Córdova Villalobos asegura que los concursos para otorgar trabajo a los docentes son transparentes, que ya no se venden ni se heredan; pero no dice nada de las vacantes que por jubilación, muerte o retiro anticipado siguen la vía de la compra-venta y sucesión hereditaria.
Carlos Ornelas*
“Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”, decía mi abuela cuando nos aconsejaba que había que guardar equilibrio emocional al referirnos a otras personas.
En un artículo del pasado viernes 13, en Milenio, el secretario de Educación Pública, José Ángel Córdova Villalobos, aventuró lo que será “el legado educativo de Calderón”. No es un informe de quebrantos y frutos, nada más registra los haberes en un tono de orgullo y elogio propios. El tercer jefe de la SEP en el sexenio dibuja al presidente Calderón como un titán que alcanzó lo inimaginable hace apenas seis años.
No se trata de regatear logros al gobierno que fenece, pero sí poner en perspectiva los débitos y las deudas que hereda, no sólo a la autoridad que viene sino al país entero.
Es correcto, como apunta el secretario, que México valora al sistema educativo como ningún otro en el mundo, lo que incluye una evaluación censal (ENLACE) cada año, con el fin de identificar lo que se hace bien y lo que no; además, que esa información es pública. Pero no menciona el otro lado de la balanza: que tantos exámenes no sólo generan malestar entre los docentes, sino que conducen a que se pierda la esencia de la educación: educar a los futuros ciudadanos para que sean cultos y productivos. Tanta evaluación condujo a que hoy los maestros traten de enseñar a los estudiantes para que respondan a las pruebas, no para que asimilen lo que se supone que deben aprender.
El secretario apunta que “hoy el mérito es el factor que determina quién ingresa al magisterio”. Asegura que los concursos para otorgar trabajo a los docentes son trasparentes, que ya no se venden ni se heredan; se vanagloria de las 140 mil plazas que se han sujetado a concurso. Pero no dice nada de las más de 250 mil que de 2008 a la fecha han quedado vacantes por jubilación, muerte o retiro anticipado, que siguen la vía de la compra-venta y sucesión hereditaria.
Don José Ángel exhala loas a la reforma de la carrera magisterial y hasta la califica de un cambio de paradigma, junto con el establecimiento de la evaluación universal de los maestros (que no de las autoridades de la educación). De acuerdo, la SEP logró, después de años de negociación turbulenta con la dirigencia del SNTE, que 50% de la evaluación de los maestros sea determinada por el aprovechamiento de los alumnos. Pero él no expresa que queda intacta la estructura burocrática dominada por el SNTE, que se encarga de decidir todo en ese esquema.
Además, el Presidente deja la institucionalización de la evaluación universal a futuros gobiernos; sigue siendo por medio de pactos que, como se vio en semanas recientes, el SNTE no cumple.
Los avances en infraestructura y crecimiento de la enseñanza media son aceptables, pero nada extraordinarios. Me extraña que no haga alarde de algo que sí puede tener consecuencias favorables en el mediano plazo, la reforma de estructura y del currículo de la educación media.
Cierto, el número de becarios de Oportunidades y otros programas, como el Pronabes, abonan a la equidad y, aunque no se pueda asegurar que resuelvan los problemas de los estudiantes pobres (y sus familias), tampoco son meros paliativos. Aquí, como en el crecimiento de instituciones de educación superior tecnológica, la presunción es válida. También hay que reconocer que en este gobierno se tomó la decisión, pospuesta por lustros, de instituir la universidad abierta y a distancia.
El secretario elude hacer una evaluación de la fenecida Alianza por la Calidad de la Educación y los resultados del pacto entre el presidente Calderón y Elba Esther Gordillo. Qué bien que ya no se le eche tanta flor a la señora, pero los frutos perversos de esa alianza tienen podrida a buena parte de la educación básica.
El secretario Córdova Villalobos remata su pieza: “Esta mística y este compromiso han distinguido al gobierno del presidente Felipe Calderón, un presidente que ha trabajado arduamente para que todos los niños y jóvenes de México tengan mejores oportunidades de desarrollo y un futuro más promisorio. Este es su legado educativo”.
Con esto, el secretario acerca mucho el incensario al Presidente, lo quema, no lo alumbra. Más que cambio de paradigma, la política educativa de este gobierno fundó la mística del autoelogio.
*Académico de la UAM
Carlos.Ornelas10@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario