Las actividades cocurriculares: parches e improvisaciones
Luis Hernández Montalvo
En días recientes he vuelto a las tierras del sur del estado de Puebla; lo hice en una misión de trabajo con referencia a la aplicación de la prueba PISA.
De manera inusual llovía, en estas tierras casi desérticas de la Mixteca poblana. Los recuerdos fueron llegando a mi memoria. En octubre de 1975; -aunque ya trabajaba desde el 1º. De septiembre en Tulcingo de Valle; cabecera municipal del lugar- inicié mi trabajo como profesor de educación primaria foráneo, en aquellos días, apenas cumplía los veinte años.
Para llegar a la Escuela Primaria “Benito Juárez”, de la comunidad de Tlaltepexi; en el municipio de Tulcingo de Valle, tenía uno que hacer un largo recorrido en camiones de segunda clase durante más de cinco horas desde la ciudad de Puebla. Posteriormente, iniciábamos una caminata de más de siete horas para recorrer -según decían los pobladores- más de 21 Km.; recorrido que a veces podía ser peligroso por las bandas de pistoleros que asolaban la región, que era un enclave entre los estados de Oaxaca y Guerrero. Nunca nos pasó nada, siempre fuimos respetados como maestros.
En los primeros días fuimos acompañados por los padres de familia que nos esperaban con algunas bestias para nuestro traslado, pero muy pronto, las necesidades laborales y del servicio, nos hacían viajar por la noche e incluso por la madrugada, a veces íbamos acompañados, otras ocasiones caminábamos solos.
En aquellos días, iniciábamos nuestras actividades con los grupos de niños de primero a tercer grado y por la tarde con los de cuarto a sexto grado; trabajo que realizábamos por el pago de un solo salario de medio tiempo –en diciembre de 1975, recibí mi primer aguinaldo de apenas de 1,630.20 pesos- ya podrán imaginar a cuanto ascendía mi salario mensual.
Pero nuestro trabajo no se reducía en el aula con dos grupos en dos turnos distintos, por la tarde, después de comer, atendíamos a un grupo de personas adultas que querían aprender a leer y escribir y por la noche, se congregaban los alumnos, los padres de familia y en una mesita improvisada, montábamos un proyector de filminas que nos prestaban en la Dirección de Educación Primaria Federal de la ciudad de Puebla; así, se explicaban los pasajes de la guerra de Independencia y de la Revolución Mexicana. Era como un cine al aire libre, gratuito, desde luego.
Adicionalmente a lo anterior, contribuíamos con los trabajadores de la Comisión Nacional para la Erradicación del Paludismo y que consistía en tomar muestras de sangre a todos los enfermos que presentaran las características del contagio, además de suministrar el tratamiento preventivo con las pastillas de quina, que teníamos que verificar que así fuera en el lecho del enfermo, posteriormente, llevar las muestras de sangre al hospital de la Secretaría de Salubridad de Acatlán de Osorio, recoger nuevas laminillas para muestras y los medicamentos de los que resultaban positivos en los estudios y diariamente teníamos que visitar a los enfermos en su cama –habría que decir en su petate- para darles el medicamento en la boca.
Ahora bien, si los salarios eran muy bajos nominalmente, lo cierto es que el poder adquisitivo de los mismos era mayor; pero no dejaba de ser un problema y por entonces, los maestros del Movimiento Revolucionario del Magisterio -MRM-, demandaban aparte de un incremento salarial, por el descongelamiento de los sobresueldo, por el pago de la plaza de tiempo completo –medio tiempo frente a grupo y medio para la planificación- y la unificación del Ciclo Básico de nueve grados –seis de primaria y tres de secundaria-
La Secretaría de Educación Pública respondió con la creación de la “doble plaza”, lo cual se convirtió en un problema, sobre todo para los profesores de la ciudad de México, quienes tenían que trasladarse de una escuela a otra hasta con más de una hora de distancia.
El sindicato –SNTE- aprovechó el mecanismo para el control de los trabajadores, y la doble plaza era peleada entre los amigos e incondicionales de los líderes sindicales, muchas de estas dobles plazas nunca se trabajaron, porque eran entregados a los líderes o a sus familiares. Esto ocurrió en la década de los setenta y años posteriores, por 1986, ante lo insuficiente de la medida por mejorar el salario de los profesores de educación básica, entonces a alguien se le ocurrió crear el llamado “Esquema de Educación Básica”; que consistía en lo sustantivo, en el pago de 8 horas adicionales sobre el salario inicial de los maestros de educación básica. A esta nueva plaza se le llamó:” Plaza de tres cuartos de tiempo”; misma que posteriormente, en los años noventa -1993, Acuerdo Nacional para la Modernización de Educación Básica. –ANMEB-; se incorporó a la categoría “A” de Carrera Magisterial.
Fue en el Esquema de Educación Básica cuando se habló de contribuir con un trabajo adicional de los maestros a lo que llamaron Actividades Cocurriculares y que ahora, con la modificación de los lineamientos de Carrera Magisterial se vuelven a introducir “…como uno de los factores que integran el Sistema de Evaluación de Carrera Magisterial…Se definen como un conjunto de acciones extraordinarias que deberán realizar los participantes en el Programa, que no están incluidas en las funciones que tienen asignadas”.
De esta manera, un maestro con una jornada de 48 horas, deberá realizar actividades cocurriculares por 80 o más horas para lograr apenas 10 puntos. Estos puntajes irán disminuyendo con precisión matemática según se cumplan los tiempos en horas de actividades extra clase, según el factor y la modalidad; con lo cual, se pretende: “…fortalecer el logro académico de los alumnos, una comunidad segura, sana y de convivencia respetuosa entre pares, que ofrezca las condiciones propicias para el desarrollo del proceso enseñanza aprendizaje”. Así es, lo que no se logra en el proceso normal de escolarización, ahora se logrará con el trabajo de las horas de actividades cocurriculares, según lo han previsto los expertos enl a planificación del trabajo docente.
Pues bien, habría que decir que durante el tiempo que duró el llamado Esquema de Educación Básica, las horas extra clase o cocurriculares, quedó en un balbuceo burocrático y no recuerdo que entonces se hayan propuesto: “construir –a partir de las horas extra clase- una comunidad segura, sana y de convivencia respetuosa entre pares…”
Las Actividades Cocurriculares ya cuentan con normatividad para su evaluación, desde la creación de un Plan Anual de Trabajo de Carrera Magisterial –PATCM-, con objetivos extra clase y más allá; con un listado de temas como El Fortalecimiento del aprendizaje; preparación para cambio de nivel educativo; la prevención de las adicciones; comunidad segura; hábitos alimenticios; interacción equitativa y respetuosa; campañas escolares; actividades recreativas; actividades artísticas; actividades tecnológicas; actividades culturales; activación física, entre otras ocurrencias burocráticas.
Me pregunto si alguno de estos burócratas de escritorio, iría a trabajar a una población de extrema pobreza e insalubre, con temperaturas extremas, alejados de las comodidades de las ciudades, con un salario de apenas 300.00 pesos mensuales o lo que hacían mis compañeros que se fueron a trabajar a la sierra norte de Puebla, en donde parte de su salario lo invertían en la compra de cuadernos y lápices porque los padres no tenían dinero para comprarlos, envueltos en trámites burocráticos para hacer llegar los servicios de salud a las poblaciones donde trabajaban y combatir la plaga de la sarna que asolaba a sus habitantes. Todo lo anterior, sin contar que un día salieron huyendo de la persecución de la policía y ejército, por involucrarse en el reclamo de tierras para los indígenas.
Nada de esto saben los que, sin ninguna autoridad moral, se erigen en vigilantes y censores de los maestros. Nuestro trabajo, -y la responsabilidad de lo que debía ser un buen maestro- lo aprendimos en la Escuela Normal Rural de Tenería estado de México, si, nuestro trabajo era de servicio, no una obligación que pudiera intercambiarse por unas monedas.
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