Los puños campesinos se levantan. Pintados en las paredes de la antigua hacienda de Loreto, reivindican la lucha revolucionaria. Ahí se establece el internado de una de las 17 escuelas normales rurales, último reducto de la educación rural en México. Los estudiantes se esfuerzan por mantener en pie la infraestructura herrumbrosa y desvencijada. “Si no nos movilizamos, no conseguimos nada”, señalan
Erika Ramírez / Rubén Darío Betancourt, fotos / enviados
Loreto, Zacatecas. En la Escuela Normal Rural (ENR) General Matías Ramos Santos estudian más de 500 alumnos de origen campesino. En su mayoría, no tuvieron recursos para continuar con sus estudios de licenciatura en otras escuelas. Algunos otros, siguieron la tradición de sus padres o parientes, pero todos tienen como origen la pobreza.
Ahí todos trabajan desde muy temprano. No hay distinción. La normal de San Marcos, como le llaman, tiene hombres y mujeres organizados para trabajar las tierras, la cocina, el aseo. Todo se prepara antes de ir a clases o a sus actividades culturales y deportivas. No hay tiempo perdido, aprenden casi las 24 horas del día.
Llegan de diversos estados de la región: Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí. De comunidades apartadas, donde apenas cuentan con los servicios básicos y las oportunidades de vida se reducían a ser jornaleros, albañiles u obreros. Sin embargo, los alumnos de la normal decidieron regresar a sus pueblos como maestros rurales e impartir la educación primaria en lugares donde viven los más pobres del país.
Durante cuatro años se forman con el mismo plan de estudios que otras universidades o escuelas de pedagogía; pero, además, se instruyen en teatro, poesía, danza, rondalla, payasística y educación física. También aprenden a gestionar con las autoridades la dotación de recursos para mantener su escuela y el internado. Los alumnos de la ENR tienen una formación integral.
Desarraigo familiar
Los estudiantes de esta escuela se desprenden de su hogar los cuatro años que dura la carrera en San Marcos. Regresar a casa de visita es difícil para muchos: los viajes son largos y “costosos”.
Herón tiene más de cuatro meses que no ve a su familia. Trasladarse a Tingambato, Michoacán, una de las zonas más deprimidas del país –de donde es originario–, significaría gastar el dinero de tres o cuatro meses de estudios en la ENR Matías Ramos Santos. No hay más opción que esperar un poco a cambio de ahorrar los 800 pesos que cuesta el transporte.
Para Herón, como para muchos otros estudiantes normalistas, las ENR significan la única opción de vida, aunque su futuro no esté garantizado con una plaza en el magisterio.
El joven de 21 años de edad asegura que, luego de que sus tres hermanas también estudiaron para ejercer como maestras en el sector rural, él decidió continuar con la “tradición”, pues sus padres no hubieran podido costear otros gastos universitarios.
Para nosotros, dice, “es difícil apartarse de la comunidad en la que estás inmerso todos los días. Venir a otro mundo. Tengo que separarme de la familia, que ahora veo cada tres o cuatro meses, porque me cuestan 800 pesos ir y venir de mi casa, lo que significa estar tres meses aquí. Mejor no voy”.
Oriundo de la meseta purépecha, Herón reconoce la pobreza que padecen sus vecinos y familiares. Allá, relata, “la gente se dedica al corte del aguacate y a labrar madera, pero la discriminación y los conflictos sociales por falta de recursos son lo que más se ve en la zona”.
Escuelas para los más pobres
Ramón Trujillo Pérez, director de la ENR Matías Ramos Santos, explica que, desde su origen, las normales han estado destinadas a impartir clases a los estratos de la sociedad mexicana que no tenían acceso a educación.
No obstante, dice que en la actualidad se han convertido en “ejemplares raros dentro de un sistema educativo mexicano que gira hacia la privatización de la educación; porque éste es un internado donde se les da alimentación, hospedaje y clases a los muchachos, lo que garantiza su permanencia. Son las escuelas que solicita la gente pobre”.
Egresado de la misma escuela que ahora dirige, Ramón Trujillo resalta la importancia de las ENR: “Aquí egresan jóvenes que no ponen reparo en irse a cualquier lugar: una comunidad lejana con una escuela unitaria o de concentración. Ellos no ponen obstáculos para ir a trabajar, porque las normales rurales son escuelas avocadas a formar al maestro que va a ir a atender a los que tienen menos recursos”.
Con un año de estar al frente de 575 alumnos en el área académica, y 25 más dedicado a la docencia en las mismas aulas en que se formó, Trujillo Pérez critica la desaparición de otras ENR, pues “es una mala acción no impulsar a nuestras escuelas porque atienden un mercado natural”.
Rafael es otro de los jóvenes que vio en la normal de San Marcos una oportunidad de vida. Antes de entrar a ella, estuvo a punto de cruzar el Río Bravo para sumarse a los millones de emigrantes que buscan empleo en Estados Unidos.
Trabajó como almacenista en Grupo Herdez y como encuestador para el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Al mismo tiempo pretendía estudiar en el Instituto Tecnológico de San Luis. Ninguna de las tres labores cubrían sus expectativas de superación, por eso “tenía ganas de irme, uno ve que allá sí hay progreso”.
Luego de pasar por largas jornadas de trabajo y estudio, con una alimentación precaria y un salario mínimo, Rafael presentó el examen de admisión a la ENR. “Aquí uno valora mucho lo que tiene: las tres comidas, una cama, la escuela, sobre todo los que venimos de lejos”.
Originario de la comunidad de Portezuelo, en el cerro de San Pedro, San Luis Potosí, Rafael critica el sistema en sus ámbitos económico, político y educativo en México, pues “las tendencias capitalistas giran hacia la privatización de todo. Al gobierno no le beneficia en nada tener maestros rurales. Ahora, priorizan lo tecnológico y la educación se ha descuidado mucho, a la par de la preparación del docente”.
Carencias y movilización
Para cientos de estudiantes, la ENR Matías Ramos Santos significa un espacio de desarrollo profesional, político y cultural; sin embargo, las carencias al interior de esta escuela son un punto de conflicto entre las autoridades, federales y estatales, y los jóvenes.
Hace un año, los alumnos tuvieron un paro de labores académicas de 35 días consecutivos. Las principales demandas ante la Secretaría de Educación y Cultura de Zacatecas fueron: el mejoramiento de instalaciones físicas, la construcción de un gimnasio, la compra de un camión para transporte, el equipamiento para cocina, la adquisición de insumos deportivos, el otorgamiento de bases a egresados y la destitución de los integrantes de la directiva.
Y es que, en el internado mixto, las mujeres de primer ingreso tienen que acomodarse “como pueden”: no hay espacio suficiente y a veces duermen dos o tres en una misma cama de tamaño individual. Las instalaciones de los baños y cocina son viejas, lo que impide condiciones saludables para los más de 500 jóvenes que ahí habitan. Además padecen los estragos de plagas.
Alan, quien está a punto de terminar su carrera, organiza la dinámica de la cocina. Va y viene entre sus compañeros y las cocineras que calientan la cena del día. Está al pendiente de la colocación de tres estufones y la reposición de tarjas para lavar los trastes.
“Esto fue resultado de la movilización del año pasado”, explica. Después de más de un mes de manifestaciones, ante el gobierno que encabeza Amalia García, les fue entregado 1 millón de pesos para ir solventando sus necesidades.
El futuro maestro dice que “los recursos los hemos manejado para atender las necesidades que tiene la escuela. La cocina estaba en condiciones deplorables y tratamos de traer lo que más se ocupaba: charolas, ollas, mobiliario. Todo lo hemos financiado con presupuesto del gobierno, pero con base en la movilización; si no, no nos dan nada”.
Sujeta a la dotación de alimentos, enseres y mobiliario que envía la Secretaría de Educación y Cultura de Zacatecas, a cargo de Flavio Campos Miramontes, la ENR recibe anualmente 8 millones de pesos para el área asistencial; “pero realmente no llegan porque hay muchos desvíos”, acusa el joven encargado de la instalación de las estufas nuevas.
En la cocina se preparan 1 mil 700 raciones diarias de alimento, 70 kilos de carne, 1 mil 200 piezas de pan, frijoles, té y guisado, para alimentar a más de 500 estudiantes. Sin embargo, “en las raciones de alimentos también hemos tenido dificultades: nos limitan en los pedidos y nos mandan lo que quieren”, relata.
En lo académico no hay excepción; hacen falta maestros –dice– y, por lo menos el semestre pasado, quedaron asignaturas pendientes, pues no se cubrieron las plazas de cuatro docentes.
La falta de recursos para mantener a la ENR, enfatiza Alan, “es parte del proyecto para desaparecer la normal rural, porque aquí tenemos un poco más de visión política; se nos abre el panorama de lo que está pasando en el país y uno reflexiona sobre lo que va pasando”.
El joven de 23 años, oriundo de El Jacaral, Michoacán, recalca que “para el gobierno estas escuelas son un foco rojo. Creen que vamos a llevar a la gente a la movilización, a que despierte. Aquí, además de estudiar el plan de licenciatura en educación primaria instrumentado desde 1997, aprendemos sobre la política que se vive en México, y del socialismo”.
Defensa de la tierra
Dulce es alumna de la ENR General Matías Ramos Santos. Ella, al igual que sus compañeros, es de origen humilde y ha padecido el despojo de tierras que sufrió su padre en la comunidad de Loreto, Zacatecas.
Cursa el tercer año de la licenciatura y permanece al pendiente de las necesidades que hay en diversas actividades académicas, deportivas y culturales que se desarrollan para celebrar el 75 aniversario de la institución.
También forma parte del elenco de teatro que en los próximos días visitará la ENR Ayotzinapa, en Guerrero, una de las escuelas que constantemente se encuentra en conflicto, debido a que las autoridades estatales han pretendido reducir la matrícula estudiantil y cancelar plazas laborales.
En las tierras que pertenecen a la normal de San Marcos, Dulce explica que ahí se siembran el frijol y el maíz que consumen todos los alumnos de la escuela. También alfalfa, la cual les permite obtener algunos recursos cada que se levanta la cosecha y, en ocasiones, se cultiva membrillo para elaborar mermeladas para autoconsumo.
En épocas anteriores, las 70 hectáreas de campo de la ENR llegaron a ser la principal fuente de sustento de los estudiantes de San Marcos. No obstante, al paso de los años, como ha ocurrido con el sector agropecuario mexicano, la falta de recursos ha limitado su producción.
“Aquí podemos generar recursos y utilizarlos en gastos de la zona asistencial, realizamos proyectos para seguir produciendo; pero la red hidráulica es muy defectuosa. También necesitamos dinero para rentar tractores, comprar semilla y cubrir el salario de algunos trabajadores, aunque nosotros también le entramos a la cosecha”, dice la joven.
Ante el abandono de algunas hectáreas de tierra, relata Dulce, ha habido gente que se ha querido aprovechar. Llegan de Loreto, la comunidad más cercana a la normal, “con planos marcados a decirnos que hay partes que les corresponden, pero nosotros también tenemos los nuestros, en donde indica lo que es propiedad de la escuela. Además pagamos el derecho de riego y no permitimos que se apropien de lo nuestro”.
Abajo el telón
La escasez de recursos no sólo se observa en la cocina, dormitorios o el campo de la normal de San Marcos. El teatro Belisario Domínguez es otro de los escenarios donde los estudiantes de esta escuela llevan a cabo su formación cultural con mucha precariedad.
Con los plafones flojos, escenarios improvisados con telas, lazos y maderas, sin vestuario adecuado y un equipo de sonido que se limita a una radiograbadora portátil, más de 30 estudiantes preparan su próxima presentación.
Mientras unos bailan música regional, otros elaboran máscaras de papel para el montaje de la obra. Las sonrisas de las jóvenes permanecen mientras las guitarras no dejan de tocar.
En ese lugar, que antes fue el establo de la hacienda de Loreto, Gerardo Herrera Báez asesora a los jóvenes. El encargado de los estudiantes asegura que ahí se hace el máximo esfuerzo para ocupar los recursos con los que cuentan, pues no hay en el sistema una partida específica para motivar el desarrollo cultural.
Los chicos son los que sostienen este trabajo, dice. Hacen rifas para reunir fondos que les permitan alquilar su vestuario. También recaudan recursos para elaborar material de difusión cultural, cada acto puede significar la erogación de unos 2 mil o 3 mil pesos que no están contemplados en el presupuesto de la escuela, pese a que estas actividades permiten que los alumnos se desarrollen y se formen integralmente.
El profesor de teatro y asesor académico es egresado de esta misma escuela y dice que, desde que él tomaba clases, los alumnos han tenido que solventar las necesidades que acarrea llevar a cabo este proyecto. “En la asignación de recursos seguimos siendo olvidados. No hay una partida específica para las mejoras en las funciones de teatro, danza o para incentivar a los alumnos en oratoria y poesía coral. Sin embargo, ésta es la única oportunidad que vemos muchos de los que aquí nos formamos”.
Futuro incierto
Una vez concluidos sus estudios, los estudiantes de la ENR Matías Ramos Santos no tienen asegurada una plaza laboral en el magisterio. Las oportunidades son cada vez menos, asegura Ramón Trujillo Pérez, director de la institución.
—Podemos advertir que en los estados hay cada vez menos oportunidad de contratar a los egresados; pero eso viene de la Secretaría de la Educación Pública del poder ejecutivo federal (a cargo de Josefina Vázquez Mota). En algunos casos los muchachos inician con contratos y de ahí pasan a la basificación, pero es un proceso lento. Esto es absurdo porque si el Estado gasta dinero en una escuela como ésta, que es una inversión, debe dar empleo al que la aprovechó.
Herón terminará su licenciatura este ciclo escolar. Como es originario de Michoacán, la Secretaría de Educación de Zacatecas no tiene espacios laborales para él. Desde el 1992, el Acuerdo Nacional de Educación Básica estipula que cada estado formaría sus propios maestros; no hay plazas para los que emigren de región.
—Ésta es una decisión muy drástica –considera Herón–; nos ha dejado en claro que sólo hay lugar para los egresados de los estados. Sin embargo, estoy seguro de que voy a encontrar trabajo, así como encontré una escuela donde estudiar.
Rafael no tiene el mismo panorama de su futuro, pues si no consigue una plaza en el magisterio en poco tiempo, podría retomar la idea de emigrar a Estados Unidos, su madre se encuentra enferma y no puede perder tiempo.
La normal rural, caduca:
Secretaría de Educación de Zacatecas
Flavio Campos Miramontes, titular de la Secretaría de Educación y Cultura de Zacatecas –entidad gobernada por el Partido de la Revolución Democrática–, asegura que el modelo educativo y asistencial de las Escuelas Normales Rurales de todo el país es caduco. “Ahora todos se quieren salir del campo, se quieren urbanizar”, considera.
“En las escuelas ya no hay la mística de regresar al campo; perdió su sentido. Actualmente, la escuela normal rural se mantiene como una oportunidad para la gente pobre, que de otra manera no podría cubrir el pago de traslado, vivienda, alimentación y estudio; pero no llegan los más pobres”, dice.
En entrevista con Contralínea, el titular de la Secretaría de Educación del estado critica la formación socialista que llevan los jóvenes al interior las normales rurales: “Lo único que perdura es el internado y toda una serie de fenómenos que le rodean, como la organización estudiantil, las movilizaciones y la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), en la que se agrupan varias normales rurales”.
La FECSM, dice el ingeniero químico egresado de la Universidad Autónoma de Zacatecas, “es el mayor problema en la normal de San Marcos: los muchachos luchan permanentemente para que su organización imponga reglas con repercusión académica.
“Es un cuento sin fin porque su filosofía es generar privacidad para ausentarse, presentar posteriormente exámenes o presionar por calificaciones por el simple hecho de pertenecer a este órgano, lo que ha provocado un largo debate con los muchachos, porque les hemos dicho que no produce valores como el de la legalidad y el respeto a los demás.”
No obstante, el titular de la Secretaría de Educación acepta que la licenciatura que se imparte al interior de la normal de San Marcos “es la única que tiene perspectiva de sobrevivir en el estado”.
Critica movilizaciones
Ante las movilizaciones estudiantiles de 2007 –cuando las actividades académicas quedaron suspendidas por más de 35 días–, en demanda de la remodelación de las instalaciones, Campos Miramontes asegura que “se han hecho muchas modificaciones; obviamente hay limitaciones presupuestales siempre, pero hemos estado atendiéndolas”.
“Los métodos de lucha de los estudiantes (para conseguir más recursos del gobierno) son muy conocidos: a la menor provocación secuestran vehículos, cierran carreteras y toman edificios públicos. Ésta es la imagen que la sociedad tiene del magisterio, cuando en realidad no es la conducta de todos; por esa razón, este tipo de normalismo debería tener una reducción”.
El titular de la Secretaría de Educación y Cultura de Zacatecas explica que cada estudiante cuesta al erario entre 45 y 50 mil pesos anuales, “porque hay que darles comida todo el año, aparte de lo académico”.
No obstante la inversión que hace el estado, los egresados de la normal de San Marcos no tienen una fuente laboral asegurada. “Éste es un terreno conflictivo: hay menos plazas vacantes para los egresados. Este año traemos unas 270, pero salen arriba de 300 jóvenes de las cuatro normales del estado”.
Acerca de la dificultad que padecen los jóvenes para conseguir trabajo, quienes demoran más de un año para colocarse en un empleo, considera: “Mientras, se pueden tomar trabajos provisionales. Los alumnos que vienen de otros estados del país no tienen oportunidad, porque el Acuerdo Nacional de Educación Básica dice que el estado va a formar sus propios recursos”. (ER)
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 15 de Abril de 2008 | Año 6 | No. 100
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