En junio 21 si no estoy equivocado, graduamos 152 normalistas, de aquellos que estudiábamos tres años después de la secundaria; muchos estuvimos en esa Escuela Normal del Estado, desde la secundaria en lo que hoy es el edificio de la Facultad de leyes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Los más jóvenes como Victor Hugo Rascón, tenían 17 años, otros tenían 22, yo ya cumplía los 20 ( porque duré cinco años en la secundaria- era un campeón en faltas), pero todos muy contentos de haber terminado la carrera de profesor.
No a todos nos dieron la plaza correspondiente en agosto y por eso iniciamos un movimiento que se convirtió en un plantón permanente frente a Palacio de Gobierno de septiembre a noviembre. Las últimas plazas las entregaron en diciembre. Fui de los diez últimos.
Me imagino que los agentes de gobernación - que había muchos en la Normal de esos tiempos- tenían las listas negras bien actualizadas. Antes de irme a la región de Casas Grandes, dos de ellos hablaron conmigo como mis amigos y maestros para advertirme de los peligros de la rebeldía en ese año precisamente.
Habíamos realizado muchas marchas, una desde Delicias y amenazamos con meternos al desfile del Día 20 de noviembre, pues quedábamos todavía muchos y teníamos el apoyo de las Normales Rurales y otras organizaciones de profesores y de obreros.
El General Giner Durán había dicho que: ¿Para qué queríamos plaza, para ir a hacer guerrillas o para acostarse las compañeras con los campesinos?- era un viejo muy torpe y prepotente, no creo que tenga buen descanso después de haber muerto.
Fue una generación luchadora y de grandes talentos, Victor Hugo fue uno de ellos, pero muchos hicieron carreras universitarias y combinaron la docencia con el ejercicio profesional en otras ramas.
Son cincuenta años de experiencias y de recuerdos, la mayoría buenos recuerdos en las aulas y en las luchas sociales, algunos de dolor por haber perdido compañeros valiosos en las lides de la vida luchadora. Los que aún quedamos somos abuelos y bisabuelos que pasamos parte de la vida siendo buenos profesores o siendo funcionarios, pero creo, pensando que nuestra ocupación era lo que mejor podía ayudar a la sociedad. No juzgo, no señalo, solo recuerdo cuando fuimos jóvenes y tuvimos sueños, sueños de ser maestros, sueños de hacer la revolución.
Enhorabuena a la Generación de normalistas del 1965.
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