El estancamiento de la UNAM, el sindicato de Elba Esther y la abulia del Estado
El
libro ¡Basta de historias! y el documental ¡De panzazo! tratan del
fracaso del sistema educativo en México y de la casi nula inversión del Estado
en investigación científica y en desarrollo tecnológico, lo que ha impedido el
arribo de este país a la economía del conocimiento, a la cultura de la
innovación y al desarrollo.
Fortaleza y debilidad de la UNAM
UNAM
Unos
días después del estallido de la primera huelga estudiantil en la Universidad
Nacional Autónoma de México después de 1968 —29 de enero de 1987— el grupo
Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio ofreció un concierto en el bar
Rockotitlán, al sur de la Ciudad de México. Roco, el cantante, alumno entonces
de Ciencias de la Comunicación en un plantel universitario del poniente
capitalino, le dedicó la velada al Consejo Estudiantil Universitario (CEU) y
explicó que la decisión de ir a huelga era una medida absolutamente necesaria
porque “la UNAM no debía ser privatizada”, y que con los nuevos Reglamentos de
Pagos, Inscripciones y Exámenes estudiantes como “el Germen” —integrante de la
banda— tendrían que pagar una fortuna en exámenes extraordinarios, pues éste
había reprobado seis o siete ordinarios. Lo dijo sin el menor rubor y hasta fue
aplaudido por el público.
¿Privatizar
la UNAM? En el documento “Fortaleza y debilidad de la Universidad Nacional”,
presentado al Consejo Universitario por el rector Jorge Carpizo el 16 de abril
de 1986, se hacía un listado de problemas
que,
a criterio de su gestión, son los principales de la institución: bajo
rendimiento académico, ausentismo de catedráticos, contrataciones en términos de
clientelismo, baja productividad del personal administrativo, líneas de
investigación desvinculadas de los problemas nacionales, ausencia de planeación,
fuga de cerebros debido a malas condiciones salariales, exceso de burocracia,
“para muchos universitarios, el principal obstáculo” [Arturo Acuña, “Cronología
del movimiento estudiantil de 1986-1987, Cuadernos Políticos, UNAM, no.
49/50, 1987].
Añadía
el rector que “en la UNAM conviven áreas, estudiantes y profesores con excelente
nivel académico, con áreas, estudiantes, profesores, investigadores y
trabajadores que no cumplen con sus funciones. Admite en su análisis la
existencia de una Universidad gigantesca, mal organizada, con una estructura de
gobierno obsoleta” [Acuña]. Desde entonces y hasta el estallido de la huelga las
autoridades y los estudiantes agrupados en torno al CEU se enfrascan en largas
discusiones en las que muchas veces predominan la intransigencia, las
provocaciones y la violencia de ambas partes. El escaso carisma de Carpizo
tampoco ayuda mucho aunque es apoyado por una parte importante de la comunidad
universitaria. Los estudiantes radicalizados exigen en una marcha la derogación
de las reformas aprobadas por la mayoría del Consejo Universitario el 12 de
septiembre de 1986. El diario La Jornada había festejado en primera
plana: “La mayor manifestación estudiantil desde 1968” [21 de enero] y los
organizadores calculan 300 mil estudiantes. (Entre los líderes se encontraba el
futuro perredista Carlos Ímaz, que en abril de 2007, siendo jefe de la
Delegación Tlalpan del Distrito Federal, sería videograbado recibiendo dinero
del empresario Carlos Ahumada). Es cierto, es el mayor movimiento de estudiantes
conservadores en la historia del país y probablemente de América Latina. La
huelga termina el 17 de febrero de 1987 y la UNAM se queda sin las urgentes
reformas.
Una universidad anclada al pasado
Otra
huelga, que se prolonga durante nueve meses, estalla el 20 de abril de 1999 y
concluye con la intervención de la Policía Federal Preventiva y el arresto de
más de 600 dirigentes “ultras” del Consejo General de Huelga (CGH) el 6 de
febrero de 2000. También en esta ocasión los estudiantes protestan contra las
modificaciones al Reglamento General de Pagos propuesto por el rector Francisco
Barnés para actualizar las cuotas de inscripción de 15 y 20 centavos vigentes
desde 1966. En su artículo 6 el Reglamento, aprobado el 15 de marzo, establece
“los montos de las cuotas semestrales: para el nivel bachillerato y técnico el
equivalente a 15 días de salario mínimo y para el ciclo de licenciatura, el de
20 días de salario mínimo. Las cuotas respectivas para el posgrado quedaron al
libre arbitrio de las autoridades”, y en el 7 se aclara que “los alumnos cuyo
nivel de ingreso familiar mensual sea igual o menor a 4 salarios mínimos tendrán
derecho a la exención de la cuota semestral”. Así, en el caso de la licenciatura
un estudiante debería pagar dos mil pesos semestrales (333 pesos al mes).
En
su Programa de Desarrollo Institucional 1997-2000 el rector también había
propuesto los siguientes puntos:
a)
Avanzar en la reforma del posgrado universitario.
b)
Iniciar la discusión del modelo educativo de la licenciatura.
c)
Fortalecer la vinculación de la investigación con la docencia.
d)
Reforzar los mecanismos de vinculación de la Universidad con la sociedad.
e)
Avanzar en la discusión para la transformación de la Universidad en una red de
Campus con mayor autonomía académica y administrativa.
f)
Cancelar o transformar estructuras administrativas y de apoyo que se habían
quedado obsoletas.
g)
Suspender la relación que, por más de treinta años, se le impuso a la
Universidad Nacional con las llamadas preparatorias populares.
h)
Modificar el Reglamento General de Inscripciones, eliminando el pase automático
del bachillerato a la licenciatura y la permanencia indefinida en la
institución.
Estas
reformas estructurales y académicas son ignoradas por los estudiantes más
radicales —los “ultras”— y, a pesar de que en las modificaciones al Reglamento
de Pagos quedaba asentado que los estudiantes con menos recursos pagarían menos,
de nuevo una mayoría decide irse a huelga y acusa a las autoridades
universitarias de querer privatizar la educación pública y gratuita y de
ajustarse a los dictados de la globalización neoliberal. Un sociólogo y
“latinoamericanista” la justifica como sigue:
La
huelga de la UNAM necesariamente nos coloca en el centro de la reflexión sobre
la íntima relación entre el Estado, el neoliberalismo y los movimientos sociales
en México, como una unidad dialéctica para repensar críticamente “lo político”
desde una perspectiva global. No importa que el movimiento, antes de su ruptura
por la intervención de la fuerza militar, haya estado en posición de huelga
(“guerra de posiciones” contra la Rectoría) por nueve meses, sino que, como aquí
suponemos, marcó un punto de inflexión en el trato que el Estado le venía dando
a los movimientos populares y sociales que erigían su dignidad y sus principios,
para luchar contra un modo capitalista dependiente neoliberal que se había
impuesto en el país en el curso de la década de los ochenta, con el arribo al
poder de los gobiernos tecnocráticos [Adrián Sotelo Valencia, Neoliberalismo
y educación. La huelga en la UNAM a finales de siglo, México: Ediciones El
Caballito, 2000].
Muy
pronto el movimiento quedó bajo el control de los “ultras”, que no tienen
reparos en insultar y golpear a estudiantes “moderados”, profesores y ciudadanos
que no comulgan con su línea o que están contra la huelga (véanse los
videos Memoria del caos y Las razones de la fuerza producidos por
Canal 6 de Julio). A fines de año el movimiento ha perdido la simpatía popular
debido a su intransigencia y por el rechazo del CGH a acatar las resoluciones de
un Congreso Universitario, en el que una mayoría pide el fin de la huelga. Al
término de ésta los daños contra el patrimonio universitario son cuantiosos.
Durante su gestión, el nuevo rector, Juan Ramón de la Fuente —17 de noviembre de
1999 al 16 de noviembre de 2007—, impuesto por el presidente Ernesto Zedillo,
presumió de haber “posicionado positivamente” a la UNAM en mediciones
internacionales y, en su discurso de despedida, declaró: “Daremos paso a un
nuevo ciclo, luminoso, en la vida de la Universidad”. ¿No es algo que debió
haber dicho al comienzo de su gestión?
Más corrupción, más derroche, menos educación e investigación
En
medio de la guerra del gobierno de Felipe Calderón contra el crimen organizado,
que ha sumido al país en un estado de zozobra y pesimismo, Transparencia
Internacional y el Instituto Legatum han
reprobado a México, que ocupa lugares muy bajos en los índices mundiales de
corrupción: el 98, de acuerdo con Transparencia, de entre 178 países, y el 53
entre 110, según Legatum. En este contexto, en las fastuosas celebraciones
oficiales por el Bicentenario de la Independencia se gastaron 700 millones de
pesos, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (El
Universal, 17-09-2010). A esos 700 millones hay que añadir miles de millones
más en remodelaciones, programas de TV, películas, documentales, libros,
folletos, parques, exposiciones y becas, más la “Estela de Luz” que debió
haberse inaugurado en septiembre (Ximena Vega, “Siete fueron los principales
gastos del Bicentenario… ¿eran todos necesarios?”, en vivirmexico.com).
La educación, al parecer, no le importa a un Estado obsesionado con su heroico
pasado.
Andrés
Oppenheimer, en su libro ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con
el pasado y las 12 claves del futuro [México: Debate, 2010], escribe que
esta obsesión de los países latinoamericanos por el pasado es característica de
la región y que no ha observado el mismo fenómeno en sus viajes a China, India y
otras naciones de historia milenaria. Esta obsesión con la historia, se pregunta
el autor, “¿Nos ayuda a prepararnos para el futuro? ¿O, por el contrario, nos
distrae de la tarea cada vez más urgente de prepararnos para competir mejor en
la economía del conocimiento del siglo XXI?” Es significativo que por plantear
estas preguntas y tratar de darles respuesta el periodista es calificado
inmediatamente de “neoliberal”, del mismo modo en que los “ultras” de la UNAM
habían acusado a las autoridades y a los disidentes de la huelga. Una entrevista
reciente con Carmen Aristegui en su programa de CNN fue subida el 15 de octubre
pasado a YouTube, en donde no pocos comentarios se refieren al periodista
argentino en términos como los de alguien que firma como “Cinedigital”:
ESTE
DERECHISTA NEOLIBERAL HA ATACADO LA EDUCACION PUBLICA DESDE HACE AL MENOS UNA
DECADA, APOYO CON TODO LAS CUOTAS EN LA UNAM Y ES EL CLASICO INTELECTUAL
ORGANICO QUE SE ENCARGA DE LAVAR CEREBROS DE GENTE SIN CULTURA
POLITICA.
Otro
anónimo que firma como “Ricomx” le reclama a la entrevistadora: “Carmen! Este
tipo no tiene sentido (sic). Carmen! El apellido nos dice todo,
GLOBALISTA!”
El
Estado panista se solaza en la versión priista de la historia y los maestros y
estudiantes “de izquierda” velan por la gratuidad de la educación pública,
cerrándose a la posibilidad de modernizar el sistema educativo con el pretexto
de una oprobiosa privatización que, por cierto, nadie ha propuesto.
En las fastuosas celebraciones oficiales por el Bicentenario de la Independencia se gastaron 700 millones de pesos, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública. A esos 700 millones hay que añadir miles de millones más en remodelaciones, programas de TV, películas, documentales, libros, folletos, parques, exposiciones y becas, más la “Estela de Luz” que debió haberse inaugurado en septiembre. La educación, al parecer, no le importa a un Estado obsesionado con su heroico pasado.
El
extenso estudio de Oppenheimer expone la investigación que hizo en China, India,
Singapur, Finlandia, Suecia e Israel, entre otros “países de diferentes colores
políticos, pero que —cada uno a su manera— han logrado mejorar sus niveles
educativos y reducir dramáticamente la pobreza”. El autor también viajó a Perú,
Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Colombia, Chile y México “para ver qué
estamos haciendo —de bueno y de malo— en la región”. Sus conclusiones parten de
la observación y también de más de doscientas entrevistas “a figuras clave del
mundo —incluyendo al presidente Barack Obama; el presidente de Microsoft, Bill
Gates, y el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz— y numerosos otros jefes
de Estado, ministros, rectores universitarios, científicos, profesores,
estudiantes y padres y madres de familia”. Una de las conclusiones más
importantes es que la tarea de mejorar sustancialmente la educación, la ciencia,
la tecnología y la innovación no es algo imposible. “Hay cosas muy concretas, y
relativamente fáciles, que se están haciendo en otras partes del mundo, y que
podemos emular en nuestros países”. Contra lo que piensan las izquierdas y las
derechas tradicionales latinoamericanas, Oppenheimer afirma que “los recursos
naturales ya no son los que producen más crecimiento: los países que más están
avanzando en todo el mundo son los que le apostaron a la innovación y producen
bienes y servicios de mayor valor agregado”. Así, países ricos en materias
primas como Venezuela y Nigeria “están entre los que tiene más altas tasas de
pobreza”, en tanto que “el país con el mayor ingreso per cápita del mundo es el
diminuto Liechtenstein”. Israel, otro país pequeño y sin recursos naturales, es
la nación que más invierte en investigación, innovación y desarrollo —en el
sector civil, no militar— y el segundo en empresas de tecnología. Cada vez que
usted compra un pen drive, o USB, se le paga una parte a la compañía
israelí M-Systems, que inventó ese dispositivo. Israel tiene tres universidades
en el ranking de las mejores 200 del mundo del Suplemento de Educación
Superior del diario The Times de Londres. “Con apenas el 0.2 por
ciento de la población mundial [Israel]”, escribe Oppenheimer, “tiene el 54 por
ciento de los campeones mundiales de ajedrez, el 32 por ciento de los Premios
Nobel de Medicina y el 27 por ciento de los Premios Nobel de Física” —tan sólo
la Universidad Hebrea de Jerusalén cuenta entre sus graduados a seis Premios
Nobel. ¿Hay algún secreto? Ninguno: la educación, el estudio, la discusión y el
análisis. ¿Y las universidades? Las principales son estatales, y “en la mayoría
de los casos reciben un 65 por ciento de su presupuesto del gobierno, un 12 por
ciento de las cuotas que pagan los estudiantes —muchísimo menores que en Estados
Unidos o Europa [...], pero mayores que las cuotas simbólicas que cobran algunas
universidades estatales latinoamericanas— y el resto de la comercialización de
sus patentes y donaciones”. La Universidad Hebrea de Jerusalén registra veinte
patentes al año en Estados Unidos, en tanto que la UNAM apenas logra registrar
una.
El largo reinado de la maestra
Elba
Esther Gordillo
El
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), con un millón 700 mil
afiliados, controlado discrecionalmente y de manera vitalicia desde 1989 por “la
maestra” Elba Esther Gordillo —apoyada por el entonces presidente Carlos
Salinas—, “bloquea cualquier intento serio por modernizar el arcaico sistema
educativo mexicano”, refiere Oppenheimer citando el “Informe de la
Competitividad de México 2009”, aunque el grupo disidente Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación —que controla las secciones de Oaxaca y
Michoacán— también pone su parte pues se ha opuesto a la Alianza por la Calidad
de la Educación acordada en 2008 entre el SNTE y el Gobierno Federal para crear
el examen nacional de ingreso a la SEP y eliminar la venta o el traspaso de
plazas por herencia. “Por increíble que parezca”, dice Oppenheimer, “muchos
maestros pueden comprar sus puestos vitalicios por unos 10,000 dólares o
heredarlos de sus padres sin tener la menor capacitación para estar al frente de
un aula”. Además de la precaria capacitación de los maestros de primaria —que no
pueden ser despedidos por más malos que sean—, los días de clase deben ser
obligatoriamente 200 al año, pero “en muchos estados —como Morelos, Oaxaca y
Zacatecas— los días efectivos de clase no llegan a 160 debido a huelgas,
reuniones docentes y ausencias de maestros”. Una nota reciente dice que “Los
maestros de la sección 22 del SNTE en Oaxaca cobran 475 días, trabajan 200 y
arrojan los mayores índices de alumnos de primer año reprobados” (Jaquelin
Coatecatl, “Maestros que ganan más, enseñan peor”, La Razón, 25-10-2010).
La influyente y poderosa “maestra” se ha negado a dar a conocer el estado
financiero del SNTE, incluyendo a Oppenheimer, a quien le prometió que le
enviaría el presupuesto anual del sindicato pero nunca lo hizo. Un presupuesto
que según funcionarios y académicos también entrevistados asciende a 4,700
millones de dólares anuales.
En
el examen de matemáticas, ciencias y lenguaje que hizo a estudiantes de quince
años de todo el mundo el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (PISA, por sus
siglas en inglés), los estudiantes mexicanos quedaron en los últimos lugares.
¿Los mejores? Los de Corea del Sur, India, Eslovaquia, Estados Unidos y
Tailandia. De acuerdo con PISA, “de los dos millones de jóvenes de quince años
que hay en México, los que alcanzan las calificaciones más altas podrían caber
en un pequeño auditorio”.
¿Ha
tenido algún éxito la Alianza por la Educación? Oppenheimer recuerda que en
agosto de 2008 “el gobierno mexicano logró que el sindicato accediera a que por
primera vez se hiciera un examen a 81,000 docentes que se postulaban para ocupar
plazas de maestros para ver si tenían la preparación básica necesaria para ser
educadores. Los resultados de ese examen causaron consternación en el país: casi
70 por ciento de los egresados de escuelas para docentes no lo aprobaron”.
Oppenheimer ve en este desastre algo positivo: “En vez de lamentarnos de que
tantos maestros reprobaron el examen deberíamos celebrar el hecho de que por
primera vez México y otros países latinoamericanos están tomando conciencia de
la baja calidad de sus sistemas educativos, y están empezando a hacer algo al
respecto”. La Alianza, empero, se encuentra en un limbo político y legal, de
acuerdo con el periodista, pues aunque se consiguió la obligatoriedad del examen
para los aspirantes a maestros “no se ha logrado implementar lo que quizás era
la parte más importante del acuerdo: la introducción de un sistema de incentivos
materiales para recompensar a los maestros más capaces. El sindicato, aunque
había firmado el pacto, estaba arrastrando los pies a la hora de implementarlo”.
El presidente Calderón, enfrascado en la lucha contra los narcotraficantes, no
ha querido, al parecer, presionar a la “maestra” —aliada suya en las elecciones
de 2006— para que cumpla su parte.
La secundaria y la Enciclomedia
En
la educación secundaria las cosas no marchan mucho mejor. El promedio de
estudiantes que desertan es de 40 por ciento, según cifras de la SEP. “El primer
motivo por el que desertan es que la escuela no les gusta, no les interesa, no
le ven ninguna utilidad. A nosotros nos sorprendió, porque pensábamos que el
primer motivo sería económico”, declaró a Oppenheimer el entonces subsecretario
de Educación Media Superior, Miguel Székely.
Un
intento por modernizar la enseñanza secundaria fue el que se quiso poner en
marcha durante el último año del gobierno de Vicente Fox y que consistía de la
dotación de pizarrones electrónicos en todas las aulas del país, de quinto y
sexto grado y de secundaria. Los estudiantes ingresarían a la era digital desde
muy temprana edad. Pero algo no estaba previsto. Muchos maestros no habían sido
capacitados para manejar las pizarras y en algunas zonas rurales no había
electricidad… Además, en la prensa se denunció una serie de irregularidades en
los contratos. El creador de Enciclomedia, el matemático Felipe Bracho, le
confesó su frustración a Oppenheimer al decir que el gobierno dejó morir el
programa: “Es una lástima”, dijo. Lo es, un sistema educativo que no promueve la
curiosidad ni el interés por la ciencia, la investigación y la tecnología no
será capaz de crear estudiantes creativos, ingeniosos y competitivos.
La UNAM: mal, pero mucho mejor
En
2009 la UNAM, con 300 mil alumnos y 34 mil profesores, fue galardonada con el
Premio Príncipe de Asturias “por su oferta académica y de investigación”; en
2010 fue calificada por el Suplemento de Educación Superior del diario
londinense The Times con el puesto 222 de las mejores universidades del
mundo, y en la Clasificación Académica de las Universidades del Mundo 2010 del
Instituto de Educación Superior de la Universidad Jiao Tong de Shanghai quedó en
el lugar 151. Estas clasificaciones toman en cuenta el número de galardonados
con el Premio Nobel o la Medalla Fields, el número de investigadores más citados, el
número de artículos publicados en las revistas Science y Nature, el número de trabajos académicos
registrados en los índices del Science Citation Index y el Social
Science Citation Index y el “desempeño per cápita”, esto es, la puntuación
de todos los indicadores anteriores dividida entre el número de académicos de
tiempo completo.
Aunque
hasta hace poco la mayoría de las carreras de la UNAM se habían resistido a ser
evaluadas por el Centro Nacional de Evaluación (Ceneval), el rector José Narro,
a diferencia de su antecesor, Juan Ramón de la Fuente, “que a veces parecía más
interesado en promocionar su imagen para una carrera política que en mejorar la
calidad de la universidad”, dice Oppenheimer, “no salió a defender ciegamente
todo lo que hacía la UNAM”, pues “parecía genuinamente decidido a identificar
aquellas áreas en que la universidad debía mejorar, y a modernizarla”.
“Paradójicamente, considerando que la idea detrás de la universidad gratuita es ayudar a los pobres, sólo 1 por ciento del presupuesto anual de la UNAM beneficia al 20 por ciento más pobre de la población”. Lo más lógico, dice Oppenheimer, sería “cobrarle a los estudiantes que pueden pagar, y darles becas completas y subsidios adicionales a quienes no pueden hacerlo”.
Los
estudiantes que se inscriben en las carreras de ciencias de la UNAM es muy bajo,
pues “mientras 51.5 por ciento cursan carreras de ciencias sociales o
humanísticas, 29 por ciento estudia medicina y biología, y sólo 19.5 por ciento
físico-matemáticas e ingeniería”. Para tratar de modificar esta situación la
UNAM invierte dinero y tiempo en programas de difusión entre los 100 mil
estudiantes de sus preparatorias.
Acerca
de los convenios con universidades de otros países, la UNAM tiene más con
universidades de Cuba —que no figuran en rankings internacionales— que con las
de Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia. Entrevistado por Oppenheimer, el
secretario académico de la UNAM reconoce: “Hemos estado fuera de foco. [...] Los
principales desarrollos en materia del conocimiento se están dando en las
universidades norteamericanas, inglesas y asiáticas. Es con ellas con quienes
debemos tener una mayor movilidad en alumnos, una mayor movilidad de profesores,
y el desarrollo de proyectos conjuntos, incluidas las carreras de grado
conjuntas”. El equipo de Narro aseguró que ya se están dando los pasos para
establecer convenios con las mejores treinta universidades del mundo.
El
rector creó recientemente la Coordinación de Innovación y Desarrollo, que se
dedicará a aumentar el número de patentes que pudieran tener salida comercial.
Las patentes son una de las grandes fuentes de ingresos de las mejores
universidades, aunque aún hay muchos profesores que se resisten a “venderse” a
empresas “con ánimo de lucro”. Mientras México registra apenas 0.5 patentes por
cada millón de habitantes, Taiwán registra 270, Israel 158 y Corea del Sur 130,
de acuerdo con el estudio de Oppenheimer.
Acerca
de las cuotas, el periodista pregunta: “¿No es ridículo que la UNAM no cobre
matrícula a quienes pueden pagar, para aumentar su presupuesto y poder brindar
una mejor educación?” Según un estudio del Banco Mundial, refiere Oppenheimer,
“50 por ciento del presupuesto anual de la UNAM beneficia a estudiantes
pertenecientes al 20 por ciento más rico de la población debido a la alta
concentración de estudiantes de clase media alta y clase media en la
universidad”. Sigue: “Paradójicamente, considerando que la idea detrás de la
universidad gratuita es ayudar a los pobres, sólo 1 por ciento del presupuesto
anual de la UNAM beneficia al 20 por ciento más pobre de la población”. Lo más
lógico, dice Oppenheimer, sería “cobrarle a los estudiantes que pueden pagar, y
darles becas completas y subsidios adicionales a quienes no pueden hacerlo”. La
situación está lejos de poder resolverse pues el tema de las cuotas al parecer
sigue siendo un tabú después de las huelgas, aunque hay fórmulas en países tan
distintos entre sí como China, Estados Unidos, Australia, España y Chile que
podrían analizarse y adaptarse al ámbito de la educación superior mexicana.
Contra el reinado de “la maestra” y otros lastres
No
hace falta meter a la cárcel a Elba Esther Gordillo para acabar con la
corrupción y el desastre de la educación, le dijo a Oppenheimer el académico de
Harvard Lant Pritchett, uno de los autores del Informe del Foro Económico
Mundial sobre México. Tras varios viajes a México, el autor de ¡Basta de
historias! concluye que “la única vía realista para sacar al país de su
mediocridad educativa y económica será una guerra indirecta contra el SNTE
mediante un movimiento de la sociedad civil que presione al sindicato a realizar
más reformas y a implementarlas. [...] México necesita un movimiento conjunto de
empresarios, medios de prensa, artistas y deportistas —semejante a los de Brasil
e Israel— para crear la presión social que lleve al SNTE a hacer más concesiones
a fin de mejorar la calidad de la educación”.
¡De panzazo!
Entre
las iniciativas recientes de la sociedad civil y de los medios para empezar a
poner remedio a la situación de la educación en México está el documental ¡De
panzazo! El drama de la educación en México, del cineasta Juan Carlos Rulfo
y el periodista Carlos Loret de Mola. Narrado por este último, en el documental
hay entrevistas a estudiantes y al secretario de Educación Pública, Alonso
Lujambio, y a la “maestra” Gordillo. A varios estudiantes de secundarias de
Guanajuato, Guerrero y la Ciudad de México se les proveyó de una pequeña cámara
para que pudieran hacer tomas subrepticias de escenas en el salón de clases.
Cuando Loret le recuerda a Lujambio las bajas calificaciones de México en los
indicadores mundiales éste se muestra contrariado y se justifica con que “nos
comparan con Suecia, con Alemania”. La “maestra”, en su turno, afirma que los
maestros están capacitados y que además serán evaluados. Ante el escepticismo de
Loret lo toma de la mano un largo rato y le pregunta: “¿No confías en mí, no me
tienes confianza?” El largometraje fue producido por Mexicanos
Primero, una “iniciativa ciudadana” que trabaja con “cada uno de los actores
sociales: padres y madres de familia, maestros, directivos escolares, alumnos,
medios de comunicación, autoridades educativas, legisladores y sociedad civil a
través de la movilización y participación, bajo la premisa de que sólo con el
compromiso y responsabilidad de todos es posible lograr un
cambio”.1
Otra
iniciativa es la de la empresaria Marinela Servitje, presidenta de Compromiso
Social por la Calidad de la Educación, que convocó los días 25 a 27 de octubre a
treinta analistas mexicanos y extranjeros a la Cumbre de Líderes en Acción por
la Educación (CLASE 2010, clase.org.mx), de donde surgieron propuestas para reformar los
modelos pedagógicos y fomentar la innovación. La empresaria cree que es posible
lograr un cambio que mejore la enseñanza en México. Ya se verá si esto es
posible en el corto o mediano plazo.
Un
sitio que también promueve el debate sobre la educación en México es Observatorio
Ciudadano de la Educación, una “asociación civil fundada en 1998, que ha
logrado constituirse como un espacio social para la observancia crítica y el
análisis de la política educativa, contribuyendo a la formación de una opinión
pública mejor informada, responsable y crítica promoviendo la participación
activa en la discusión de asuntos relacionados con la educación nacional, así
como el acercamiento con las autoridades educativas demandando el
esclarecimiento de sus políticas y acciones”. Entre los últimos artículos de
debate que han publicado están “Luces y sombras de las Pruebas Enlace 2010”,
“Las nuevas reglas para la participación social en la escuela” y “El padrón de
maestros y el uso político y electoral de las plazas”. Las colaboraciones libres
que contribuyan al debate son bienvenidas.
La
educación, como dice Oppenheimer en el capítulo final de su libro “Las 12 claves
del progreso”, es tarea de todos. Algunos ya empezaron a hacer algo al
respecto. ®
Notas
1
El debate sobre la calidad de la educación en México se reactivó con la
exhibición de este documental, el cual, sin embargo, no muestra el panorama
completo ni ofrece un diagnóstico y tampoco conclusiones, sino regaños y buenos
deseos. En ¡De panzazo!, por ejemplo, no se menciona ni de pasada el
papel de los medios y una de sus principales obligaciones: “Contribuir a elevar
el nivel cultural del pueblo y a conservar las características nacionales, las
costumbres del país y sus tradiciones, la propiedad del idioma y a exaltar los
valores de la nacionalidad mexicana” (Ley Federal de Radio y Televisión); todo
lo contrario, con la programación de canales como Telehit o programas como los
de Laura Brozo —entre tantos más de otros medios electrónicos— más bien parecen
empeñarse en contravenir ese ordenamiento. En el documental tampoco se alude al
programa “Todo mundo cree que sabe”, que se transmitió por el Canal de las
Estrellas por convenio entre Televisa y el Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación de junio de 2009 a agosto de 2011, con algunas intermitencias, del
cual habría sido interesante discutir sus alcances y efectividad, así como la
posibilidad de utilizar más la televisión como medio que refuerce aspectos de la
educación formal.
¡De
panzazo! falla porque, como dice Jesús Silva-Herzog Márquez, “Al no
acercarse realmente a los estudiantes ni a los maestros, al no retratarlos
afectuosamente, al desentenderse de su vida cotidiana pierde la inmensa
oportunidad de comunicar lo que, en la educación, se juega México, lo que, para
un mexicano significa su escuela. No logra lo que habría sido natural: vincular
la suerte individual con el destino colectivo” [Reforma, 5-III-12]. A los
creadores les faltó allegarse y procesar más información sobre el problema de la
calidad educativa, como la que analiza con mayor detenimiento Andrés Oppenheimer
en el libro que comentamos aquí, ¡Basta de historias! La obsesión
latinoamericana con el pasado y la clave del futuro.
—Una
versión breve de este artículo se publicó en Milenio Semanal en noviembre
de 2010
Joaquín Peón Escalante
Consultor
Certificado por CEMEFI para
Organizaciones
de la Sociedad Civil (OSC)
Pensamiento
estratégico
Calidad Total en
Educación y Servicios
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