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sábado, 8 de diciembre de 2012

Infancia y Sociedad Sicópatas Andrea Bárcena

 
Al buscar argumentos para explicar lo insano que puede ser llenar de juguetes a los niños en Navidad, porque más que felicidad les provoca vértigo y vacío, me topé con el doctor en sicología Robert Hare, de la Universidad British Columbia de Canadá, quien hace más de tres décadas investiga a los sicópatas. Él ha diseñado un importante y amplio test para identificarlos y valorar el riesgo de conducta violenta. Hare es miembro del Centro de Investigaciones de Asesinos Seriales y Raptores de Niños, de la FBI, y también pertenece al International Criminal Investigative Analisis Fellowship.
Según este investigador, la sicopatía aparece entre los tres y los cinco años de edad, tanto en familias estables como inestables. Es decir, que los sicópatas nacen, no se hacen. Pero no todo sicópata se convierte en criminal, porque aunque su determinación es genética, el medio ambiente es el detonador que influye en su despliegue y dirección. De modo que no todos están en la cárcel, en las películas de horror o en los submundos siniestros.
Lamentablemente –señala Hare– los sicópatas están en todas partes, viven entre la gente común y tienen formas mucho más sutiles de hacer daño. Los peores llevan ropa de marca y ocupan suntuosos despachos: están en la política y en las finanzas. La sociedad no los ve o no quiere verlos.
Los sicópatas tienen una falla en el lóbulo prefrontal del cerebro que les impide aprender lo moral, lo ético. Digamos que están discapacitados para la bondad, la compasión, la piedad, la empatía y la solidaridad. Pueden realizar conductas crueles de distinta índole y magnitud, según su necesidad y deleite, sin experimentar ninguna clase de remordimiento o vergüenza por sus fechorías.
Hasta el momento la sicopatía no tiene cura. Se ha intentado pero no hay nada que funcione todavía. Se trata de uno por ciento de la población, “pero ese uno por ciento puede tener impacto en millones de personas –dice Hare–. Hay una gran cantidad de políticos de alto nivel que deberían claramente estar en la cárcel. Son sicópatas: no puedo decir nombres. Tengo muchas impresiones. Me gustaría estudiar a algunos más a fondo; pero sería complicado”.
Sin conciencia es uno de los libros más destacados de este investigador; pero habría que leerlo sólo bajo prescripción médica, porque es muy fuerte.
El filósofo y poeta alemán Friedrich Schlegel, que se negó a ser banquero, escribió en los siglos XVIII-XIX que para desarrollar la virtud hay que frecuentar a los dioses que uno lleva adentro. Pero en el alma de los sicópatas –sean asesinos, jugadores, hombres de negocios, banqueros o políticos– no habita ni puede habitar dios alguno.

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