DICTADA EN LA UNIDAD PROFESIONAL DE ZACATENCO,
SOBRE EL ARTICULO TERCERO CONSTITUCIONAL Y LA LEY DE EDUCACIÓN, EL 4 DE ABRIL DE 1974.
AUTORIDADES, PROFESORES, EGRESADOS Y
JÓVENES
ALUMNOS DEL POLITÉCNICO,
SEÑORAS
Y SEÑORES:
Ninguna ocasión mejor que la presente, al iniciarse la construcción de un monumento que
vendrá a ser en lo sucesivo, mucho más que un homenaje a los fundadores, una
referencia permanente a la creación del Instituto Politécnico ; ninguna
ocasión mejor que ésta, para referirme a
los propósitos que le dieron origen, a sus realizaciones sobresalientes en los
casi 34 años de su existencia y los problemas que la misma institución
confronta en este instante y que deben ser examinados y resueltos, por todos
los sectoNacionalres que la integran: autoridades, maestros y estudiantes, cada uno de
ellos desde las posiciones y con las formas y los instrumentos que les son
propios; pero en todo caso con un alto espíritu crítico y dedicación
patriótica.
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El régimen de la Revolución entendió en el año de
1936, que las tareas
que implicaba la realización de los programas de nuestro movimiento social,
tales como la entrega de la tierra a los campesinos; el mejoramiento de las
condiciones de vida de las clases obreras y el impulso y fortalecimiento de sus
organizaciones; así como la aplicación de los programas y las leyes del país
para la recuperación y el aprovechamiento de nuestros recursos naturales y
humanos, no podrían considerarse completas ni llevarse a cabo con posibilidades
de éxito, si no contábamos para ello con un instrumento encargado de la
formación de nuestros propios técnicos, imbuidos de un profundo sentido de servicio
social y nacional.
Agrupamos
entonces, obedeciendo a esas necesidades del desarrollo económico y social del
país y en cumplimiento de los mandatos de la Revolución, tal como éstos habían
sido recogidos en el Plan Sexenal de 1934-1940 y que habían constituido un
compromiso frente al pueblo al asumir nuestro mandato constitucional, a
distintas escuelas de carácter técnico que venían funcionando hasta entonces en
forma dispersa, algunas de ellas, como la Escuela de Ingenieros Mecánicos y
Electricistas, con antecedentes que se remontaban a las escuelas de artes y
oficios fundadas por el presidente Juárez al triunfo de la República en 1867 y
que se habían venido transformando con el tiempo y aumentando en número, sobre
todo por el impulso dado a la educación técnica en el país, ya en pleno régimen
revolucionario, durante los gobiernos de los presidentes Carranza y Obregón.
Pero la
unificación de los centros escolares técnicos en una sola institución de
carácter nacional, no podía quedarse en la simple coordinación administrativa;
sino que hubo de emprenderse también —y así se quiso desde un principio— la
transformación correspondiente en el contenido de la enseñanza y su orientación
social; lo primero para modernizarla de conformidad con los adelantos
científicos y técnicos que para entonces se habían ya alcanzado; y lo segundo
para que la preparación técnica de los jóvenes mexicanos se encaminara
directamente a prestar su concurso y sus conocimientos en las tareas de
consolidación y aumento de nuestra independencia económica, la elevación del
nivel de vida de las grandes mayorías y el mejoramiento de la convivencia
democrática de todos los mexicanos; tareas éstas en que estaba empeñada la
Revolución desde que sus principios y metas se elevaron a normas y programas generales
de la nación al expedirse la Constitución de 1917 y aún desde antes, al impulso
de distintos hechos relevantes de sus caudillos y dirigentes más esclarecidos,
llevados a cabo en plena lucha armada contra el antiguo régimen.
En el
lapso de un poco más de tres décadas transcurridas desde su fundación, puede
afirmarse que el Instituto Politécnico Nacional ha cumplido, en ocasiones de un
modo brillante, con muchos de los propósitos para que fue creado: numerosos
profesionales, técnicos medios y obreros calificados, han colaborado y trabajan
hoy mismo con ahínco en las tareas de nuestro desarrollo económico; aunque es
necesario hacer notar que el desempeño técnico de sus egresados, no ha corrido
siempre al parejo con el desarrollo en ellos de una conciencia de servicio social
y nacional que son, indispensables en el cumplimiento y la persecución de los
objetivos históricos que el pueblo y la Revolución han encomendado a esta
institución educativa. Y por otra parte, no es posible dejar de advertir que
las enseñanzas que viene impartiendo el Instituto Politécnico Nacional, no se han
realizado de una manera creciente, cuando menos en el grado que esto es
necesario que ocurra, en beneficio de los jóvenes provenientes de las mayorías
de obreros, campesinos y clases medias. En ambos aspectos, el de la orientación
de servicio social y nacional de sus egresados y el de la orientación de su actividad
hacia las mayorías humildes del país, es necesario que el Instituto Politécnico
Nacional redoble sus esfuerzos y lleve a cabo, para alcanzar estos objetivos,
una verdadera transformación de su política educativa, conduciéndola a un mayor
acercamiento a las masas populares y una identificación también mayor con sus
necesidades y esperanzas en materia de educación técnica.
Y
precisamente en el apartamiento de sus propósitos primigenios y la disminución
que no deja de apreciarse del carácter popular que le es inherente, hay que
buscar las causas de muchos de los conflictos y las luchas, a veces de formas
violentas, que han tenido lugar en esta institución revolucionaria durante el
periodo de su existencia hasta el presente. Por ello es importante, en esta
oportunidad, hacer una breve recapacitación de sus principales problemas
actuales, tal como éstos han sido expuestos repetidas veces por distintos
sectores y personas entre los más representativos de la institución.
Los
problemas a que se enfrenta el Instituto Politécnico Nacional en este instante,
al igual que ocurrió en el momento de su fundación a finales de 1936, se
derivan directamente de las tareas que la institución debe cumplir para
cooperar mediante la aplicación de la ciencia y la técnica, al desarrollo
económico independiente del país y a la elevación del nivel de vida de los
obreros, campesinos y clases medias.
Un
examen, así sea a grandes rasgos, de nuestras necesidades en materia de
educación técnica, será suficiente para apreciar la magnitud y el alcance de
estas mismas tareas en la actualidad. En efecto, nuestra población
económicamente activa sobrepasa ya en este momento la cifra de 15 millones de
personas. Tan sólo si nos propusiéramos lograr la capacitación técnica a distintos
niveles, desde el obrero calificado hasta el profesional de alta graduación, de
un 10 por ciento de esta fuerza de trabajo, lo que representaría una proporción
apenas suficiente para el aprovechamiento racional de nuestros recursos
naturales en el campo y en la ciudad, tendríamos entonces que abordar el problema
de capacitar técnicamente a un millón 500 mil personas, cantidad esta que
resulta exorbitante si se compara con nuestra capacidad actual para la
producción de técnicos en todas las escuelas del país, misma que no sobrepasa
la cifra de 50 mil personas, suponiendo el concurso de todos los niveles
educativos del secundario en adelante, suponiendo que en todos ellos se
adquiera un cierto grado de capacitación tecnológica. Pero, por otra parte, si
atendemos a la distribución geográfica de la
población escolar en la República y hablando únicamente de la educación
superior, una estimación hecha en el año de 1964 arrojó un total de 316 mil
alumnos inscritos en ese nivel de enseñanza un 64 por ciento en el Distrito
Federal y un 15 por ciento en las ciudades de Guadalajara y Monterrey. Y el
problema se agrava todavía más si agregamos que el 70 por ciento de esa población
escolar se concentra únicamente en cuatro disciplinas profesionales: ingeniería
23 por ciento, contabilidad y administración 20 por ciento, medicina 14 por ciento
y derecho el 13 por ciento.
Y, por lo
demás, el tipo de carreras establecido no corresponde ni con mucho a las
demandas del país de acuerdo con las necesidades actuales de su crecimiento.
Así por ejemplo, carecemos casi por completo de la capacitación de técnicos medios.
No producimos, para citar sólo un caso notorio, el tipo de profesional medio
especializado en administración agropecuaria y forestal, en tanto que la
Revolución ha logrado integrar, hasta el presente, alrededor de 20 mil ejidos y
hemos alcanzado la cifra de 75 millones de hectáreas repartidas y contamos,
además, con una extensión de aproximadamente 50 millones de hectáreas de
bosques en cuya explotación prácticamente no ha intervenido la aplicación de
las técnicas modernas en ninguna de las especialidades ligadas al
aprovechamiento racional de estos recursos nacionales. En 1964, apenas había
inscritos en las carreras de agricultura y zootecnia mil 495 alumnos en total y
mil 790 en veterinaria. Y en un país como el nuestro, de muy extensos
litorales, no existe de hecho, ya no digamos la producción necesaria de
elementos humanos capacitados, sino ni siquiera la planeación en su fase
inicial en la enseñanza de las técnicas marítimas y la pesca. Este panorama
indica que tenemos por delante todavía el gran problema de la construcción, a
partir de las instituciones con que ahora contamos, de un sistema nacional de
educación técnica que atienda las necesidades reales del país.
Si el
Instituto Politécnico Nacional debe colaborar al establecimiento y la
ampliación de una industria moderna, es necesario modificar, mediante un examen
sistemático y lo más completo posible, sus planos y programas de estudio,
actualizándolos y adaptándolos a las necesidades del país.
Una gran
tarea que tiene encomendada esta institución es
la investigación y el conocimiento de nuestros recursos naturales, para
poder planear, sobre esa base, su mejor aprovechamiento. Y en esta tarea, por
supuesto, debe haber una coordinación de esfuerzos de todas las instituciones
—particularmente las dependencias gubernamentales— interesadas en el progreso del
país.
La
desigual distribución del ingreso nacional y la falta de una planeación
adecuada, han dado lugar a la concentración industrial que hoy se observa como
uno de los principales problemas a resolver en el país. Y esta concentración de
la industria y los servicios, ha traído como una consecuencia también la
concentración de las instituciones de enseñanza técnica. Los planes de
desarrollo futuro del Instituto Politécnico Nacional, deben contemplar como un
objetivo primordial, además de su contribución por muchos conceptos importantes
a la descentralización y democratización de la industria nacional, la extensión
del mismo Instituto, de acuerdo con esta nueva estrategia de nuestro desarrollo
industrial hasta convertir al Politécnico en el instrumento coordinador en el
aspecto académico, de un verdadero sistema nacional de educación técnica que
abarque el país en su conjunto y que establezca en lugares estratégicos del
país, los centros educativos necesarios, en cada caso
con las carreras y planes de
estudio orientados al aprovechamiento de los recursos naturales y humanos de
las distintas regiones de que se trate.
No hace
mucho tiempo hice ante un grupo de egresados del Politécnico, un llamamiento a
los jóvenes alumnos, pasantes y egresados de las escuelas técnicas, para que
acudieran a prestar sus servicios en el campo. Hoy reitero ese llamamiento en
relación con el Instituto Politécnico Nacional en su conjunto, en la coyuntura
que presenta la política de descentralización y de extensión de la industria y
sus beneficios a las zonas campesinas del país. El establecimiento de un
Sistema Nacional de Educación Técnica, es una parte importante de todo
propósito de descentralización de la industria y los servicios. Y en lo que se refiere
a la dedicación de los alumnos y los jóvenes profesionales al estudio y la
resolución de los problemas de las zonas rurales, cabría pensar en la
expedición de un ordenamiento legal, lo que mediante la discusión y la opinión
de los distintos sectores interesados, podría llegar a ser una ley nacional del
servicio social de los alumnos, pasantes y egresados de las escuelas técnicas,
para orientar y coordinar suficientemente los esfuerzos que se realizarán en este
sentido.
Por
último, no es posible dejar de observar la falta de unidad y coordinación con
que hoy crecen y funcionan multitud de centros educativos técnicos, lo mismo
oficiales que particulares. A la vista de los planes del desarrollo económico
nacional que los gobiernos de la Revolución han aplicado y los planes que para
la misma finalidad se formulan en el presente, creemos que ha llegado el
momento de estudiar y poner en práctica un plan nacional para el funcionamiento
y desarrollo de la educación técnica en el país. Esta planeación y coordinación
podría, también, en caso necesario, avanzar hasta plantearse en firme la posibilidad
de promulgación de una Ley Nacional de la Educación Técnica, ya que es
indudable que la función de planear, dirigir y controlar esta actividad,
corresponde al Estado mexicano. Y en este mismo orden de ideas, recogemos aquí,
por considerarla necesaria y justa, una demanda que sabemos que ha sido sostenida
y levantada una y otra vez y desde hace muchos años, por todos los sectores que
constituyen esta institución educativa, principalmente la juventud
revolucionaria que en ella se educa. Se trata del estudio y la formulación de
una nueva Ley Orgánica del Instituto Politécnico Nacional, como un instrumento
que realmente lo defina, lo oriente y lo guíe en el cumplimiento de sus altas
funciones educativas de beneficio nacional.
En el
marco de estos problemas y de las soluciones que para los mismos apuntamos aquí
a muy grandes rasgos, están implícitos todo un conjunto de problemas particulares
que serían sin duda resueltos al atacar las cuestiones de fondo que hemos
señalado. Entre otros que podríamos mencionar, están los problemas del financiamiento
de las instituciones educativas técnicas del Estado, en forma tal que, por una
parte, quede a salvo el principio general de la gratuidad de la enseñanza que
imparta el Estado y, por la otra, se incluya la indispensable cooperación que
en estas tareas deben aportar los sectores más directamente beneficiados con el
aprovechamiento de la tecnología. Mencionaremos asimismo, como un problema
importante a resolver, la creación de los instrumentos de distinto tipo que
aseguren la participación adecuada de estudiantes y egresados en la marcha y el
progreso de la enseñanza técnica nacional, y la creación y puesta en marcha de sistemas asistenciales
modernos y eficaces para ayudar en el mantenimiento de sus estudios a los
jóvenes de escasos recursos económicos. Pero hemos querido referirnos, sobre
todo, a las cuestiones de principio y de programa de mayor importancia y
alcance y que afectan de una manera fundamental la vida del Instituto
Politécnico Nacional.
Jóvenes
estudiantes, maestros, autoridades y agrupaciones de egresados: la referencia
que hoy queremos dejar sentada de un modo inequívoco, es la de un panorama y
una perspectiva de grandes avances para el Instituto Politécnico Nacional, al
servicio del país y de la Revolución. Dedíquense ustedes con redoblado esfuerzo
a su preparación científica y técnica y a la resolución de los problemas del Politécnico
y de la educación técnica nacional lo que habrá de hacerlos capaces para
concurrir con éxito a la resolución de los grandes problemas que afectan a las mayorías
de mexicanos. Háganlo así, conscientes de la importancia y la trascendencia de
nuestro movimiento social y el papel que en la realización de este movimiento
emancipador y reivindicador le corresponde al Instituto Politécnico Nacional.
Por nuestra parte, no podríamos preconizar para la juventud estudiosa de
nuestro país y en particular la juventud estudiantil técnica, que la muy alta y
honrosa misión de construir con su pensamiento y su acción permanentes, la
teoría y la práctica de la Revolución Mexicana, sosteniendo incansablemente la
vigencia de sus principios y el logro de sus metas más trascendentales.
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