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Foto: Archivo - |
México.- A punto de cumplir 67 años de edad, Elba Esther Gordillo está viviendo el ocaso de la influencia política a la que nos acostumbró durante más de dos décadas.
Hace un sexenio, La Maestra aún tuvo ocasión de elegir con qué partido se acomodaría por los siguientes seis años. Rota su alianza con Roberto Madrazo —y con el PRI que éste llegó a dominar—, Gordillo emprendió negociaciones tanto con el PAN como con la izquierda, ofreciendo a ambos su músculo político.
En enero del año pasado, Andrés Manuel López Obrador reveló durante un mitin en Nicolás Romero, Estado de México, que la dirigente magisterial trató de establecer un compromiso político con él, en vísperas de su primera campaña presidencial.
“Quería la cacique sindical, Elba Esther Gordillo, llegar a un acuerdo conmigo y le dije no, porque queremos llegar, pero con nuestra integridad y con nuestros principios, no dejando trozos de dignidad en el camino”, afirmó López Obrador.
Pero Gordillo todavía tenía opciones. Se volvió hacia el PAN y, tal como lo había hecho con Vicente Fox y su corte de intelectuales orgánicos, alcanzó un acuerdo con Felipe Calderón.
Se puede especular qué tan importante fue ese apoyo para el triunfo de la candidatura de Calderón —a la luz de la famosa llamada telefónica al entonces gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández, por ejemplo—, pero lo innegable es que la alianza política de Gordillo con el PAN se materializó en distintas formas.
Cargos como las direcciones de la Lotería Nacional y el ISSSTE, así como una subsecretaría de Educación Pública, fueron puestos a disposición de La Maestra, creo que a cambio de muy poco.
Sin duda, Gordillo dio su brazo a torcer en la firma de la Alianza para la Calidad de la Educación, pero, en los hechos, los alcances de ese acuerdo han sido sumamente limitados por la falta de una legislación que acabe de una vez por todas con la herencia de plazas de maestros y los mecanismos de negociación entre el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la SEP.
Elba Esther Gordillo y el SNTE lograron sortear la ola de reformas económicas que arrasó al continente en los años 90 y dio al traste con el poder de muchos sindicatos y organizaciones corporativas que estaban en la base del régimen priista.
También resistieron la salida del PRI de Los Pinos, en 2000, gracias a sus alianzas políticas camaleónicas y una estrategia de colonizar las estructuras de gobierno de la educación básica.
La dirigente magisterial aplicó la máxima de Benito Mussolini, quien afirmaba que “el sindicato no puede ser un fin en sí mismo”, y convirtió al SNTE en una estructura para conquistar el poder.
Muy a tiempo advirtió el derrumbe del PRI y se involucró en el Grupo San Ángel, donde trabó una relación con intelectuales como Jorge Castañeda, que capitalizaría años después.
Simultáneamente, se metió en campañas electorales, aprovechando que no hay una sola comunidad del país sin una escuela y al menos un maestro, una estrategia que culminó con la formación de su propio partido político, Nueva Alianza (Panal), en 2005.
Asimismo, se dedicó a la colonización de la burocracia educativa, al punto de que hoy una veintena de secretarios de educación en los estados, además de incontables subsecretarios y directores del mismo ramo, llegaron a sus puestos gracias a ella.
Sin embargo, el modelo que hizo exitosa políticamente a Elba Esther Gordillo ya tiene visos de agotamiento.
Los intelectuales no rinden pleitesía a La Maestra como lo hacían antes. Quizá éste sea el sexenio en que se haya visto el menor número de intelectuales cercanos a la Presidencia de la República, y yo me atrevo a decir que eso mucho tiene que ver con el desprestigio de Elba Esther.
Y si bien el Comité Ejecutivo del SNTE sigue siendo un ámbito de cohesión de los intereses gordillistas, la lealtad a La Maestra ha comenzado a resquebrajarse en algunas de las secciones sindicales más grandes del país, como la 32 (Veracruz), donde la familia Callejas, que ha dominado ese feudo magisterial por largo tiempo, ya está exigiendo mayores espacios de poder.
El frustrado regreso de Gordillo a los brazos del PRI —vía el acuerdo de coalición entre el tricolor y el Panal, suscrito en noviembre pasado— es el último ejemplo de su poder declinante.
Militantes priistas de diversos estados donde se había concretado la coalición reprocharon a su dirigencia nacional haber cedido espacios al Panal, incluso en lugares donde el PRI jamás ha requerido de vejigas para nadar.
Priistas de larga trayectoria, como el senador Francisco Labastida, argumentaron que el partido perdería más de lo que ganaría en caso de mantenerse la alianza suscrita con La Maestra, en tiempos en que Humberto Moreira, había alcanzado la gubernatura de Coahuila gracias al apoyo de ésta.
Simultáneamente, el partido de Gordillo complicó la situación al impulsar las candidaturas de conocidos priistas en estados y distritos no contemplados en la coalición, en un aparente intento de forzar más posiciones para el Panal en dicha alianza.
Por si fuera poco, varios cuadros sindicales en los estados donde sí se había concretado la coalición se quejaron de que los únicos considerados para ocupar las candidaturas comunes fueran parientes o personajes cercanos a La Maestra, como su yerno, el ex subsecretario de Educación Básica Fernando González Sánchez, quien aspiraba a ser senador por esa vía.
Otro elemento en el cálculo del PRI para romper, el viernes pasado, la coalición con el Panal es la posibilidad de que la investigación que inevitablemente se realizará sobre las cuentas que dejó González Sánchez en la SEP le estalle en la cara.
Así se esfumó, en unos cuantos días, la alianza del PRI con el Panal, cosa que ha dejado a Gordillo en la orfandad política.
¿Qué le queda en este año electoral? La alianza, aun de facto, con López Obrador está descartada. El aspirante del Movimiento Progresista ha dicho que uno de sus objetivos, en caso de ganar la Presidencia, será acabar con el cacicazgo de La Maestra.
Tampoco parece tener mucho más margen de maniobra en el PAN, pues está distanciada, por no decir peleada, con dos de los tres aspirantes que buscarán la candidatura de su partido el próximo 5 de febrero, entre ellos la favorita para ganar la contienda interna, la ex secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.
Este panorama parece configurar una nueva candidatura presidencial propia de Nueva Alianza, como la de Roberto Campa en 2006. Los partidos con registro tienen la obligación de postular candidato presidencial, por lo que es muy probable que veamos otra candidatura de paja del Panal, sólo para cumplir el expediente.
Hace seis años, la falta de respuesta a la candidatura de Campa —cuya campaña fue sacrificada en aras de una alianza de facto con el PAN— llevó al Panal a desarrollar una estrategia publicitaria nacional de última hora que pedía a los votantes otorgarle “uno de tres” votos (es decir, cruzar su emblema ya sea en la boleta de Presidente, diputado o senador) para rescatar algo de lo perdido.
Ese “uno de tres” acabó siendo “dos de tres”, pues hubo una enorme diferencia entre los votos que obtuvo Nueva Alianza en las elecciones de diputados federales (4.54%) y senadores (4.05%), por un lado, con la de Presidente de la República (0.67 por ciento).
La diferencia de votos entre las primeras dos elecciones y la tercera superó el millón de votos. Diferencia, por cierto, casi idéntica a la que tuvo el PAN entre los sufragios que consiguió en la elección presidencial (15 millones) y las elecciones de diputados y senadores (13.7 millones y 13.8 millones, respectivamente).
¿Podrá Elba Esther Gordillo volver a usar su músculo electoral a favor de uno de los tres principales candidatos a la Presidencia?
Los datos indicarían que no, que el poder de La Maestra como factor de decisión está llegando a su fin, al menos como lo hemos conocido en años recientes. Sin embargo, eso dependerá en última instancia de que haya quien quiera creer que ella y su partido pueden aportar algo equivalente a lo que después exigen a cambio. Por ahora el PRI parece haber dicho definitivamente no. |
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