La Waldorf School de
Peninsula, en California, es una de las escuelas privadas que eligen los
hiperconectados empleados de Google, Apple y otras empresas de
punta de la computación para que sus hijos se eduquen alejados de todo tipo de
pantalla, según un informe del diario
Le Monde sobre una nueva tendencia
tech: la desconexión.
Tres cuartos de los alumnos
inscriptos en la Waldorf son vástagos de personas que trabajan en el área de las
nuevas tecnologías. "La gente se pregunta por qué profesionales de la Silicon
Valley, entre ellos algunos de Google, que parecen deberle mucho a la
industria informática, envían a sus hijos a una escuela que no usa
computadoras", comentó Lisa Babinet, profesora de matemáticas y
cofundadora de la escuela primaria, en la conferencia anual Google Big
Tent.
El periódico francés recoge el
testimonio de uno de estos padres: Pierre Laurent, que eligió esta
escuela porque cuestiona la tendencia actual a equipar en informática a las
clases desde una edad cada vez más temprana. "La computadora no es más que una
herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son
clavos", dice. "Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes
gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla
perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y
emocionales".
En la Waldorf esa limitación
no existe: se aprende a sumar y a restar dibujando o saltando a la cuerda.
Consultado acerca de si no le preocupa que sus hijos estén en desventaja por
este retraso en el uso de la PC, Laurent responde: "No sabemos cómo será el
mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas
veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los
softwares son preparados para ser del más fácil acceso posible". También
recuerda que todos los alumnos de la Waldorf tienen computadora en sus casas. La
cuestión se reduce entonces a decidir cuándo levantar las limitaciones a su
uso.
Richard Stallman, el gurú del
software libre, trabaja desconectado: "La mayor parte del tiempo no tengo
Internet. Una o dos veces por día, a veces tres, me conecto para enviar y
recibir mis correos. Releo todo antes de enviar".
Así como por un lado muchas personas sufren de
nomofobia, es decir el miedo a no estar conectado (teléfono,
Internet, etc.), otros ya empiezan a dar la vuelta y a recuperar el placer de
la desconexión. Fred Stutzman, investigador de la Carnegie Mellon
University, desarrolló incluso un programa llamado Freedom que
bloquea el acceso a Internet durante 8 horas seguidas, obligando a reiniciar la
computadora para reactivar el servicio. Deseoso de poder escribir sin
distracciones, también diseñó Anti-social, un software que permite el
acceso a Internet pero sin diversiones tales como Facebook y
Twitter. "Las computadoras se han convertido en máquinas de distracción.
Hay que equiparse hoy de funcionalidades que las devuelvan a su rol de máquina
de escribir", dice. "Es una forma de comprar tiempo".
Sherry Turkle, del Instituto
de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés), autora del libro
Alone Together (Solos juntos), dice que mirar sus mails o SMS
frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo: "La gente pasa 90% de
su tiempo de trabajo con los mails, y en su casa envían SMS estando a la
mesa".
El informe de Le Monde
pronostica que cada vez habrá más gente pidiendo asistencia para desonectarse.
No es un fenómeno de masas, sino más bien una tendencia minoritaria que
involucra más bien a los sectores más acomodados. "Algunos tienen el poder para
desconectarse y otros, el deber de permanecer conectados", dice el sociólogo
Francis Jauréguiberry, que investiga el tema. Los "pobres" de la
tecnología son los que no pueden eludir la responsabilidad de responder de
inmediato un correo electrónico o un mensaje de texto. Los nuevos ricos,
por el contrario, son aquellos que tienen la posibilidad de filtrar e instaurar
distancia respecto a esta interpelación. Lo mismo, dice Jauréguiberry, pasó con
la televisión: el sobreconsumo es cosa de las clases populares.
¿Desconectarse es un
lujo?
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