“División de la
lectura” Capítulo II
Luis Hernández Montalvo
La semana pasada publicamos la
primera parte del cuaderno de notas ¿debo escribir de apuntes? de la profesora
Carmen Álvarez sobre la enseñanza de la lectura y escritura. Esto parece ser un
pequeño curso que busca interesar a los futuros profesores en la importancia de
la enseñanza de la lectura y la escritura a finales del siglo XIX y principios
del siglo anterior en la escuela primaria; inicia con una visión histórica muy
limitada, pero necesaria.
Cuando leía estas notas, recordé
la argumentación del educador francés Célestin Freinet en “El método natural de
lectura”; que resumiendo, decía que la humanidad esperó miles de años antes que
descubriera el abecedario. Mencionaba como aparece primero el balbuceo, los
sonidos, el dibujo rupestre, como mecanismos de comunicación y muy
posteriormente, el alfabeto.
Freinet sostenía que este mismo
proceso se repite en los niños. Observaba a su pequeña hija, cuando tiraba el
tintero y al mancharse la mano, veía el descubrimiento de plasmar manos en su
escritorio, en las paredes…de ahí que es un contrasentido enseñar a los niños
el alfabeto, sin pasar por el dibujo.
En este cuaderno de notas de la
profesora Álvarez; nos encontramos con una “División de la lectura”: “Puede
haber distintas clases de lecturas. Las más importantes son estas:
“Lectura corriente.- La simple
interpretación oral de los signos de la escritura es decir las transformaciones
de las palabras escritas en palabras habladas, la lectura en fin simple,
sensible en la que se respetan las pausas y se da el valor correspondiente a
cada uno de los demás signos ortográficos, recibe el nombre de lectura
corriente”.
“Lectura expresiva.- Cuando
además de la interpretación de las letras y signos ortográficos, se tiene en
cuenta para leer el espíritu que tiene el autor cuando escribió lo que estamos
leyendo, si tratamos de poner la misma emoción que lo embargara, si usamos
porque nuestros sentimentalismo vibre, y se despierte con la lectura de tal
manera que el auditorio se conmueva con lo que estamos diciendo, en una
palabra: si leemos lo interpretamos, esa lectura como lo haría el propio autor, haremos lectura
expresiva. Para esto, es indispensable percatarse de la índole del trozo que se
va a leer, algunas veces estará empapado de una gris melancolía, en otras
lucirá una elegancia rotunda en ocasiones será de una seriedad desconcertante,
en otras, ostentará los aguijones de la ironía, en otras ocasiones más estará
envuelto en una tristeza indefendible. Pues bien: cuando se lea un discurso
como si lo estuviéramos diciendo en la tribuna, un sermón como si se dijera
desde el púlpito, una oda heroica como si estuviéramos oyendo desfilar un gran
ejército, el viajar de sus caballos, y las trompetas de sus regimientos. Cuando
por el contrario pongamos la emoción dividida a una selección que la necesita la ironiza consiguiente a un
trozo que la exige, cuando para decirlo de una vez hagamos que los oyentes si
están con nuestra lectura lo mismo exactamente que estamos sintiendo, solo
entonces sabremos leer expresivamente”.
“Lectura improvisada.- Cuando sin
ninguna preparación, súbitamente nos pide que leamos un escrito que no habíamos
visto antes, hacemos de él una lectura improvisada o a primera vista; cuando no
se tiene la práctica suficiente , es natural que en estos casos se nos lleguen
a escapar equivocaciones, titubeos, inseguridades en las cadencias, defectillos
todos que benevolentemente tendrán que ser perdonados por el auditorio”.
“Lectura preparada.- Esta lectura
es la que como su nombre lo dice, se estudia, se prepara, siempre con el objeto
de leer ante un público escogido; en una fiesta familiar, y más aún en una
ceremonia de gala. Para preparar una lectura precisa hacer lo siguiente: una
vez escogido el trozo debemos leerlo varias veces, para darnos cuenta perfecta
y cabal de lo que dice, de cual es su índole, que emociones poner en él, etc.
etc.
Después debemos empezar a hacerlo
en voz alta, con la entonación apropiada, con las pausas debidas, con las
cadencias exigidas, para que al mismo tiempo que los estudiamos podamos
corregir personalmente los defectos que tenga; por último ¿Si no tenemos el
hábito de leer en público y más aún si no contamos con la práctica suficiente?
Debemos leerlo nuevamente ante una persona que sepa de lectura, para que los
defectos que nosotros no pudimos notar sean notados y corregidos por ella. Una
vez hecho esto podemos ya confiadamente ir ante el público y leer nuestra
selección”.
“Lectura mental.- Cuando tenemos
frente a nosotros un escrito y nos damos cuenta de lo que contiene sin
necesidad de cambiar las letras por sonidos de otro modo cuando sin necesidad
de pronunciar las palabras, sin mover siquiera los labios pasamos los ojos
frente a las letras y por medio de la memoria vamos recordando el valor de cada
una de ellas, y mentalmente reconstruimos la palabra cuando en fin: leemos sin
pronunciar, hacemos lectura mental, esta lectura también recibe el nombre de
lectura para uno mismo puesto que solamente nosotros nos daremos cuenta de lo
que está escrito, ya que para un auditorio pueda percatarse de lo mismo se
requiere indispensablemente el lenguaje oral, las palabras habladas que en este
caso no existen. Esta lectura se hace cuando estudiamos, cuando tratamos de
leer algo que para los demás no tiene importancia, y es un vicio imperdonable
mover los labios como si estuviéramos hablando, no habiendo necesidad de ello”.
“Lectura para los demás.- Cuando
la lectura se hace en voz alta de modo que los demás puedan escucharnos y
puedan aprovecharla, se llama lectura para los demás; debe hacerse siempre que
haya alguien que nos escuche y que deba informarse de lo escrito. Si la lectura
en voz alta se hace entre varias personas con el objeto de corregir defectos de
velocidad, pronunciación, altura, etc. etc. se llama lectura coral, y se
acostumbra hacerla en las escuelas”.
-Dirán algunos informados y
cultos profesores que esto es “pedagogía tradicional”. Lamentablemente los
aspirantes a la carrera docente en las escuelas normales se quejan de que sus
maestros no conocen nada o casi nada sobre métodos de la enseñanza de la
lectura y escritura.
Qué los maestros que egresan de
nuestras escuelas normales, lo hacen sin contar con las competencias básicas
profesionales para la enseñanza de la lectura y la escritura en las escuelas
primarias y que los maestros –con grado de licenciatura en educación- ni
escriben, ni leen ¿Cómo entonces van a enseñar lo que no tienen?
Si es la escuela pública o
privada, los niños llenan las planas de sus libretas con “vocales y
abecedarios”, copiando las lecciones de sus libros, pero la inmensa mayoría, no
cuenta con las herramientas básicas para trabajar con los niños la introducción
a las primeras letras.
Y todavía da tristeza, cuando a
los niños de preescolar se les obliga a estas prácticas de copiado.
Lo mismo ocurre con el concepto
de número y la enseñanza del cálculo. Por eso llegan a la secundaria sin poder
relacionar o explicar el porqué de las unidades, decenas, centenas…
La próxima semana publicaré el
siguiente capítulo “Los signos de la escritura”.
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