La Jornada
Jueves 4 de abril de 2013
En la iniciativa de reformas a los artículos 3 y 73 de la Constitución
aprobadas hace unas semanas, el gobierno federal priísta reconoce, como de
paso, en una frase elusiva, un hecho histórico y político de enorme
trascendencia… y gravedad. Dice que el sistema educativo nacional ha debido
contender con adversidades de diversa índole, una de ellas ha sido la
constituida por las prácticas indebidas y frecuentemente lesivas a la dignidad
magisterial.
Pero lo padecido por cientos
de miles de maestros mexicanos (no por un etéreo sistema educativo nacional) no
han sido meras prácticas indebidas y frecuentemente lesivas de la dignidad
magisterial, sino un sistema impuesto desde 1945 por el PRI que ha lesionado,
además de la dignidad de los maestros, la posibilidad de su desarrollo
profesional y personal, sus condiciones laborales y de vida, y ha anulado su
derecho a la libre organización sindical. Más aún, para imponer este sistema, los
gobiernos priístas acudieron de manera sistemática a las peores formas de
represión.
Esta historia ha sido contada
en varios libros e innumerables artículos y ensayos. Muchos investigadores,
entre ellos, por ejemplo, Luis Hernández Navarro (en Cero en conducta: crónicas
de la resistencia magisterial) y Gerardo Peláez (en su Historia del
SNTE), la han documentado y han mostrado cómo la opresión de los maestros
por parte del Estado nunca ha sido aceptada dócilmente por todo el magisterio;
por el contrario, ha sido enfrentada con dignidad y arrojo por amplios sectores
de este gremio.
La remoción de la líder del
SNTE por un ajuste de cuentas dentro de los grupos políticos que controlan a
este país, los graves errores de los gobiernos panistas de los pasados 12 años
y la incapacidad del gobierno federal para elaborar un proyecto de reforma
educativa sólido, pertinente y de calidad (para usar su lenguaje), han
desembocado en estos días en una situación de verdadera crisis.
En la misma iniciativa de
reforma constitucional, presentada por el gobierno federal, se reconoce que el
magisterio ha expresado inconformidades, pero mencionan sólo las originadas por
las maldades de las evaluaciones impuestas por los gobierno panistas, y las
enfrentan con la promesa de que ahora esas evaluaciones serán justas y
técnicamente sólidas. Al plantear como meta lograr evaluaciones justas se está
reconociendo que esas evaluaciones irrumpen en el espacio de los derechos
individuales y no tendrán sólo nobles fines formativos; además, al poner en el
centro de atención el aspecto técnico, cancelan el debate, fundamental, de los
criterios filosóficos y políticos de la evaluación y la educación.
Reconocen también el reclamo
del magisterio y de la sociedad que exigen la dignificación de la profesión
docente. Pero han obviado por completo un asunto trascendental, esencial para
esa dignificación y para otros valiosos fines: la inaplazable democracia del
sindicato, una demanda central de la lucha que ha dado la CNTE a lo largo de
más de 30 años.
Al desconocer a la líder del
SNTE, el gobierno federal alteró el escenario político nacional y, por
supuesto, el del magisterio. Cabe preguntarse si lo hizo con una estrategia en
mente y cuál es esa, pues la dirigencia que impuso en el sindicato no tiene la
posibilidad de continuar con el control que ejercía el grupo defenestrado, y
menos en medio del conflicto generado por las impertinentes reformas a la
Constitución indebidamente llamadas reforma educativa.
La CNTE y otros grupos
independientes del magisterio han pasado a ocupar un lugar central en la lucha
por una auténtica reforma educativa; la han planteado hace mucho tiempo, pero
el férreo control ejercido por la dirección del sindicato, en colusión con los
gobiernos del PAN y del PRI, y la imposición de proyectos tecnocráticos
dictados por los economistas de organismos internacionales, han cerrado la
posibilidad de avances en esta materia.
En estos momentos, la lucha de
la CNTE por la democratización del sindicato adquiere nuevo vigor y posibilidades
de avanzar. La sociedad entera ha prestado atención a las escandalosas
condiciones que la dirigente del sindicato construyó impunemente para su
beneficio y el de sus allegados vendiendo su capacidad de controlar al
magisterio. Pero esta capacidad de control se vio deteriorada por los
escandalosos excesos de La maestra, por su pretensión de ejercer un
poder independiente del gobierno y por la creciente conciencia y activismo de
los maestros mexicanos.
Sin el apoyo ilegal que los
gobiernos priístas y panistas han dado a los cacicazgos que sojuzgan a los
maestros desde hace casi 70 años, ese control hubiera sido imposible. La
democratización del sindicato la hacen los maestros, su postura ante el
gobierno federal es exigir que respete sus derechos, que actúe con apego a las
leyes. Esta es la demanda que hacen los maestros de la sección 9 del SNTE,
militantes de la CNTE, en la marcha que hoy realizan en esta ciudad, y a
quienes un acto ilegal de la autoridad les niega el reconocimiento como
dirigencia seccional. Por supuesto, la prensa, la radio y la televisión
comerciales, y los intelectuales de derecha que alardean de ser paladines de la
democracia y la libertad, los acusarán de entorpecer la circulación de los
automóviles y crímenes semejantes. Por tratarse de maestros izquierdosos y
ruidosos no les reconocen siquiera el derecho a exigir el cumplimiento de la
ley, ni el mérito de luchar por la democracia sindical, parte esencial de la
verdadera democracia del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario