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sábado, 19 de abril de 2014

Justicia: utopía de nuestros maestros Rafael Lobato Nieto

La fragilidad del sindicato no es más que su propio
egocentrismo, su estatus de superioridad o
debería llamarlo su falsa creencia de saberse
superior, la pregunta inmediata es ¿cuál es la
esencia de aquel que piensa ser superior a otro?
Versa un dicho… “los fuertes pueden defenderse
solos…pero los más fuertes defienden a
los demás”.
El ignorante cree que lo que afirma con gran
confianza, los demás lo creerán incondicionalmente.
Nos han venido con discursos de unidad,
de derechos, de criterio, de defensa incluso de
nuestra propia escuela pública, un gigantesco
tornado de ilusiones fortalecido de utopías, cierto
líder solía pregonar “defendamos nuestra escuela
pública, fortalezcamos la unidad de nuestro
sindicato, unámonos contra el gobierno…” y
ahora ese líder se convirtió en parte del sistema,
el cual sostiene con engaños al trabajador.
Mucha palabra sin cimiento, sin argumentos,
sin verdad; aunque en su momento, en esas
concentraciones de Misantla y Paso Doña Juana
muchos creímos que serían el mundo que
sostendría nuestros derechos. Pensé y les comparto,
aunque me equivoqué; que sería la lucha
justa por el trabajador, que era en su momento
el producto que haría cimbrar de un golpe al mal
gobierno.
Este hermoso país ha tenido de todo, héroes,
traidores, prostitutos y violadores, cada uno de
ellos ha exigido un pedazo de poder, un renglón
en la triste historia, una migaja de credibilidad,
un peso que lo haga sentirse valorado, incluso
hasta ha logrado cambiar la realidad de la historia
de México a conveniencia propia, en fin.
Han desmembrado lentamente nuestra familia,
nuestra verdad, nuestra conciencia y quieren
acabar con nuestro criterio, es lo único que
podemos defender, la dignidad del ser humano
no se puede desprender de razonamiento, tan
sólo se prostituye, se arrebata con alevosía, se
arranca del ciudadano con promesas falsas,
con pedazos de mentiras, poco a poco, lentamente
vamos cayendo en su falsedad, nos
absorbe, nos liquida, nos mantiene inútilmente
contentos, nos vuelve inconscientemente mentirosos
de nuestra propia verdad, nos llegamos
a mentir incluso a nosotros mismos, y lo peor
es que lo creemos.
Sin embargo hay algunos que tienen manera
de defenderse, aquellos que aun siendo parte
de una organización, tienen su propia ética, criterio
y principios; aquellos que tratan de acoplar
su conciencia y su esencia a la lucha que en
su momento los volvió parte del sistema congelador
y ahora sólo obedecen servilmente a sus
jerarquías.
La conciencia nos dicta seguir paso a paso,
lentamente la verdad; la verdad que muchos no
pueden ver, la verdad que rige al pueblo, que
nos mantiene unidos, la verdad que habla de
arraigo, de valores y principios, de unidad entre
nosotros, entre el pueblo, entre el trabajador,
llámesele taxista, pepenador, enfermera,
electricista, periodista o maestro, incluido todo
trabajador del sistema gubernamental, gobierno
que arrebatan con alevosía al pueblo su propia
seguridad laboral y su estabilidad familiar. Si, se
llama conciencia, se llama sentido de humildad,
de análisis, de reflexión, de valor; esta conciencia
es tan real y exigente que algunos prefieren
no enfrentarse a ella y sencillamente obedecen
las órdenes.
Hemos ayudado a montar en diferentes sillas
y peldaños a personas que la mayoría de las
veces ni siquiera conocemos o hemos tratado; y
si los tuvimos de frente por dos minutos, desde
luego se muestran gentiles y contentos de estrechar
la mano de un ciudadano sea maestra,
intendente obrero o campesino y no tiene que
pasar demasiado tiempo para que al buscarlo
en su gran oficina nunca se encuentra para
atender a un trabajador.
Desafortunadamente a veces llegamos a subir
en esas plataformas de poder a personajes
sin escrúpulos, sin sentimiento. Hace unos meses
hizo una visita a Brasil un líder religioso y
entre sus diferentes mensajes cito uno “Dios nos
ha dado un gran poder, pero no es el poder de
servirse sino el poder de servir”. En México tenemos
muchos líderes sin criterio para decidir
en pro del bienestar común, y esto lo cargaremos
en hombros durante muchos años.
¿Dónde se encuentran nuestros líderes defensores?,
¡jamás me hubiera imaginado tal soberbia!
*El autor es Docente de Educación Secundaria
(Telesecundaria) en la región de Perote, Veracruz. México.

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