Entorno de violencia y desigualdad afecta el ánimo de los estudiantes
Es una tragedia que un adolescente se vaya sin terminar, porque está condenado al fracaso, señala Sylvia Orte
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El Colbach debe tener
una mejor gobernanza y una gestión eficaz, dice
A pesar que más de 60 por ciento de quienes acceden al Colegio de Bachilleres (Colbach) considera que entre los principales motivos para continuar su formación está conocer amigos y aprender cosas nuevas, muchos de ellos
se decepcionan del ambiente que encuentran, y se van, reconoció Sylvia Ortega Salazar, directora de esa institución que atiende a 90 mil alumnos en 20 planteles del Distrito Federal y sus municipios conurbados.
Destacó que el entorno urbano de desigualdad, violencia, intolerancia y exclusión social donde se ubican muchos de los campus, se ha convertido en un factor relevante en la persistencia de miles de alumnos.
Sabemos que todo eso impacta en la autoestima, el ánimo y la disposición de los adolescentes.
En entrevista con La Jornada,reveló que la tasa de deserción en el Colbach aún es elevada: 19 por ciento, es decir, 31 mil 46 jóvenes abandonan cada año sus aulas.
Reconoció, asimismo, que su efecto se acentúa en ocho de los 20 planteles, donde hay más de 7 mil alumnos, lo que genera condiciones de
hacinamiento y precariedad, con tasas de deserción de hasta 28.5 por ciento.
Además, agregó, la falta de recursos ha generado una infraestructura física
insuficiente, inadecuada y obsoleta.
Ortega Salazar, ex rectora de la Universidad Pedagógica Nacional y ex subsecretaria de Educación Básica en el Distrito Federal, afirmó que resolver los principales problemas que enfrenta esa institución, creada hace 40 años y que atiende a 17.5 por ciento de quienes estudian su bachillerato en la capital del país, llevará tiempo.
No hay una ruta corta. Se trata de renunciar a los números espectaculares y producir resultados sostenibles, dijo.
–¿Qué impacto tienen los entornos urbanos en la educación de los adolescentes?
–Sabemos que impacta la violencia, la injusticia, el maltrato en casa, la confirmación de la inequidad, que están expuestos a muchas presiones. Ser testigo de violencia, ya sea económica, de exclusión o la que sea, deja huella. Esa persona probablemente será víctima o victimario.
Tienes un conjunto muy grande de personas que se va a convertir en adolescentes con miedo, con inseguridad, y probablemente sea muy fácil hacerlos víctimas de la pandilla, de los porros, de los ambientes de fiesta clandestinos.
–¿La escuela debería ser ese espacio?
–La escuela sola no. No va ir muy lejos si no se le acompaña. Se va a defender. Será una burbuja, pero incide todo: es el entorno social, la familia, los medios de comunicación.
–¿Qué tipo de presiones pueden propiciar la deserción?
–Les preguntamos si reciben apoyo de sus padres o familiares, y encontramos una proporción que están muy solos. Aunque casi 60 por ciento se siente apoyado por sus profesores, detectamos que 26 por ciento está solo y es candidato a desertar.
–¿Los entornos escolares aún son los principales factores de riesgo?
–Hay que mejorarlos dramáticamente, porque los alumnos deben estar no sólo seguros, sino felices. Pero el entorno no le toca a la escuela, sino a todos lo que vivimos en esta ciudad. Y más vale que nos hagamos cargo. Hemos convertido a los jóvenes en una especie de peligro, y no lo son. Al contrario, se enfrentan al peligro y debemos darles las mejores armas para hacerlo.
Debemos fomentar ambientes de aprendizaje sanos, seguros y creativos. y abandonar las visiones autoritarias, porque los adolescentes no funcionan por decreto, señaló Sylvia OrtegaFoto Yazmín Ortega Cortés
–¿Qué diagnóstico tiene de sus alumnos?
–La escuela les gusta más o menos, pero son pocos quienes aseguran que no les atrae para nada. Sus maestros aún no les gustan mucho y se consideran estudiantes buenos y regulares.
–¿Hay baja autoestima?
–Sin duda. No se la creen. Es un tema de adolescencia, combinada con evidencias del entorno, de asuntos familiares con estas presiones. Muchos dicen que les gusta estudiar, pero hay una clara correlación entre la satisfacción que tienen de la escuela y la autopercepción de los que abandonan.
–¿Qué acciones se han emprendido para frenar la alta tasa de deserción, la inseguridad de los entornos escolares y los bajos niveles de aprendizaje?
–Después de elaborar un diagnóstico del colegio, determinamos cuatro cosas que queremos impulsar: elevar la calidad con equidad, porque las diferencias que vemos en la sociedad se reproducen en los planteles y debemos apoyar a los estudiantes de manera diferenciada. Queremos trayectorias educativas completas, con flexibilidad. Que cada alumno que ingrese aproveche esa oportunidad, porque es una tragedia ver que un adolescente se va y no termina sus estudios, porque está condenado, antes de ser adulto, al fracaso de por vida.
Debemos fomentar ambientes de aprendizaje sanos, seguros y creativos. Abandonar las visiones autoritarias, procurar que los alumnos entiendan, porque los adolescentes no funcionan por decreto. A lo que se agrega una gestión más eficaz y de mejor gobernanza del Colbach.
–¿Qué metas tiene a mediano y largo plazos?
–No buscamos que sean inerciales ni una vacilada. Queremos bajar en 50 por ciento la deserción para 2018, y pasar de 23 por ciento en 2012, a 11.3 por ciento para el fin de sexenio.
Hay que incrementar la tasa de egreso de 41 a 60 por ciento, y elevar el rendimiento escolar. Reducir el número de alumnos en niveles insuficientes y elementales de 85.2 a 50 por ciento en matemáticas; y de 53.8 a 30 por ciento en lectura.
–¿Hay una hoja de ruta para abatir la deserción?
–Veníamos de un 23 por ciento de abandono escolar en 2012, lo que significa que uno de cada cuatro se iban del colegio. Hay planteles más afectados, los más grandes. Además, sólo 41 por ciento de los alumnos termina sus estudios. Muchos tienen bajos puntajes en lectura y matemáticas, por lo que la reprobación es la antesala del abandono.
En el Colbach, por reglamento, si repruebas más de cinco materias ya no te puedes inscribir y debes esperar un año. Ese lapso sin hacer algo es durísimo y comprobamos que regresaban muy pocos. Creamos el Programa de Apoyo al Egreso, con el que ofrecemos a los alumnos que deberían estar en su último año tutorías presenciales y educación a distancia, para darles el último empujón. Hay por lo menos 2 mil alumnos en esta situación, concluyó.
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