La madrugada del pasado 6 de julio una turba de la llamada Nueva Jerusalén derribó a golpe de pico y marro la escuela primaria Vicente Guerrero, un jardín de niños y la Telesecundaria del municipio de Turicato, Michoacán.
Según los reportes dados a conocer en estas páginas, tiraron techos, paredes y destruyeron no pocos cimientos. Después incendiaron dos aulas de madera y azuzaron las llamas con libros, pizarrones, pupitres, computadoras, uniformes y equipos de oficina.Eran escuelas públicas y la educación que se impartía era laica. Ese grupo había anunciado su acto criminal meses atrás y cumplió con lo que llamó su derecho a la religión.
Las autoridades municipales, estatales y federales llegaron como de costumbre… cuando todo se había consumado. No quedaba piedra sobre piedra.
¿Será esa la política del México del siglo XXI? ¿La de la omisión de la autoridad ante la barbarie? ¿La indolencia frente los derechos elementales de los ciudadanos? ¿La que permita atentar contra el Estado laico y el derecho a la educación?
¿Qué sigue? ¿La quema de casas de los que quieran ejercer su derecho a la educación laica provista por el Estado?
Los terroristas de Turicato también advirtieron hace tiempo algo más preocupante: que aquellos que no forman parte de su secta y a quienes consideran
impurosdeben ser expulsados de la comunidad y eventualmente de este mundo por ser representantes de
las fuerzas del mal.
La indolencia de las autoridades ante la destrucción de escuelas laicas y ante las amenazas de grupos terroristas es uno de los grandes enemigos de la democracia y el principio de la barbarie. En política errores de omisión como los cometidos en Turicato también son crímenes.
Hace más de medio siglo, el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca ocurrió un hecho insólito: el general español José Millán Astray gritó una frase que lo haría famoso y cuyo eco oscuro al parecer llega a nuestros días: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! o ¡Muera la intelectualidad, viva la muerte! según otra versión.
El general resumió como no se había hecho nunca, la esencia del fascismo. También ese día al contestarle a Millán Astray un poeta, poeta tenía que ser, nos regaló toda una lección moral. Con asombroso valor Miguel de Unamuno le dijo al militar: venceréis porque tenéis la fuerza bruta pero no convenceréis porque les falta la razón y el derecho en la lucha. Y así ocurrió: los fascistas no convencieron pero vencieron. Fusilaron disidentes ¡y escuelas! Sí, los pelotones de fusilamiento franquistas también disparaban contra las escuelas vacías.
La secta de la Nueva Jerusalén que se opone a la educación laica, ¿seguirá venciendo al estado de derecho?
Hace más de medio siglo, el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca ocurrió un hecho insólito: el general español José Millán Astray gritó una frase que lo haría famoso y cuyo eco oscuro al parecer llega a nuestros días: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! o ¡Muera la intelectualidad, viva la muerte! según otra versión.
El general resumió como no se había hecho nunca, la esencia del fascismo. También ese día al contestarle a Millán Astray un poeta, poeta tenía que ser, nos regaló toda una lección moral. Con asombroso valor Miguel de Unamuno le dijo al militar: venceréis porque tenéis la fuerza bruta pero no convenceréis porque les falta la razón y el derecho en la lucha. Y así ocurrió: los fascistas no convencieron pero vencieron. Fusilaron disidentes ¡y escuelas! Sí, los pelotones de fusilamiento franquistas también disparaban contra las escuelas vacías.
La secta de la Nueva Jerusalén que se opone a la educación laica, ¿seguirá venciendo al estado de derecho?
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