¿Diálogo
o violencia en la educación pública?
Luis
Hernández Montalvo
“Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía.Un paso tuyo es el levantamiento de los nuevos hombres y su marcha”. “A una razón”, Arthur Rimbaud
Que la incertidumbre del magisterio durante el año que se fue; se
traduzca en certezas democráticas para los maestros y para la sociedad; pero
también, por un renacer de la Educación Pública.
No queremos para el año 2016 que se inicia la pre-valencia de los
gobernantes sátrapas que gobiernan con absoluta impunidad en contra de las
libertades civiles y democráticas de los mexicanos. No quiero ver reflejados en
mi retina los rostros fieros de soldados y policías golpeando a jubilados; en
su mayoría, educadores y educadoras; ancianos enfermos del cercano estado de
Veracruz, reclamando un trato digno después de su deber cumplido por su
servicio a la Patria.
Quiero ver a los jóvenes profesores de la Escuela Pública recuperar el
imaginario de la profesión docente. Los quiero ver recorrer los pasillos de la
SEP en Argentina 28, en el centro histórico de la ciudad de México para que
vean que en otro tiempo los soldados convivieron pacíficamente en las escuelas
y con los maestros; que hubo un tiempo en que el Estado mexicano, fue aliado de
los profesores de educación básica. Diego Rivera y “La maestra que enseña a
leer”. Sí, fueron otros tiempos y otros los ideales de la clase gobernante.
Otro tiempo fueron los años entre 1925 y 1927 en que se pintaron los
murales de Diego Rivera en los muros de los pasillos de la SEP; también, otros
fueron los artistas e intelectuales del México de principios del siglo XX. México
apenas se recuperaba de sus heridas de cerca de dos décadas de Revolución. Reconstruir
los cimientos de la nueva nación requería de obreros, de manos e inteligencia
capaces de mover la tierra del campo para cultivar los alimentos de un pueblo
con hambre. Aquí está Diego Rivera y un Secretario de Educación, el primer
Secretario de Educación Pública, reuniendo a las mejores inteligencias de la
Universidad Nacional de México para construir el nuevo edificio de la nación.
En los murales veo la recuperación de los antiguos gustos por los
colores encendidos. El rojo en banderas que prometen justicia laboral y
campesina. La hoz y el martillo en color amarillo enlazados en listones rojos,
niños recibiendo libros gratuitos de manos de los soldados, y los soldados recibiendo
el alfabeto de los maestros rurales.
Hoy no me gusta ver a los maestros.
Están desmoralizados. Los veo como ovejas sin pastor, en despoblado. Los
veo paralizados por el miedo, por el terror a perder su empleo, y la única
posibilidad para sobrevivir con su familia.
¿A qué podemos aspirar al inicio de un nuevo año?
Yo aspiro a ver a un hombre o mujer al frente de la SEP con capacidad de
diálogo; que sin temor ni prejuicio convoque a los educadores para construir compromisos
y acuerdos para mejorar la educación pública de los niños y jóvenes de México.
Quiero escuchar de los labios del Secretario de Educación Pública la
convocatoria para caminar juntos en la transformación de la escuela en primer
lugar. Quiero escuchar la palabra que nos entusiasme a reconstruir la casa
común, sin simulaciones, sin inmoralidades, sin líderes corrompidos.
¿Qué tenemos para dar y compartir?
¿El miedo? El miedo es un acto que paraliza; que sepulta cualquier
posibilidad de crítica y de desarrollo creativo. Comprendemos que los tiempos
que estamos atravesando, sólo podrán ser superados con el trabajo docente de
nuevo tipo, con nuevos referentes ético-profesionales y con una actitud
constructiva que contemple no solo las actividades docentes frente a los
estudiantes; sino también, aquellas actividades relacionadas con la investigación
y difusión de una nueva cultura pedagógica para el ejercicio de la docencia tanto
en Educación Básica como en Media Superior. “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia
la nueva armonía”. Si los
maestros no somos capaces de esto, entonces, podremos conservar el empleo, en
este mundo de simulación, pero no podemos ponernos el galardón de Educadores.
La defensa de la Educación Pública debe empezar por una autocrítica a
nuestras prácticas, a nuestro silencio frente a las atrocidades del entramado
burocrático que domina los espacios de decisión en la SEP y en cada uno de los
Institutos estatales de educación. Los maestros que quiero ver, deben
prepararse para dejar la subordinación; para investigar y pedir cuentas a la
SEP sobre los millonarios recursos destinados a los programas y ahora,
fundamentalmente a los destinados en la capacitación de los profesores que
resulten no idóneos de la primer evaluación de permanencia docente y los que se
incorporen en el mes de febrero.
Desde luego, los educadores no podemos abandonar nuestra responsabilidad
como ciudadanos. Debemos insistir en la exigencia de un trato digno, que la
presencia policiaca amenazante, nos ofende y provoca rabia y sed de venganza.
Que en un país como México, la liberación de todos los presos políticos es
apenas un pálido acto de justicia. Solo el diálogo puede frenar la violencia
que adquiere proporciones de muerte y guerra inadmisibles que enlutan los
hogares, que deja dolor y frustración.
“Un paso tuyo es el
levantamiento de los nuevos hombres y su marcha”. Desde
la escuela, uno, dos o tres que compartan esta preocupación, tal vez, suscribiéndose
a una asociación civil; tal vez, para formar un grupo de lectura de poesía o de
lectura de lo que sea, nuevas formas de fraternidad, cualquier cosa, menos el
inmovilismo, menos la desidia y el cinismo (9 de enero de 2016).
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