Los maestros
¿Protagonistas del cambio y modernización del sistema educativo?
Luis Hernández Montalvo
En el Salón de Recepciones de
Palacio Nacional, se han reunido un grupo selecto de personas y personajes del
más alto nivel en la conducción del Estado y el gobierno de la República
mexicana.
En un acto solemne; el Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, asiste a la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica. Es la mañana del 18 de mayo de 1992. De manera puntual han llegado los Presidentes de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados.
Un lugar especial ocupan en tan
espacioso lugar de la sillería los señores Gobernadores de las entidades
federativas, el señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
la señora Secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación, Elba Esther Gordillo Morales -designada por el Presidente Carlos
Salinas de Gortari desde mayo de 1999. El cacicazgo más largo en el Sindicato-,
los miembros del Comité Ejecutivo Nacional y los Secretarios Generales de las Secciones
del SNTE en el país. Otros maestros presentes llegaron como comisionados y
asistentes de los líderes y funcionarios, pero nada más.
En el discurso del Señor Presidente se reconoce la trayectoria de los maestros del país y sus interlocutores son los líderes del SNTE, los representantes de un sindicalismo con poca o nula representación de sus representados. En el discurso, se les pide a los maestros nuevos esfuerzos y se comprometen apoyos del gobierno que nunca llegaron, porque los firmantes del Acuerdo tenían otros intereses que no eran y no lo son, la educación pública. En nombre de los que “…trabajan con nuestros hijos”, se firman acuerdos, pactos y alianzas, justo quienes tampoco “transmiten conocimientos” y por lo tanto; tampoco hicieron ningún esfuerzo por mejorar la educación.
El Acuerdo Nacional refleja una
visión de nuestros problemas en educación pública con la que podemos o no estar
de acuerdo, pero es un diagnóstico.
Estas reformas del Acuerdo pactado
hace veinte años, necesitaban de “ciudadanos con convicción, determinación y
entusiasmo dispuestos a servir a otros, a formar a otros”. El discurso y la
retórica presidencial no llegó a los maestros de escuela y ni siquiera en
aquellos hombres y mujeres de poder logró entusiasmar; en sus rostros se dibujó
la incertidumbre y la incredulidad, pero también la preocupación que tales
compromisos entrañaban.
De dicho Acuerdo Nacional, llama
la atención uno de los apartados que plantea “la revaloración de la función
magisterial”. Significa que a estas alturas algo no estaba funcionando con el
trabajo de los maestros, a pesar de la retórica política.
Desde luego que si el gobierno requería de un
nuevo rol de los maestros, entonces era necesario revisar todo el sistema
formador de docentes y algunos esfuerzos se hicieron, pero no los suficientes y
mucho menos de los que requería para modernizar a las escuelas normales y las
demás instituciones encargadas de la formación docente como la Universidad
Pedagógica Nacional.
Pero en tanto las escuelas
normales formaban a los nuevos maestros encargados de modernizar el sistema
educativo, era urgente contar con un programa de Actualización, capacitación y
superación del magisterio en servicio y nuevamente, algunos esfuerzos se
hicieron, pero los presentes en la firma del Acuerdo Nacional, los gobernadores
y los posteriores Secretarios de Educación de las entidades del país, desviaron
los recursos destinados para tal fin y en no pocas ocasiones, los escatimaron a
tal grado que el programa no pasó de una buena intención del gobierno federal.
Y como cebo para pescar “el
entusiasmo” del magisterio, se les prometió revisar el salario de los maestros
de educación básica, para establecer el “salario profesional”. Han transcurrido
20 años y aún no sabemos en qué consiste “el salario profesional”; luego vinieron
las promesas de los programas de vivienda y el establecimiento de “Carrera
Magisterial”, que conforme transcurrieron los primeros años, se pervirtió un
programa destinados a los profesores que buscaba estimular su desempeño en las
aulas, para favorecer a los que hacían carrera sindical y política. Otra vez
los maestros quedaron excluidos de los beneficios de los programas que buscaban
“Revalorar la función magisterial”.
Luego vinieron los primeros
exámenes a los estudiantes de educación básica y alguien acuñó la frase “México,
país de reprobados” y de ahí en adelante, al maestro no solo no se le revaloró
socialmente, sino que se le fue haciendo responsable de los fracasos de toda la
política educativa; alcanzando niveles de intolerancia contra el trabajo de los
maestros y se orquestaron campañas de desprestigio, fundamentalmente por las
televisoras y en casi todos los medios de comunicación.
Un magisterio humillado,
acorralado y sin contar con una fuerza que lo representara en sus intereses
profesionales, y amenazado en su estabilidad laboral, decidió recorrer su propio camino, y emprendió luchas
y demandas, que lo único que han provocado, es un mayor cuestionamiento; sobre
todo, de los medios de comunicación y de
los organismos empresariales, que ven la oportunidad de privatizar franjas importantes
de la educación pública; y por lo tanto, ya llegamos a un punto en el que los
pactos y las alianzas políticas no son suficientes para salir de una crisis que
es más profunda y más penosa de lo que piensan los ingenieros de diseñar
sexenalmente las políticas públicas del sector, se trata entonces de
transformar las estructuras burocráticas por otras que den paso a los maestros
y puedan ser “protagonistas del cambio y la modernización del sistema educativo”.
(4-06-2012) hernandez_luis21@yahoo.com.mx
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