Érika Ramírez / Rubén Darío Betancourt, fotos / enviados
La Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga subsiste en el casco de la exhacienda de Coapa. Los gobiernos federal y estatal acotan el presupuesto y amenazan con desaparecer a la institución, “uno de los baluartes de la FECSM”, como dicen los propios alumnos. La negligencia gubernamental cobró la vida de dos estudiantes en enero pasado, cuando el hacinamiento y la precariedad de servicios provocaron un incendio en el área de dormitorios
Morelia, Michoacán. Decenas de yucas se encuentran apiladas en el rincón de un cuarto humilde. Hace falta que les apliquen una “pintadita” y coloquen cuerdas de nailon para poder venderlas en el mercado, en 6 pesos cada una. Salud Gutiérrez es una mujer de 42 años que pretende terminar, el fin de semana, con la producción de 100 de estas guitarras pequeñas. Las piezas serán ofrecidas para contribuir a la economía de su familia.
La mujer es artesana y madre de Mauro, un estudiante de la Escuela Normal Rural (ENR) Vasco de Quiroga, ubicada en Tiripetío, localidad ubicada en las orillas de este municipio. El joven de 19 años inició su licenciatura en educación primaria y espera terminarla pronto para practicar la docencia.
Mauro es originario de Aranza, un poblado donde la gente vive de la producción artesanal y el campo. En ese lugar los servicios de las zonas urbanas apenas comienzan a llegar. Hace un año, les instalaron el sistema de agua potable, pero siguen a la espera de que inicien las obras de drenaje.
Los programas de asistencia social, que promueve el gobierno federal para “vivir mejor”, no llegan a toda la población. Tampoco los servicios que promueve el Seguro Popular; mucho menos los medicamentos.
Ésta es una zona pobre que completa sus ingresos con las remesas que envían los que se fueron. Por eso Salud Gutiérrez está entusiasmada con el ingreso de su hijo a la normal. Será el primer profesional de la familia y en él está puesta la esperanza de superación.
“Ahí los atienden y a nosotros nos ayudan porque no tenemos para pagar una colegiatura. La venta de la artesanía está muy baja; hay semanas que vendemos y otras que no. Por eso yo le digo que aproveche esa escuela”, comenta la mujer que perdió, durante el embarazo, al último de sus hijos por falta de atención médica.
La familia de Mauro busca alternativas para la supervivencia: participan en bandas musicales, siembran maíz y elaboran objetos pequeños de madera. Su casa es de apenas tres cuartos de tabique, con piso de tierra y techo de lámina.
En el terreno donde habitan tienen un rústico taller de fabricación de las “guitarritas” de juguete, que “ya no se venden bien”. Sentada en la orilla de su cama de madera, la mujer se frota las manos y comenta: “Antes, un señor nos encargaba de 200 a 400 yucas a la semana, pero desde hace unos meses se elaboran 100. Trabajamos todo el día y no nos alcanza con lo que cobramos”.
Mauro estuvo a punto de truncar sus estudios. Al concluir la preparatoria buscó la oportunidad de formar parte de un grupo musical y así obtener más recursos. Se casó hace apenas un año, el mismo en el que quedó asegurado su lugar en Tiripetío; meses después, nació su hijo.
La decisión de seguir estudiando fue apoyada por sus padres y Karen, su esposa, quien dice que la permanencia del joven en la ENR es una “oportunidad para ambos”. A pocos días de haber parido, asegura que le gusta que Mauro sea maestro rural, “mi padre lo fue, era de los mejores, vivimos en zonas muy pobres, andábamos con él y aprendimos mucho”.
La preocupación constante para Salud y Karen es el acoso de los cuerpos policiacos sobre los normalistas en el estado, gobernado por el perredista Leonel Godoy Rangel. “Uno nunca sabe qué vaya a pasar. Nada más se escucha en las noticias cuando hay protestas y los policías están ahí; pero es parte de la lucha que llevan los estudiantes, para poder estar mejor y lo entendemos”, dice la madre del joven.
“Tiri”, en la pobreza
Como Mauro, otros 559 jóvenes varones forman parte de la matrícula de la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga, instalada en la exhacienda de Coapa. Ahí se forman los docentes que impartirán clases a las zonas más marginadas de Michoacán, clasificado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como uno de los estados más pobres del país.
La pobreza en esta escuela se asemeja a la que padecen los estudiantes con sus familias, la mayoría de origen campesino. Pese a que se encuentran estudiando, los jóvenes no cuentan con el presupuesto suficiente para una alimentación completa. Las instalaciones de la zona del internado están viejas y deterioradas. Carecen de programas de estudio y no cuentan con el apoyo para uniformes deportivos.
Mariela López Herrera es la administradora del presupuesto destinado para la alimentación de los “muchachos”. También se encarga de organizar los menús diarios, con la intención de que la comida sea lo más balanceada posible.
La contadora pública lamenta la precaria asignación que hay para las tres comidas de los estudiantes: 43 pesos por alumno. “Hacemos milagros y más con el aumento de precios en los alimentos”.
Sabe que el gobierno no quiere incrementar el dinero. Justifica que los “chavos” salgan a la calle, hagan marchas, paros estudiantiles, toma de carreteras y se planten a las afueras de las oficinas gubernamentales para exigir mayor atención en el sistema educativo del estado, en especial para su escuela.
“Los alumnos son los principales afectados; por eso, con luchas diarias, tratan de que el gobierno les aumente el presupuesto. Aquí trabajamos con lo básico de la canasta, cuidamos que no salga muy caro. Les damos alimentos de temporada, pero no mucha carne porque los costos se elevan demasiado”, dice López Herrera.
En el menú diario se incluyen frijoles, verduras, té, tortillas, pan dulce, en ocasiones pollo. La leche la consumen sólo dos veces por semana. Hacen falta granos como la soya y la avena. El pescado ni siquiera es contemplado en su dieta: “Nos cuesta trabajo consumirlo por los precios”, dice la contadora.
Además, el alumnado de la Normal Rural tiene que conformarse con la única ración que les sirven en cada comida. No hay más. “Se les da una cantidad mínima y no quedan satisfechos, piden más y no se puede”.
Esta situación ha causado que la escuela se endeude “un poco” con sus proveedores. La funcionaria pública dice: “Yo sé que no debo pasarme del presupuesto, pero a veces se tiene que hacer, le quedo a deber a las personas que nos surten. Ni modo, ellos son jóvenes que vienen de familias de escasos recursos, están estudiando; me gustaría que nos aumentaran el presupuesto. Para que los alumnos estén bien alimentados se necesitan, como mínimo, 90 pesos al día por estudiante”.
El siniestro
Las instalaciones deterioradas del internado ya cobraron la vida de dos estudiantes, apenas el 5 de enero pasado. El dormitorio tres, ubicado en la planta baja del edificio E, donde dormían Francisco Carpio Becerra, Francisco Ramírez Marín y Miguel López Avilés, se incendió a causa de un corto circuito.
Eran las tres de la madrugada, aproximadamente, cuando comenzó el siniestro, relata su excompañero de estudios Miguel Hernández, quien tiene asignada la habitación contigua: “Todos estábamos durmiendo. Comencé a sentir mucho calor y que algo me picaba la garganta. Desperté, salí al pasillo y vi que había fuego. Llamé a mis compañeros para ver qué podíamos hacer; había tres ahí dentro”.
Comenzaron a lanzar cubetadas de agua, no eran muchos, si acaso unos 25, porque apenas regresaban de las vacaciones de invierno. “Oíamos los gritos de mis compañeros, pero no pudimos entrar a sacarlos, porque cuando lo intentamos una llamarada salió por arriba de la puerta que se mantenía cerrada.
“Llamamos a los bomberos, pero tardaron dos horas en llegar; dijeron que no localizaban la escuela. Se tardaron otras dos en apagar el fuego y ya no pudimos hacer nada. Sólo uno de ellos se salvó, los otros dos murieron calcinados”, relata.
De acuerdo con información publicada en la prensa local, “el personal del cuerpo de bomberos indicó que las condiciones en las que viven los estudiantes son riesgosas, ya que en el interior de un cuarto, de apenas 4 por 2.5 metros, hay hasta ocho personas, y cada pequeño cubículo cuenta con instalación eléctrica, lo que genera una sobrecarga en las líneas”.
Las habitaciones se encuentran divididas –con la intención de tener un poco de privacidad para cada uno de los estudiantes– con hules, cartones o cortinas que cuelgan de lazos. Tienen una sola ventana en el fondo, protegida con barrotes. La salida al exterior de cada uno de los cuartos está truncada por un pasillo angosto, impidiendo el paso inmediato al patio. Carecen de extintores y de alguna alarma que pudiera activar servicios de emergencia.
Luego de este accidente, los estudiantes salieron nuevamente a las calles a exigir mayor seguridad para su internado. Sólo les fue cambiada la red eléctrica, continúan pendientes los extintores, sistemas de alarma y salidas de emergencia.
Las habitaciones tienen techos de lámina y están amuebladas con literas, cuyos colchones de hule espuma son viejos. Hace falta ropa de cama, porque 2002 fue el último año que entregaron cobijas.
Productividad, la apuesta
En la búsqueda de la supervivencia del modelo académico de la Escuela Normal Rural de Tiripetío, los estudiantes se esfuerzan por mantener los módulos de producción, pese a que no cuentan con las condiciones ni espacio suficiente para desempeñar sus tareas.
Todos los días, en la parte trasera del internado, un grupo de jóvenes se encarga de supervisar la crianza de conejos, cerdos y borregos. Otros están al pendiente del cuidado de la tierra, en la que siembran 4.5 hectáreas de maíz cada temporada.
Brenda Chávez Arroyo, médico veterinario, es la encargada de enseñar a los muchachos la crianza de los conejos. Actualmente tienen unos 250, de los cuales 50 servirán para el autoconsumo y el resto para la venta. Los ingresos de esta actividad se ocupan para herramientas e insumos.
Todos los módulos son importantes, dice Chávez Arroyo, porque “con estos proyectos pueden aprender a manejar negocios en los medios rurales. Es una forma de combatir la migración y la pobreza en los pueblos. Ellos deben enseñar esto en las comunidades donde darán clases: hacer productivas las tierras”.
La maestra comenta que, antes de entrar a trabajar a Tiripetío, creía que los normalistas eran unos alborotadores. “Tenía una idea muy equivocada, pensaba lo mismo que muchos: que son unos guerrilleros y que se la pasan tomando carreteras, pero hasta que no está uno con ellos y empieza a ver sus necesidades, se da cuenta de la realidad, es muy fácil opinar por fuera.
“Ahora creo que el aprendizaje de todo esto es un granito de arena en el país. Ellos van a ser personajes principales en las comunidades adonde vayan, por eso tienen que saber más de lo que hay en los libros. Tenemos un país muy rico en tierras y climas, lo único que hace falta es enseñarle a la gente.”
Las carencias
Las instalaciones del área académica simulan estar en óptimas condiciones: salones pintados, sistema Enciclomedia, la planta docente impartiendo la enseñanza y los alumnos presentando sus exposiciones de cómo impartirán sus clases.
Sin embargo, detrás del mantenimiento que ha procurado la comunidad estudiantil, está la carencia. Irma Camargo Ruiz, directora de la escuela, hace una retahíla de carencias en la institución; sus estudiantes avalan las quejas.
La escuela, que se adorna de consignas y murales alusivos al zapatismo, se inunda en época de lluvias. En los dormitorios se cuela el desecho del drenaje añejo. El área académica no cuenta con material bibliográfico ni dotación de programas correspondientes al plan de estudios.
La Secretaría de Educación del Estado de Michoacán, a cargo de Aída Sagrero Hernández, tiene la responsabilidad de “mandar para cada curso el material necesario, pero no hay programas desde el año pasado, ni siquiera en formación cívica y ética, que son básicos. Dicen que los podemos bajar de la página, pero tampoco se puede”.
La escuela está habilitada con Enciclomedia, que supuestamente prestaría servicios multimedia a la institución y permitiría la digitalización de textos. No obstante, sólo sirve para proyectar diapositivas. También cuentan con el Sistema Integral de Informática, que es un servidor de internet inservible.
La directora de la normal, que tiene una década de impartir clases en esta escuela, dice que cuentan con un presupuesto anual de 6 millones de pesos, que apenas les alcanza para cubrir los salarios de las áreas administrativa y docente, así como un porcentaje mínimo a la zona asistencial.
“Las necesidades de la escuela son muy fuertes. Desde hace 10 años no se ha incrementado el presupuesto federal. Los alumnos necesitan uniformes deportivos, que se llegan a conseguir a través de los pliegos petitorios que exigen los alumnos al gobierno, o del apoyo de algún proveedor de alimentos”, expone.
La académica asegura que el Plan Estatal de Fortalecimiento de las Escuelas Normales excluye el apoyo cultural y deportivo. “Esto es grave porque no se imparte una formación integral”, lamenta.
Con la “modernización” de las escuelas, critica la normalista, se ha dejado de lado toda la formación cívica. En Guanajuato –ejemplifica– se les mandan oficios donde se informa que no se debe ocupar el tiempo en festivales. “Aquí todavía no se llega a ese punto, pero para allá vamos. Es la misma política educativa. Por un lado el artículo tercero constitucional dice que debemos desarrollar todas las facultades del niño, pero la SEP (Secretaría de Educación Pública) está limitando todo a las aulas”.
El sistema que se lleva al interior de las normales rurales, dice Camargo Ruiz, no es conveniente para el Estado, pero sí para la sociedad. Asegura que en Michoacán todavía hay muchos pueblos marginados: “Se refleja en la realidad y en las estadísticas. Los egresados nos comentan a dónde los mandan, cómo se les dificulta el trabajo, hay comunidades donde todavía no hay servicios de electricidad”.
Acoso a Tiripetío
Hace casi una década, en 1998, la matrícula de alumnos tuvo una reducción de 120 espacios. Ese mismo año se limitaron las plazas automáticas a los maestros, y se estableció que el gobierno michoacano no se hacía responsable de garantizar el trabajo a los docentes. Desde entonces se han incrementado los problemas.
Actualmente “se tiene que luchar para asegurar la plaza. En el estado se pelean anualmente 600 de ellas”, dice Miguel Hernández, alumno de tercer año de la licenciatura en educación primaria, integrante, como todos, de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la organización estudiantil más vieja del país.
La escuela fue fundada el 22 de mayo de 1922, relata el joven estudiante: fue la primera escuela normal rural de América Latina. “Éstas no están marcadas por el capitalismo o neoliberalismo, y por eso mantenemos una constante lucha por sobrevivir. El gobierno busca desacreditarnos, dice que no asistimos a clases y que somos unos grillos”.
En 2002, la Normal Vasco de Quiroga permaneció 12 días cercada por integrantes del Ejército Mexicano, relata el integrante de la FECSM. Actualmente, la militarización que impuso la administración de Felipe Calderón, bajo el pretexto del combate al narcotráfico, vulnera a la comunidad estudiantil.
Del gobierno perredista, a cargo de Leonel Godoy, no esperan nada. “En noviembre de 2002, justo con el triunfo del PRD, Lázaro Cárdenas Batel amenaza con el cierre de Tiripetío y dice que el normalismo ya no está funcionando en la entidad.
“En ese momento se lanza una movilización estudiantil y el gobierno represor rodea la normal por 12 días. Mañana y noche volaban helicópteros del Ejército por encima de la normal. No dejaba pasar comida, ni que la gente entrara. Con Leonel Godoy, que fue maestro, no esperamos nada, pues nunca irá en contra del sistema”, sentencia.
Escuela Normal Rural de Tiripetío 22 de mayo de 1922 Fundación de la Escuela Normal Rural en Zacámbaro, Michoacán 1934 Se instala en la rivera del Lago de Pátzcuaro 1942 Cambia nuevamente su sede: pasa a la exhacienda de Coapa 1968 Participación activa de los alumnos de Tiripetío en el movimiento estudiantil 1998 Se eliminan 120 lugares de la matrícula estudiantil 2002 Efectivos del Ejército Mexicano rodean la escuela por 12 días
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 15 de septiembre de 2008 | Año 7 | No. 110
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