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martes, 6 de agosto de 2013

Contra el pensamiento complejo Pablo Arango

Contra el pensamiento complejo

A propósito de la visita del filósofo Edgar Morin a Colombia nos pareció importante darle a nuestros lectores un antídoto contra esta oleada de pensamiento complejo. Este artículo se publicó en nuestra edición número 80.  
 
 
Que don Mario Calderón Rivera —ex embajador en Grecia, belisarista de vieja data, ex director del Banco Central Hipotecario en los buenos viejos tiempos, conservador progresista si los hay, ex presidente de la Cámara de Comercio de Manizales, etc.— hubiera introducido el foro de aspirantes a la rectoría de la Universidad de Caldas (en noviembre de 2006) diciendo que la necesidad fundamental de nuestras academias era “la investigación interdisciplinaria, el pensamiento complejo y sistémico” prendió mi alarma. No porque no supiera ya que el pensamiento complejo y sus males colaterales (el pensamiento sistémico y la interdisciplinariedad, que después de un breve examen resultan indistinguibles entre sí) son enfermedades peligrosas, sino porque, si don Mario Calderón había sucumbido, estábamos ante una epidemia y, probablemente, ante el catastrófico triunfo de la peste. Entonces elaboré dos hipótesis: o a don Mario Calderón le estaba dando mal de alzheimer, o eran las universidades y el mundo académico en general los que estaban en mal estado, y a reliquias como don Mario no les quedaba más remedio, si querían hacerse oír, que usar el nuevo léxico sintomático. Opté por esta última, pues ese mismo día hablé con don Mario y, exceptuando las referencias alucinadas a la complejidad, su mente estaba casi en perfecto estado.
Surgió en mí la absurda esperanza de que un artículo crítico pudiera contribuir, si no a erradicar el virus (lo cual quizás sea imposible), por lo menos sí a frenar su expansión y, quién sabe, a inmunizar algún lejano rincón. Decidí, pues, meterle la mano a la cepa original, a las ideas de Edgar Morin. Las referencias a este “pensador” aparecen en todas partes y, sobre todo, en las propuestas para reformar las universidades en Colombia y América Latina. En particular, el documento “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, un trabajo encargado por la unesco, se ha constituido en uno de los pilares de las reformas curriculares de los últimos años. El tono de las propuestas de Morin y sus seguidores es grandilocuente y da la impresión de que estamos asistiendo a una verdadera revolución filosófica y científica. Por ejemplo, al final de su tratado en cuatro tomos, dice:
 
Final y fundamentalmente, necesitamos que se cristalice y arraigue un paradigma de complejidad. Todo esto no es únicamente un problema profesional para filósofos y epistemólogos. El problema cognitivo es el problema cotidiano de todos y cada uno. Su importancia política, social e histórica resulta decisiva. Esto es lo que da un sentido, reconozco que desmesurado, a la misión que me he encomendado (El método IV, Editorial Cátedra, 1992, p. 256).
 
Tenemos aquí un raro momento de lucidez en el que nuestro pensador parece darse cuenta de la desproporción de sus pretensiones. Pero no nos llamemos a engaño, lo que Morin quiere decir es que la tarea en la que se ha embarcado es tan enorme y trascendental que un único hombre, por genial que sea, no puede realizarla (uno de los innumerables sitios de internet dedicado a Morin, www.edgarmorin.com, tiene como eslogan: “Edgar Morin. El pensador planetario de las luciérnagas luminosas”).
 
Lo primero que llamó mi atención fue que, siendo tan obvio el problema y, por tanto, la solución, en las universidades colombianas casi todas las propuestas de reforma partieran de abstrusos problemas filosóficos. Nuestras universidades tienen en general cuatro deficiencias básicas: profesores y estudiantes de regular calidad, y una pésima dotación de bibliotecas y laboratorios. Pero, en lugar de enfrentar estas carencias elementales, nos dedicamos a realizar la revolución epistemológica del “nuevo paradigma de la complejidad”.
 
Antes de diagnosticar el mal, es conveniente mostrar los efectos que ya se dejan notar en las propuestas educativas. La idea central es que, por algo así como la ruina del “paradigma occidental”, la educación en América Latina necesita una revisión “desde sus fundamentos epistemológicos”. Así se expresa, por ejemplo, el doctor Gonzalo Gutiérrez en su conferencia “Educación, investigación y políticas en una perspectiva de pensamiento complejo”: “... la educación, en todo el mundo y particularmente en los países de nuestra región latinoamericana, se encuentra en una crisis de sentidos y de prácticas que claman por una refundación”1.
 
En otro artículo, que lleva el revelador subtítulo “Alquimia política”, Ramón E. Azócar dice: “Debido al prestigio multidisciplinar de que goza [Morin], el gobierno francés le encargó la reforma del sistema educativo en Francia”2.
 
Colciencias, institución siempre atenta a los “cambios de paradigma”, no sólo estimuló la creación de la Red Colombiana de Pensamiento Complejo, sino que la alojó en su red. Allí se podía leer (tomé el archivo el 17 de junio de 2003): “Edgar Morin, basado en la teoría de la información y de los sistemas, la cibernética y en los procesos de autoorganización biológica, construye un método que intenta estar a la altura del desafío de la complejidad. Según Morin estamos en la prehistoria del espíritu humano y sólo el pensamiento complejo nos permitirá civilizar nuestro conocimiento... ideas: Naturaleza humana multidimensional, lógica generativa, dialéctica y arborescente. Auto-eco-organización: el to-do está en el interior de la parte que está en el interior del todo... El Universo es un cocktail de orden desorden y organización. A partir de la Auto-eco-organización que va incluyendo todos los aspectos el sujeto emerge al tiempo con el mundo y así sujeto y objeto aparecen como dos emergencias inseparables de la relación sistema autoorganizador-ecosistema... Se puede superar la tragedia del pensamiento (incertidumbre) con un metanivel”3.
 
En un “estudio” contratado por el Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, los doctores Marco Velilla, Raúl Gómez, Yuri Romero y Juan C. Moreno dicen: “Una de las propiedades fundamentales que debe tener el Sistema de Educación Superior es la capacidad de conducir a estudiantes y profesores a la generación y contextualización del conocimiento. Es decir, a que tengan como dice Edgar Morin ‘una cabeza bien hecha, antes que una cabeza bien plena’. Podemos interpretar esta idea como la necesidad de fortalecer en la formación la aptitud interrogativa y la capacidad de vincular el conocimiento a la duda... A este estado de cosas se llega sólo a través de responder los interrogantes que no han cesado de agitar la conciencia humana y que todo espíritu debe plantearse: ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿De dónde venimos? y ¿Para dónde vamos?”4. No es por aguar la fiesta, pero muchos hubiéramos podido escribir esto sin movernos del escritorio.


2. http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/9544995.asp


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