La estadística nos jugó una mala pasada a los mexicanos en las últimas elecciones. Lo que en principio a muchos nos parecía una buena noticia (que con sus 207 diputados el PRI no alcanzaría la mayoría en la Cámara) se transformó en el peor de los escenarios posibles. Los 10 diputados del PANAL, más los 33 del Partido Verde le otorgan justamente 250, el 50 por ciento de la composición de la próxima Cámara.
En plata pura, esto significa que Los Pinos volverá a ser rehén de la maestra Elba Esther Gordillo y del grupo de vividores que encabeza el Niño Verde. Es decir, los cuadros más execrables de la política mexicana (y miren que hay mucha competencia en este renglón). No es casual que el sindicato de maestros esté envalentonado y prácticamente haya boicoteado el examen de Evaluación Universal convocado por la SEP. Simple y sencillamente no quieren ser evidenciados. ¡Ahora oblíguenlos!
Pero el PRI no sólo dependerá de ellos. La telebancanda llegará también a 10 diputados (y seis senadores). Y aunque formalmente navegan con bandera del PRI y del PVEM, en la práctica son personeros de los intereses de las televisoras. En otras palabras, el duomonopolio podrá negociar su voto para dar la mayoría al PRI a cambio de la defensa de sus intereses corporativos.
Ciertamente el tricolor y sus aliados se quedarán cortos por un voto para alcanzar la mayoría simple (251 de los 500 escaños de la cámara), pero no tengo ninguna duda que podrán cautivar a más de un diputado oportunista del PAN o de la izquierda. Basta recordar que algunos gobernadores panistas operaron más a favor de Peña Nieto que de Josefina Vázquez Mota (Puebla y Guanajuato) en las últimas elecciones. Seguramente estarán más que encantados de negociar por prebendas el voto de alguno de sus diputados de confianza, en los casos de votaciones divididas. ¿Y de la izquierda qué decir? Buena parte de los que llegan a las cámaras por el PT y el Movimiento Ciudadano son priístas de origen. Para no ir más lejos, Manuel Bartlett, que arriba al Senado ni siquiera tuvo que renunciar a su militancia priísta para que el PT asegurase su pase automático.
En resumen, el PRI podrá conseguir algún voto adicional para estar en condiciones de aprobar presupuestos, algunas normas y nombramientos que sólo requieren mayoría relativa. No tendrá que negociar con el PRD ni con el PAN, pero en cualquier caso siempre necesitará del apoyo de Gordillo y del Verde.
Es cierto que el tricolor requerirá de la oposición (además de sus satélites) para alcanzar los dos tercios a los que obligan las reformas constitucionales. Pero si el pasado sirve de algo, no cuesta trabajo pensar que el PAN otorgará su venia a los proyectos de reforma con los que coincide (laboral, apertura parcial de Pemex, fiscal).
Se dice que el regreso del PRI y su cacareado “oficio” para gobernar eran necesarios para salir de la parálisis a la que nos ha condenado el vacío de poder y la ambición cortoplacista de los poderes de facto. Pero yo veo a un Peña Nieto aún más atado de manos de lo que estuvo el propio Calderón.
El país necesita cambios de fondo, ¿pero cómo va a conseguirlos Peña Nieto si resulta rehén de los intereses que se oponen a esos cambios? Seguramente harán reformas, pero aquellas que favorezcan a las élites en el poder. ¿Cómo va a transformar a nuestra anacrónica educación básica si depende de la complicidad del sindicato que perpetúa ese atraso? ¿Cómo va abrirse a la competitividad empresarial si tiene atrás de sí el apoyo de las grandes corporaciones que se benefician del trato preferente? ¿Cómo abrir una apertura real en las comunicaciones si él mismo está mimetizado con los intereses de las televisoras, si depende del voto de la telebancada?
En suma, ¿cómo hacer para que los poderosos de este país vinculados a Peña Nieto, renuncien parcialmente a sus propios intereses en beneficio de México? Por lo pronto, Gordillo, las televisoras y el Niño Verde han asegurado tres años de protección.
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
En plata pura, esto significa que Los Pinos volverá a ser rehén de la maestra Elba Esther Gordillo y del grupo de vividores que encabeza el Niño Verde. Es decir, los cuadros más execrables de la política mexicana (y miren que hay mucha competencia en este renglón). No es casual que el sindicato de maestros esté envalentonado y prácticamente haya boicoteado el examen de Evaluación Universal convocado por la SEP. Simple y sencillamente no quieren ser evidenciados. ¡Ahora oblíguenlos!
Pero el PRI no sólo dependerá de ellos. La telebancanda llegará también a 10 diputados (y seis senadores). Y aunque formalmente navegan con bandera del PRI y del PVEM, en la práctica son personeros de los intereses de las televisoras. En otras palabras, el duomonopolio podrá negociar su voto para dar la mayoría al PRI a cambio de la defensa de sus intereses corporativos.
Ciertamente el tricolor y sus aliados se quedarán cortos por un voto para alcanzar la mayoría simple (251 de los 500 escaños de la cámara), pero no tengo ninguna duda que podrán cautivar a más de un diputado oportunista del PAN o de la izquierda. Basta recordar que algunos gobernadores panistas operaron más a favor de Peña Nieto que de Josefina Vázquez Mota (Puebla y Guanajuato) en las últimas elecciones. Seguramente estarán más que encantados de negociar por prebendas el voto de alguno de sus diputados de confianza, en los casos de votaciones divididas. ¿Y de la izquierda qué decir? Buena parte de los que llegan a las cámaras por el PT y el Movimiento Ciudadano son priístas de origen. Para no ir más lejos, Manuel Bartlett, que arriba al Senado ni siquiera tuvo que renunciar a su militancia priísta para que el PT asegurase su pase automático.
En resumen, el PRI podrá conseguir algún voto adicional para estar en condiciones de aprobar presupuestos, algunas normas y nombramientos que sólo requieren mayoría relativa. No tendrá que negociar con el PRD ni con el PAN, pero en cualquier caso siempre necesitará del apoyo de Gordillo y del Verde.
Es cierto que el tricolor requerirá de la oposición (además de sus satélites) para alcanzar los dos tercios a los que obligan las reformas constitucionales. Pero si el pasado sirve de algo, no cuesta trabajo pensar que el PAN otorgará su venia a los proyectos de reforma con los que coincide (laboral, apertura parcial de Pemex, fiscal).
Se dice que el regreso del PRI y su cacareado “oficio” para gobernar eran necesarios para salir de la parálisis a la que nos ha condenado el vacío de poder y la ambición cortoplacista de los poderes de facto. Pero yo veo a un Peña Nieto aún más atado de manos de lo que estuvo el propio Calderón.
El país necesita cambios de fondo, ¿pero cómo va a conseguirlos Peña Nieto si resulta rehén de los intereses que se oponen a esos cambios? Seguramente harán reformas, pero aquellas que favorezcan a las élites en el poder. ¿Cómo va a transformar a nuestra anacrónica educación básica si depende de la complicidad del sindicato que perpetúa ese atraso? ¿Cómo va abrirse a la competitividad empresarial si tiene atrás de sí el apoyo de las grandes corporaciones que se benefician del trato preferente? ¿Cómo abrir una apertura real en las comunicaciones si él mismo está mimetizado con los intereses de las televisoras, si depende del voto de la telebancada?
En suma, ¿cómo hacer para que los poderosos de este país vinculados a Peña Nieto, renuncien parcialmente a sus propios intereses en beneficio de México? Por lo pronto, Gordillo, las televisoras y el Niño Verde han asegurado tres años de protección.
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