Una telesecundaria sin tele. Profesores que no pasan los exámenes que los acrediten como maestros competentes. Alumnos desnutridos que viven a kilómetros de la escuela más cercana. Delincuentes que enganchan a estudiantes para enrolarlos en las filas del crimen organizado. Un sindicato de maestros que obtiene todo y ofrece muy poco. El gran retrato del sistema educativo mexicano es, sin duda, una historia de película. Por eso ahí viene ¡De Panzazo!
En México la escuela, considerada factor de cambio y de movilidad social, es incapaz de mejorar las condiciones de los estudiantes y sólo contribuye a perpetuar su rezago
Mario Gutiérrez Vega
| domingo, 5 de febrero de 2012 | 00:33
La maestra Rocío Valentín agita con entusiasmo una cubeta azul llena de agua. Con un pequeño cuenco toma el líquido y lo eleva para echarlo de nuevo en la cubeta. Salpica algunas gotas en el suelo de cemento. Repite el ejercicio varias veces y explica a grandes rasgos los elementos que componen la materia. Los rostros de los seis alumnos que integran el grupo no muestran emoción, mucho menos parecen entender la lección: “La materia es todo aquello que ocupa un espacio y que tiene masa”. Tan claro como el agua. La profesora está dando la clase de Ciencias en el segundo grado de la telesecundaria de Tecolcuautla, una pequeña comunidad enclavada en la montaña baja de Guerrero, donde es más frecuente ver un camión de Coca-Cola que un vehículo de cualquier gobierno. Es 20 de mayo de 2009 y las clases transcurren con normalidad en la escuela. Otra vez, como ha sucedido en todo el semestre, Rocío se esfuerza por replicar las imágenes que sus alumnos deberían estar observando en una televisión, tal y como marcan los libros de texto y el programa de estudios de las telesecundarias.
Pero en esta telesecundaria no hay tele.
Sin luz ni señal en la antena no hay una sola pantalla funcionando en el plantel. Los televisores se encuentran guardados en cajas. El aula de segundo grado es un desangelado cuarto con pizarrón, escritorio y pupitres. Las paredes están vacías, por eso la voz de la docente retumba, va y viene en un juego de ecos. En un momento de silencio, los gritos del aula adyacente se cuelan. Rocío tarda en reaccionar, deja la cubeta y sale del salón. También es profesora de primer grado. Su día escolar se consume en un cansado trajín entre los dos salones. Mientras a unos les pone un ejercicio de matemáticas, a los otros les explica las palabras esdrújulas en cinco minutos. Pero este delicado balance se rompe con frecuencia cuando Jesús García, director de la telesecundaria y maestro de tercer grado, se ausenta para atender el papeleo administrativo que le obliga la Secretaría de Educación del estado de Guerrero. Entonces, Rocío corre entre los tres salones para atender a los 52 alumnos de la escuela. Es tal su agitación que por momentos ya no sabe si con los de segundo estaba en historia o en español.
Desde hace tiempo, la sociedad de padres de familia de la telesecundaria comenzó a solicitar tres profesores en el plantel y salones adecuados para sustituir a la vieja comisaría de adobe donde por más de cinco años se impartieron clases. Una de las peticiones se cumplió en febrero de 2007 al concluir la construcción de nuevas instalaciones para la telesecundaria. Sin embargo, la ilusión desapareció de inmediato cuando los papás observaron que la edificación carecía de luz, baños, agua, cerca perimetral y que la antena instalada no enlazaba con la red Edusat, apoyo indispensable para la escuela. La antena era, para fines prácticos, un adorno en el techo. Indignados por el engaño, los padres de familia y el director Jesús García se presentaron en Ahuacuotzingo, la cabecera municipal, para reclamarle al gobernador Zeferino Torreblanca que inaugurara “a distancia” una escuela que no estaba terminada. Se lo dijeron de frente al mandatario e incluso lo invitaron a ver la obra inconclusa con sus propios ojos. La respuesta de Torreblanca dejó sin palabras a los padres de familia: “No, este gobierno es diferente a los otros, pero si quieres deposita tu denuncia en ese buzón”.
Nada cambió con su reclamo ni con las decenas de oficios que de 2007 a 2009 enviaron a las autoridades municipal y estatal solicitando ayuda. Gritar aquí es como querer encontrar respuesta en los desolados montes que rodean a Tecolcuautla. En estas áridas tierras no hay nada, ni el campo ofrece lo suficiente para comer, por eso sus pobladores emigran a Estados Unidos o se mudan varios meses a Michoacán o a otros estados para trabajar en la pizca temporal de melón y cítricos. Y con ellos se van sus hijos, que abandonan la escuela por meses. “Así ha sido siempre”, nos explicó en una ocasión Ricardo Guerrero, presidente de la sociedad de padres de familia de la telesecundaria.
Cuando el equipo de producción del documental ¡De Panzazo! volvió a Tecolcuautla en mayo de 2010, la escuela seguía con los televisores guardados y los padres de familia mantenían su lucha por tener tres maestros. Por lo demás, las grietas en el patio de la telesecundaria crecieron y la antena acumuló más óxido. La maestra Rocío Valentín había sido reubicada y otra profesora ocupaba su lugar.
Primera toma
El de Tecolcuautla fue uno de los casos más dramáticos que encontraron el documentalista Juan Carlos Rulfo y el periodista Carlos Loret de Mola al realizar ¡De Panzazo!, una película que retrata el estado actual del sistema educativo mexicano y que se estrenará en las salas de cine el 24 de febrero. En esta comunidad de Guerrero, el equipo de la película conoció una triste realidad: la escuela, considerada factor de cambio y de movilidad social, es incapaz de mejorar las condiciones de una comunidad y sólo contribuye a perpetuar su rezago.
Tecolcuautla es un ejemplo sobrecogedor, pero también lleno de esperanza al observar el valor e interés de los padres de familia por cambiar la vida de sus hijos a través de la educación. Sin dejar de enviar escritos al supervisor de la zona escolar para que atendiera sus demandas, papás y mamás no se quedaron con los brazos cruzados en 2009 y 2010: cercaron las instalaciones, construyeron letrinas, sembraron árboles y encalaron piedras. Todo con su dinero y por su iniciativa.
Los padres de familia de Tecolcuautla son conscientes de la deficiente educación que reciben sus hijos y del atraso que tienen respecto a otros jóvenes de su edad. Saben que estudiar, aún con carencias, trae beneficios. En mayo de 2010 papás y mamás hablaron frente a la cámara del documental sobre la ilusión que les hace tener a sus hijos en preparatoria. Pidieron a los menores compartir sus experiencias en cámara, los invitaron a quejarse sobre las ausencias de los maestros y a decir lo que no les gustaba de su escuela. Ninguno de los estudiantes de tercer grado de la telesecundaria fue capaz de estructurar una oración completa, de expresar lo que sentía.
Incluso, Juan Carlos Rulfo dejó de grabar, les pidió que hablaran con confianza, ya sin la intimidación que provoca una cámara. Otra vez, nadie respondió. Para motivarlos, Daniela Alatorre —productora del documental— les mostró varios videos donde jóvenes como ellos, de Iztapalapa, Ciudad Juárez y Naucalpan, hablaban sobre la deficiente educación que recibían. En la pantalla de la computadora portátil observaron ese otro país, alejado cientos de kilómetros y distinto al de ellos, donde los de su edad no callan y están ansiosos por mostrar su realidad. Es una generación de mexicanos separada por una profunda desigualdad social, educativa y tecnológica.
El reporte Brechas. Estado de la Educación 2010, realizado por la asociación civil Mexicanos Primero, detalla las diferencias de aprendizaje y el rezago que carga el sistema de telesecundarias. En la prueba Excale 2008, cinco de cada diez alumnos de tercer grado de secundaria se ubicó en nivel insuficiente, en telesecundaria fue seis de cada diez. El informe apunta cómo la pobreza y la marginación en educación son parte de un círculo que repercute en ambas direcciones: quienes carecen de habilidades lectoras y matemáticas enfrentan un riesgo de pobreza y mala salud. La pobreza, a su vez, contribuye a la marginación en educación. En pocas palabras, señala Mexicanos Primero, “la brecha en educación se traduce en brecha de desarrollo, en brecha de derechos”.
Es un abismo que no distingue regiones. La etapa de investigación del documental nos llevó por decenas de escuelas en todo el país. Observamos la importancia que tienen los padres de familia en el éxito de una primaria rural como la de Zomayó, en Jerécuaro, Guanajuato, que en 2006 fue la mejor del país al obtener las más altas calificaciones en la prueba Enlace. Conocimos el esfuerzo de los profesores que enseñan en contenedores de mercancías que funcionan como aulas escolares en Torreón, Coahuila, así como el reto que es impartir clases en un improvisado salón hecho con tablas de madera en Pueblo Hidalgo, municipio de San Luis Acatlán, Guerrero.
¡De Panzazo!, ya en la etapa de rodaje, concentró su atención en primarias, secundarias y telesecundarias de Guerrero, Estado de México, Chiapas, Chihuahua, Distrito Federal, Michoacán y Yucatán. Estuvimos en centros educativos de distintos tamaños y con necesidades diversas, pero siempre unidas por un elemento en común: escoltas y bandas de guerra que ensayaban todos los días para rendir honores a la bandera.
En los salones de clase vimos estudiantes inquietos por contar lo que se vive en la escuela e implacables en su crítica al sistema educativo. Fortino, alumno de una secundaria de Iztapalapa, habló sobre la necesidad de tener profesores capaces de escuchar a los estudiantes y grabó con una pequeña cámara de video el esfuerzo diario que le implicaba levantarse de madrugada para ir a la escuela. En una secundaria de Naucalpan, los alumnos de tercer grado respondieron sobre la educación que recibían.
Sus contestaciones mostraron el gran atraso que hay en los planes de estudio respecto al cambiante mundo de un adolescente de catorce años. Los estudiantes ya no buscan que en un taller se les enseñen principios básicos de electricidad, quieren aprender sobre computación, robótica y nuevas tecnologías. Están cansados de repetir lecciones y recibir dictados. A Miroslava, alumna de tercero de secundaria, le gustarían más horas prácticas que teoría: “Tenerlo apuntado en la libreta ¿de qué te va a servir?”.
La educación, considera la mayoría de los estudiantes entrevistados durante el rodaje del documental, está diseñada para todos menos para los alumnos que a diario acuden a los salones de clase. “¿Quién pide nuestra opinión cuando se hacen los planes de estudios?”, preguntan.
Segunda toma
En el reporte Contra la Pared. Estado de la Educación en México 2009, Mexicanos Primero apunta el daño que hace la exclusión y la baja calidad de la educación en áreas como la seguridad pública. Señala que entre las principales consecuencias está el reclutamiento al crimen, la victimización de los menos educados, la prevalencia de la convivencia abusiva y la ineficiencia y corrupción en los sistemas de seguridad y procuración de justicia. La experiencia escolar, agrega el documento, no está abonando lo suficiente para consolidar la base social de la cultura de la legalidad y el Estado de Derecho.
Es un pronóstico demoledor para una urbe como Ciudad Juárez, donde la violencia marca todo. Pocas secundarias se libran de la lucha de pandillas al interior del plantel. En las escuelas el problema es tan grande que al terminar las clases una pandilla sale por una puerta y su rival por otra, nos contaron los docentes entrevistados durante la investigación del documental.
El ambiente de violencia en la colonia Infonavit Juárez Nuevo, ubicada al suroriente de Ciudad Juárez, invade las aulas de las escuelas próximas. No es fácil para los alumnos salir a la calle tras escuchar sirenas y enterarse que a unas cuadras un adolescente fue asesinado después de que le persiguieran dos hombres armados. En la secundaria estatal por cooperación “Correcaminos” se han realizado jornadas por la paz. Los estudiantes han rodeado la escuela con sus brazos extendidos para protegerla. También han escrito canciones contra la violencia y cartas sobre sus temores y esperanzas.
“Yendo a la escuela/ todos los días del año/ mostrando al vecindario/ que ese mocoso vago/ en la vida logrará algo/ sólo con mi educación destacando/ mis valores demostrando”, escribió Dorian, alumno de tercero de secundaria, a ritmo de hip-hop. En esta confrontación diaria con la muerte, donde en las calles de Ciudad Juárez hay asesinos a sueldo que cobran mil pesos, sorprende la fuerza de los estudiantes que apuestan por la escuela como el mejor camino a seguir.
“En la calle es ojo por ojo, diente por diente, y ya con estudio se aplica la Ley, la justicia, que sería darle a cada quien lo que merece”, dijo el mismo Dorian frente a la cámara del documental, confiado en que la escuela le servirá.
Tercera Toma
Con todo, los jóvenes de Tecolcuautla no son los más desafortunados de entre los que deberían estar en la escuela. El reporte Metas. Estado de la Educación en México 2011, elaborado por Mexicanos Primero, revela que de 100 niños que ingresan a primero de primaria, 64 llegan a sexto y sólo 60 entran a secundaria, y 51 la concluyen. La investigación, que muestra el rezago escolar de México frente a otros países y es un crudo análisis sobre la mala educación que reciben los niños y jóvenes mexicanos, también nos enseña que en cada generación, sólo 46 de cada 100 tienen la posibilidad de cursar al primer grado de bachillerato. Miles de niños y jóvenes se van quedando en el camino.
Para entender mejor qué sucede con estas generaciones fracturadas y con los estudiantes que sí están en el salón, pero que son víctimas de una mala educación, ¡De Panzazo! también se acercó a las autoridades educativas y a la voz de los académicos. Sylvia Schmelkes, socióloga y experta en educación, ahonda en el documental sobre el rezago que tiene nuestra escuela frente al resto del mundo.
Lo que sucede hoy en un salón de clases de México nada tiene que ver con uno de Corea del Sur, por ejemplo, un país que ha demostrado que en poco tiempo es posible avanzar a grandes pasos en educación.
Denise Dresser, analista y politóloga, va más allá del aula y señala ante las cámaras que para cambiar el sistema educativo mexicano la autoridad debe dejar de hacer concesiones y de negociar a modo con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que obtiene todo lo que pide, pero no da nada. “Un buen secretario de Educación Pública en México necesita cojones”, afirma Dresser. Por su parte, Elba Esther Gordillo, presidenta vitalicia del sindicato, le recrimina a Carlos Loret de Mola en un momento de la entrevista que sostiene con ella para el documental: “¡Todos los males es el SNTE!”.
Es claro que el sistema educativo está fallando. Reconocerlo es el principio de la solución, como señala el maestro Rubén a sus alumnos de secundaria en Morelia, Michoacán: “Si la educación en México está fallando, no es por nuestra culpa ni por ustedes, son sistemas. El día que cada maestro tome su lugar, no en la política, porque ni
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