¡El olvido es relativo! Escuché que dijiste mientras aventabas el último pedazo de madera, que habías cortado con mucho esfuerzo con tu hacha afilada.
- ¿Relativo? ¿Qué es eso papá? Pregunté con inocencia.
Habían palabras que salían de tu boca que para mi eran totalmente desconocidas, pero me encantaba preguntarte porque de inmediato tu rostro expresivamente fuerte se tornaba blando y pensativo, un rostro tan tuyo que aún admiro y que me sirve de recurso para estar en relación con los otros. Dejaste caer tu hacha al suelo, mientras caía levantaba una polvadera a tu alrededor, extendidiste tu mano derecha señalando el pumpo, ese recipiente que me encantaba cargar porque lo habías hecho con el fruto del morro que crecía en nuestro patio, recuerdo que el día que lo cortaste y tallaste le hiciste una inscripción con las iniciales de mi nombre, una A curvada y una M que parecía dos letras enes minúsculas pegadas.
- ¡No te rías! dijiste.
Tu rostro hacía una expresión entre querer sonreír y estar serio, sabía que querías jugar conmigo. Luego te quedabas serio, tus ojos se llenaban de tristeza, notaba como si el silencio del árbol de huizache tendido en el suelo se te hubiera atorado en la garganta, con esfuerzo intentabas tragar saliva para poder hablar.
- Algunas letras me las enseñó tu abuelo. Expresaste.
Porque yo no fui a la escuela, tenía muchas ganas de enseñarme a escribir pero en casa había que trabajar para poder comer, con tu abuelo aprendí a poner mi nombre, y ensayé mucho las letras de tu nombre que copié de tu cuaderno para poder anotarlo en el pumpo.
Me tomaste de los hombros y te hincaste frente a mi.
- El tiempo es relativo hijo, porque uno nunca sabes cuando el tiempo se vuelve a favor, en contra, o muchas veces hasta se olvida que estas ahí. Cuando menos te imaginas el tiempo está en tus manos o se te ha ido para siempre. No hay respuestas hijo mío, hay días que el tiempo que tú calculas como bueno para ti, ese mismo tiempo se vuelve en contra de otros. Podrás vivirlo siempre hijo, sólo espero que puedas darte cuenta cuando ese tiempo es tuyo o cuando no te corresponde, o cuando se alinea de forma perfecta con tu vida y la persona que amas.
Le sonreí a mi padre, toqué su frente para limpiar el sudor mientras le daba un beso, tomé su mano y lo seguí para amontonar la leña.
Hoy el tiempo se ha hecho justo a la anchura de las palabras de mi padre. ¿Es acaso el tiempo responsable de nuestras distancias? ¿Acaso es el tiempo de ese Dios juguetón que nos acomodó en caminos distintos y que justo ahora ha unido nuestras coordenadas? No tengo respuesta alguna, sólo espero que este tiempo de encuentros, este tiempo tan tuyo y mio sea el nuestro, que este tiempo no parezca relativo, sino exacto y justo para amarnos.
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