A los maestros de religión no les afectan los recortes. La Iglesia los pone a salvo. Lejos de padecer el aumento del horario lectivo que afecta al resto del profesorado de los centros públicos (que pasan a impartir 25 horas semanales), estos docentes que acceden al empleo designados a dedo por el obispo de turno y no se someten al proceso selectivo de la Consellería de Educación, no solo imparten menos horas, sino que en algunos casos cobran más que ellos.
En la Relación de Puestos de Trabajo (RPT) propuesta en la provincia de Lugo para los maestros de religión queda claro que, pese a que se les contrata a tiempo completo —esto es, por 37,30 horas semanales— imparten a lo sumo 13,30 horas. Esta es la jornada semanal que debe realizar, por ejemplo, el maestro de religión de Begonte.
Como el profesor designado por el obispado para este municipio lucense tiene que desplazarse a dos centros, le corresponde un número de horas de reducción de jornada por “itinerancia”, con lo que las clases que impartirá a lo largo de la semana se verán reducidas a las 13,30 horas mencionadas. Y se dan casos en los que estos docentes acuden —cumpliendo esa itinerancia— a un centro que cuenta ya con profesor de esa misma materia. Esta reducción de jornada atribuida en función de los kilómetros de desplazamiento que tenga que realizar el docente, está regulada por la Consellería de Educación.
En el currículum de primaria se establece que estos maestros deben impartir una o dos horas, diarias dependiendo del curso. Para los centros “incompletos” —en los que están unificados dos o más cursos—, se establece una hora y media diaria de religión o bien una hora una semanal y dos horas la siguiente, según consta en la orden de 9 de julio de 2007 publicada en el Diario Oficial de Galicia (DOG). En el caso de educación infantil las clases de religión ocupan a su titular siempre una hora diaria, como consta en la orden de la Consellería de Educación de 10 de julio de 2009.
El docente de A Fonsagrada, municipio con dos unidades de infantil y seis de primaria, tiene que esforzarse menos que el de Begonte. En este caso, el maestro de religión imparte dos horas de clase a la semana en infantil (una en cada unidad) y nueve más repartidas entre las seis aulas de primaria. En total, 11 horas semanales. Pese a la reducida jornada con respecto a la del resto de docentes de otras materias, sus sueldos (más de 24.000 euros anuales en secundaria) superan al de funcionarios.
Pero mientras los de religión disponen de una jornada llevadera, muchos maestros de otras asignaturas —que han accedido a su plaza mediante oposición— imparten sus clases en cursos de entre 20 y 25 alumnos (como consecuencia del aumento de la ratio estipulada por los recortes) a lo largo de 20 horas lectivas semanales. Y se dan situaciones curiosas, como el hecho de que un profesor de secundaria de religión destinado en cualquier instituto de Galicia gane más que un maestro con 18 años de servicio.
En la resolución publicada por la Consellería de Educación en el DOG del pasado febrero, queda claro que el requisito de los profesores de religión para acceder al sistema educativo público es el de haber sido “propuesto por la autoridad de la confesión religiosa para impartir esta enseñanza”. Sin el visto bueno del obispado, nadie puede impartir esta asignatura.
Pero mientras en otras comunidades españolas se exigen desde 2007 tanto la declaración eclesiástica de idoneidad como la de competencia académica de la administración pública para avalar la formación académica del profesor de religión, en Galicia el requisito se reduce a una sola cualificación: la opinión del obispo. Ni rastro de las condiciones de mérito, capacidad y publicidad a las que se someten el resto de profesores. Estas se sustituyen por el aval diocesano que garantiza la “recta doctrina” y el “testimonio de vida cristiana” del docente. Para la Xunta, ambos certificados avalan la formación académica del aspirante.
Los sindicatos alertan de que, aunque en otras asignaturas quedan puestos sin cubrir —no se sustituyen las bajas laborales de hasta 10 días—, Educación cubre, sin embargo, todas las de religión.
El acuerdo de las itinerancias —el cambio de kilómetros por horas libres— lo firmó en 2008 la entonces conselleira socialista Laura Sanchez Piñón para personal funcionario y laboral dependiente de la consellería. Establece que el desplazamiento de hasta 50 kilómetros se compensa con dos horas libres. Desde 51 kilómetros y hasta 100, con tres horas. Desde 101 a 150, con cuatro y a partir de ahí, se compensa con cinco.
El acuerdo también dice que los centros deberán confeccionar los horarios de forma que el profesorado itinerante, que debe aceptar voluntariamente esta condición, “realice los menores desprazamentos posibles en un mismo día y sin que tengan que atender, como norma general, más de tres centros diariamente”. Junto a ello, la norma de la consellería establece que los desplazamientos de los profesores deben de reducirse lo máximo posible y “evitar los innecesarios”, aspecto que no se da en algunos casos ya que se envía a profesores itíneres a centros en los que cuentan ya con maestro de religión.
El gabinete que preside Jesús Vázquez sostiene que el profesorado de religión “está sujeto a lo dispuesto en la LOE, tanto en lo referente a sus sueldos como a la forma en la que es contratado”.
En la Relación de Puestos de Trabajo (RPT) propuesta en la provincia de Lugo para los maestros de religión queda claro que, pese a que se les contrata a tiempo completo —esto es, por 37,30 horas semanales— imparten a lo sumo 13,30 horas. Esta es la jornada semanal que debe realizar, por ejemplo, el maestro de religión de Begonte.
Como el profesor designado por el obispado para este municipio lucense tiene que desplazarse a dos centros, le corresponde un número de horas de reducción de jornada por “itinerancia”, con lo que las clases que impartirá a lo largo de la semana se verán reducidas a las 13,30 horas mencionadas. Y se dan casos en los que estos docentes acuden —cumpliendo esa itinerancia— a un centro que cuenta ya con profesor de esa misma materia. Esta reducción de jornada atribuida en función de los kilómetros de desplazamiento que tenga que realizar el docente, está regulada por la Consellería de Educación.
En el currículum de primaria se establece que estos maestros deben impartir una o dos horas, diarias dependiendo del curso. Para los centros “incompletos” —en los que están unificados dos o más cursos—, se establece una hora y media diaria de religión o bien una hora una semanal y dos horas la siguiente, según consta en la orden de 9 de julio de 2007 publicada en el Diario Oficial de Galicia (DOG). En el caso de educación infantil las clases de religión ocupan a su titular siempre una hora diaria, como consta en la orden de la Consellería de Educación de 10 de julio de 2009.
El docente de A Fonsagrada, municipio con dos unidades de infantil y seis de primaria, tiene que esforzarse menos que el de Begonte. En este caso, el maestro de religión imparte dos horas de clase a la semana en infantil (una en cada unidad) y nueve más repartidas entre las seis aulas de primaria. En total, 11 horas semanales. Pese a la reducida jornada con respecto a la del resto de docentes de otras materias, sus sueldos (más de 24.000 euros anuales en secundaria) superan al de funcionarios.
Pero mientras los de religión disponen de una jornada llevadera, muchos maestros de otras asignaturas —que han accedido a su plaza mediante oposición— imparten sus clases en cursos de entre 20 y 25 alumnos (como consecuencia del aumento de la ratio estipulada por los recortes) a lo largo de 20 horas lectivas semanales. Y se dan situaciones curiosas, como el hecho de que un profesor de secundaria de religión destinado en cualquier instituto de Galicia gane más que un maestro con 18 años de servicio.
En la resolución publicada por la Consellería de Educación en el DOG del pasado febrero, queda claro que el requisito de los profesores de religión para acceder al sistema educativo público es el de haber sido “propuesto por la autoridad de la confesión religiosa para impartir esta enseñanza”. Sin el visto bueno del obispado, nadie puede impartir esta asignatura.
Pero mientras en otras comunidades españolas se exigen desde 2007 tanto la declaración eclesiástica de idoneidad como la de competencia académica de la administración pública para avalar la formación académica del profesor de religión, en Galicia el requisito se reduce a una sola cualificación: la opinión del obispo. Ni rastro de las condiciones de mérito, capacidad y publicidad a las que se someten el resto de profesores. Estas se sustituyen por el aval diocesano que garantiza la “recta doctrina” y el “testimonio de vida cristiana” del docente. Para la Xunta, ambos certificados avalan la formación académica del aspirante.
Los sindicatos alertan de que, aunque en otras asignaturas quedan puestos sin cubrir —no se sustituyen las bajas laborales de hasta 10 días—, Educación cubre, sin embargo, todas las de religión.
Horas libres por kilómetros
Un profesor de secundaria de religión destinado en cualquier instituto de Galicia tiene mayor salario que un maestro con 18 años de servicio. Lo rumian profesores y lo confirman los sindicatos. Aunque trabaje menos de la mitad de horas. Aunque no haya superado, mediante oposición, en mérito o capacidad a otros aspirantes a su plaza. Solo porque lo prefirió un obispo.El acuerdo de las itinerancias —el cambio de kilómetros por horas libres— lo firmó en 2008 la entonces conselleira socialista Laura Sanchez Piñón para personal funcionario y laboral dependiente de la consellería. Establece que el desplazamiento de hasta 50 kilómetros se compensa con dos horas libres. Desde 51 kilómetros y hasta 100, con tres horas. Desde 101 a 150, con cuatro y a partir de ahí, se compensa con cinco.
El acuerdo también dice que los centros deberán confeccionar los horarios de forma que el profesorado itinerante, que debe aceptar voluntariamente esta condición, “realice los menores desprazamentos posibles en un mismo día y sin que tengan que atender, como norma general, más de tres centros diariamente”. Junto a ello, la norma de la consellería establece que los desplazamientos de los profesores deben de reducirse lo máximo posible y “evitar los innecesarios”, aspecto que no se da en algunos casos ya que se envía a profesores itíneres a centros en los que cuentan ya con maestro de religión.
El gabinete que preside Jesús Vázquez sostiene que el profesorado de religión “está sujeto a lo dispuesto en la LOE, tanto en lo referente a sus sueldos como a la forma en la que es contratado”.
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