De ecclesia lascatorum": La Iglesia de los "lascados" Leonardo Boff
2015-06-17
   Tal vez algunos se sorprendan ante semejante título: De Ecclesia Lascatorum, la Iglesia de los "lascados", la Iglesia de los invisibles de la sociedad. Al final de mi libro Iglesia: carisma y poder (1982) prometía una continuación con el título De severina Ecclesia: "la Iglesia severina", es decir, la Iglesia de los humildes y pobres,  llamados «severinos» en el Nordeste de Brasil. Nunca pude escribir tal  libro, si bien el Card. Joseph Ratzinger, entonces Presidente de la  Congregación para la Doctrina de la Fe, que juzgó aquel libro mío, cada  cierto tiempo pedía información sobre si el libro anunciado había sido  publicado o no. Temía por la ortodoxia del texto, pues el tema de los  pobres siempre da miedo a los portadores de poder.
 Pero hete aquí que ahora aparece un libro que concreta aquel propósito  mío de antaño. Ha sido elaborado de una forma profundamente espiritual,  cjava-scriptdora y convincente por mi querido y recordado cofrade fray  Lency Frederico Smaniotto, llamado en el seminario cariñosamente  «Bambio» o «Cascudo», fallecido recientemente. 
 Quien quiera conocer la radicalidad de un franciscano que tomó en serio  el mensaje innovador del Concilio Vaticano II, los documentos del  episcopado latinoamericano de Medellín y de Puebla, la opción radical  por los pobres y olvidados y la teología de la liberación, que lea este  libro. Que contenga las lágrimas porque su saga provoca tal conmoción,  por la coherencia, afectuosidad, humildad, coraje y espiritualidad  franciscana que sólo encuentra paralelo en el padre Alfredinho, en fray  Damián, en el obispo de Barra de Bahia, dom Luiz Fernando Cappio, en el  obispo de São Felix do Araguaia, dom Pedro Casaldáliga, y me atrevo a  decir que en el Papa Francisco, entre otros. 
 Fray Lency realizó literalmente lo que el Papa Francisco pidió el 28 de  mayo de 2015 a los franciscanos del mundo entero: que viviesen la  minoridad. Decía el Papa: “minoridad significa salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas y puntos de vista personales; significa ir más  allá de las estructuras –que también son útiles cuando se utilizan  sabiamente–, más allá de los hábitos y de las certezas, para testimoniar una proximidad concreta con los pobres, necesitados y marginados, en  una actitud auténtica de compartir y de servicio”. Fray Lency fue  concretamente un fraile menor que se abajaba hasta la altura de los ojos del otro para mirarlo con el corazón. 
 Escribió el libro De Ecclesia lascatorum sobre una bombona de  gas. En él no trata de hacer teología, sino de testimoniar una mística  junto a los más humillados de este mundo, los siervos sufridores e  invisibles de la sociedad. No ha sido solo escribir sino mucho más  vivir, sufrir junto, recibir golpes junto, ser preso junto, arriesgar la vida junto y alegrarse junto con ellos. Mil luchas y cientos de  derrotas. Pero, como el Maestro, nunca abandonó a los suyos. Siempre se  volvió a levantar y retomó el viacrucis de los humillados, dondequiera  que estuviesen. 
 Pasó por las principales estaciones de la pasión popular en los  distintos Estados de Brasil. Efectivamente, Jesús sigue colgado de la  cruz, goteando sudor y sangre y gritando oraciones a Dios. Fray Lency se asoció a quienes escuchan las lamentaciones del Maestro. Unido a tantos desgraciados procuró bajarlos de la cruz. 
 Estimo que este libro es uno de los testimonios más vivos, más fieles y  más persuasivos de la Iglesia de los pobres, honra de nuestra Iglesia  brasilera y faro que ilumina los caminos de tantos que, compasivos y  solidarios, quieren y no siempre pueden seguir esa misma opción. 
 Pero esta opción está ahí para mostrar que el Evangelio de los olvidados está vivo y puede ser vivido con la radicalidad con que lo vivió  Francisco de Asís, actualizada por Francisco de Roma. Su mensaje es tan  desafiante que ninguna editorial tuvo el coraje evangélico de  publicarlo. Pero habent sua fata libelli decían los antiguos: «los libros, los verdaderos, tienen su destino».
 El libro se completa con escritos de otro fraile, fray David Raimundo  Santos, que se identificó con la población afrodescendiente, abriendo  escuelas y preparando estudiantes para la universidad. 
 Fray Lency, aunque siempre presente, ya no está visible entre nosotros.  Está con sus “lascados”, los que le precedieron en la gloria. Está  finalmente junto al Resucitado que no escondió sus llagas de maltratado. Después de tanta lucha, fray Lency no murió, fue a atender una llamada  de Dios que le susurró: 
 “Mi querido hijo, Lency, ¡cómo te esperaba! Vienes cansado, con el  cuerpo muy gastado. Ahora estás conmigo y te llevaré a la fuente de la  eterna juventud donde todos tus hermanos y hermanas “lascados” te están  esperando. Y cual águila que renueva todo su cuerpo, revivirás. Y más  aún, resucitarás para estar eternamente con nosotros, con esos ‘hermanos y hermanas mías menores’ en los cuales yo estaba presente y en los que  tú me serviste. Ahora ya no padecen, ya no lloran ni se lamentan pues  todo eso pasó”. 
 “Ven, mi querido hijo Lency, ven, te esperaba desde siempre. Cumpliste  tu misión como la mía cuando peregrinaba entre los pobres y necesitados  de Palestina. Ven, quédate con nosotros para siempre, tiempo que no  tendrá fin, en un nuevo Cielo y una nueva Tierra donde ya no habrá más  humillados porque serán todos hermanos y hermanas, mis hijos e hijas  queridos”. 
Página de Leonardo Boff

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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