Contestar las preguntas de los niños puede ser muy difícil, sobre todo si hemos decidido educarlos sin mentirles y si sus preguntas tocan cuestiones religiosas como: Mamá ¿Dios existe? ¿Dónde vive? ¿Por qué no podemos verlo?, o papá, si Dios es justo y bueno ¿por qué no castiga a toda la gente mala y no protege a todos los niños del mundo?
Que los padres decidan no dar a sus hijos formación religiosa no basta para escapar a ese tipo de preguntas, porque nuestras sociedades están muy marcadas por fechas y cultos religiosos que provocan la curiosidad de los niños, aunque en su casa no haya tales prácticas.
Pensando en estas dificultades, el filósofo Alejandro Rozitchner y la sicóloga Ximena Ianantuoni, su esposa, publicaron recientemente el libro Hijos sin dios (Editorial Sudamericana), cuyo subtítulo Cómo criar niños ateos define claramente la perspectiva en la que se ubican. En este libro los autores argentinos cuentan su experiencia acerca de una crianza
genuina, con una educación
atea comprometida y amorosa.
Ellos dejan claro que su libro no pretende discutir la existencia de Dios ni tampoco promover el ateísmo, sino solamente transmitir su experiencia de cómo responder las preguntas de los niños cuando se es un padre ateo y no se quiere mentir ni dar respuestas evasivas a los hijos. Por eso el libro está escrito con una estructura de diálogo epistolar, en el que se va resolviendo cómo hablar el tema y responder a las preguntas de los hijos.
De todas formas, el libro provoca al lector reflexiones sobre las ventajas de una educación sin dogmas, sin noción de pecado, sin miedo al castigo, sin culpa por el placer y sin la absurda creencia de que un ser sobrenatural pueda cambiar nuestro destino, ni como individuos ni como país.
Algunos padres suponen que sólo mediante la religión los niños pueden tener un desarrollo espiritual y una moral que los proteja
del mal. Hay que decirles que los niños tienen un sentido muy claro de la justicia y que será nuestra propia conducta lo que les ayude realmente a tener conciencia ética y valores morales.
Me parece que sin la religión los niños pueden crecer más libres y responsables de sus acciones y tener un desarrollo mental más saludable. Además, el contacto con la belleza y el amor son los mejores nutrientes para el desarrollo espiritual.
Hoy, que como nunca antes los padres tenemos la triste certeza de que a nuestros hijos no les tocará vivir un mundo mejor que el que nos tocó a nosotros, hay que valorar la importancia de educarlos para la reflexión, la objetividad y el pensamiento crítico; educarlos en la valentía y la confianza en sí mismos.