Hoy por fin en el gobierno se dieron cuenta de la falsedad de Gordillo, quien prometió al presidente Calderón el oro, el moro y la calidad de la educación a cambio de un montón de prebendas. Ella nada más no le cumplió. La traición más reciente fue la postura que adoptó frente a la evaluación universal.
Carlos Ornelas*
“¡Por fin se acabó la spotiza que nos acomodaron! —me dijo mi amigo, el maestro— a ver de a cómo nos toca ahora”. Se refería al resultado de las elecciones. Él, priista fiel, nunca abandonó el barco y se desprendió del grupo de Elba Ester Gordillo cuando ella apoyó a Fox y fundó al Panal. Hoy ve nubarrones en el futuro inmediato de la educación. Teme que se reedite el pacto entre el SNTE y el PRI; sería en detrimento de la educación. Coincido con él.
Mi amigo, como muchos priistas, esperaban un triunfo contundente de Enrique Peña Nieto, que le permitiera tener mayoría simple en el Congreso. Al no ser así, muchos temen que recurra al Panal para conseguir esa mayoría —falta ver si le alcanza—, pero el precio sería muy alto. Ya se sabe cómo cotiza la señora Gordillo sus servicios. Su temor es que haya otra “simbiosis atípica” entre el gobierno y el sindicato y, en consecuencia, el derecho a la educación sea vulnerado de nuevo. Él pone el ejemplo del Estado de México; asunto que conoce bien y por eso crecen sus temores.
En el Estado de México se ejerce el peor tipo de maridaje entre el gobierno local y las secciones del SNTE. No se trata de mantener la cordialidad con el fin de que haya armonía en las relaciones laborales para mejorar la educación. Es un contubernio político para garantizar la supremacía del PRI y las ganancias de las camarillas locales del SNTE, devotas seguidoras de la señora Gordillo.
En las pasadas elecciones locales, el PRI-PVEM hizo alianza con el Panal en alrededor de una decena de distritos locales; sobresale el 42, donde el secretario general de la Sección 36, Alberto Hernández Meneses, era el candidato. Allí, según varias denuncias, empleando los antiguos métodos de coerción, este líder obligó a los jefes de sector de preescolar, primaria y secundaria a participar en su campaña política; además, exigió que también los supervisores de preescolar, de primaria y de secundarias técnicas, generales y telesecundarias participaran en el Distrito donde contendió. No todo fue exigencia; algunos se hicieron activistas electorales con gusto, pues forman parte de esos corros sindicales.
El señor Hernández Meneses, con más músculo que cerebro, se aseguró la diputación local, pues también iba en tercer lugar en la lista de diputaciones plurinominales.
“Si Peña Nieto recurre a la señora Gordillo”, me dice mi amigo, “olvídate de la calidad de la educación; buscarán programas clientelares para asegurar cierta lealtad de la gente común”. Por ejemplo, en lugar de premiar a los estudiantes más destacados, en el Estado de México se distribuyen tarjetas de consumo o de débito a los padres de los alumnos que forman parte de las escoltas a la bandera. “Vaya forma de promover la calidad de la educación”.
Este programa clientelar, abanderado por el gobernador Eruviel Ávila en persona, no requiere de exigencias abiertas para asegurar el voto a favor del PRI, genera mecanismos simbólicos, venta de esperanza y simpatía por un gobierno “popular” y un gobernador carismático.
Acaso en el PAN sientan el mismo temor, hoy que por fin en el gobierno se dieron cuenta de la falsedad de la señora Gordillo, quien prometió al presidente Calderón el oro, el moro y la calidad de la educación a cambio de un montón de prebendas. Ella nada más no le cumplió. La traición más reciente fue la postura que adoptó frente a la evaluación universal de los docentes, que ella misma firmó —y hasta la elogió como un paso trascendente— en mayo de 2011. De nada le valieron al gobierno que le concedieran a la señora Gordillo reuniones con los secretarios de Gobernación y Educación Pública, la SEP tuvo que ir sola en la evaluación universal y, a pesar de la enjundia que le puso el secretario Córdova Villalobos, la primera edición sólo convocó a 54% de los docentes que deberían evaluarse.
Sin embargo, la prueba mostró que se puede hacer mucho en educación sin el concurso del SNTE. ¡Tarde para el gobierno que se va, temprano para el que llega!
El futuro de la educación sigue en riesgo. Lo peor que nos pudiera pasar es que Enrique Peña Nieto caiga en brazos de Elba Esther Gordillo, serían otros seis años de retroceso. A menos, claro, que el futuro Presidente haga un ajuste de cuentas y en verdad quiera gobernar en la educación de este país.
*Académico de la UAM
Carlos.Ornelas10@gmail.com
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