Los maestros mexicanos enfrentan
los desafíos de una nueva reforma educativa sexenal; tal vez, la más agresiva de los últimos treinta años.
No se trata de adecuar los
recursos materiales de sus aulas para arribar a una nueva y renovada visión
pedagógica del trabajo docente. Estos elementos están ausentes en la reforma al
artículo 3º constitucional; de lo que se trata, es de aplicar la reciente
reforma laboral a los trabajadores de la educación con todas sus consecuencias;
laborales, contractuales e incluso culturales.
En primer lugar; se busca terminar
con la basificacion de las plazas,
abandonar el actual esquema de la contratación por tiempo indefinido; lo que
ahora permite la estabilidad en el trabajo; por un nuevo procedimiento en donde
el trabajo docente será un trabajo eventual; sujeto, en primer lugar a un
contrato temporal y a presiones de control como sería el “Examen Universal” entre
otros procedimientos de evaluación.
Los nuevos educadores de recambio
sexenal instalados en la silla que ocupó José Vasconcelos en 1921 no pueden
ocultar su desprecio por los maestros mexicanos y por la posibilidad de que en
un futuro inmediato, puedan estar organizados en un sindicato. Con la
cancelación de la plaza de base, ¿Para qué pensar en la vigencia de un
sindicato que ya no representará los derechos profesionales de los trabajadores?
Un sindicalismo corrompido;
inercialmente corporativo en nuestros días, que no se supo adecuar a la
República democrática que los mexicanos hemos ido construyendo en la búsqueda
del respeto al voto de los ciudadanos y en la alternancia del poder. El Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), desde su nacimiento, ha
servido al gobierno y fue utilizado como instrumento electoral del Partido
Revolucionario Institucional. Hoy, perdió su utilidad para los objetivos que le
dieron origen. El gobierno lo construyó y es ahora el que lo destruye.
Los actuales líderes del SNTE
están atrapados en sus propias redes burocráticas, aislados de la sociedad y de
la comunidad educativa nacional; son el pretexto para implantar la reforma, el
SNTE es el ejemplo de lo que se pretende
extirpar del cuerpo social sano; pero lo más triste es que tampoco puede
representar a los trabajadores, ni siquiera en los actos formales y públicos.
Elba Esther Gordillo, su presidenta, tiene las manos amarradas y su capacidad
de convocatoria es nula, o casi nula y ella y sus más leales lo saben.
Dicen los comentaristas de las
televisoras en esta espiral de estupidez que se levanta en contra de los
educadores mexicanos, que la reforma debe aplicarse ya, a todos, tanto a los
profesores que ingresarán con la nueva reforma, como también a los que ya están
en servicio ¿Y si reprueban los exámenes? ¡Hay miles de profesionistas desempleados
que pueden ocupar su lugar!
Los enemigos de la educación pública presionan
al gobierno y se convierten en un instrumento útil para nuclear y acuerpar a
organismos que claman por la destrucción de las Escuelas Normales Rurales;
reviviendo viejos prejuicios, sin tomar en cuenta lo específico de su formación
para atender a un país con grandes desigualdades sociales. Yo pregunto ¿Cuántos de los que se erigen en
contra del trabajo de los docentes mexicanos; aceptarían que sus hijos siguieran la carrera docente?
¿Cómo entonces, han podido confiar la educación de sus hijos a estos hombres y
mujeres tan devaluados social y profesionalmente? ¿Quiénes han promovido las
reformas y adiciones al Artículo 3º Constitucional sobre todo en lo que se ha
dado en llamar el Servicio Profesional Docente? Los enemigos históricos de la
escuela pública y sus maestros.
El ambiente que se respira entre
el magisterio es de incertidumbre; pues advierten que no se busca democratizar
al Sindicato y moralizar a sus líderes; sino transformar las estructuras de la
educación construidas desde principios del siglo pasado y la concepción de que
la educación es un derecho; para transformarla en una mercancía; así como la
sindicalización y el derecho de huelga lo son para los trabajadores.
Esta sociedad de principios de
siglo XXI es injusta con sus maestros; se olvidan que su trabajo fue vital para
construir la nación moderna que ahora disfrutan los mexicanos. Políticos de
todos los signos y colores fueron educados por profesores; empresarios y
comerciantes acrecentaron sus fortunas y prestigio sobre la pobreza y el
trabajo de los maestros en la formación de los cuadros para la
industrialización de México.
Cuando el país no tenía los
ingenieros para administrar nuestras redes ferroviarias; para acrecentar
nuestro control en la naciente industria eléctrica o para explotar nuestro petróleo del subsuelo;
se crearon instituciones como el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y cuando
este país tenía el 90 por ciento de analfabetas, los gobiernos crearon a las
Escuelas Normales Rurales y los maestros construyeron nuestra nación, antes que
apareciera la radio y la televisión.
Los maestros de México
trasformaron nuestra sociedad precaria de principios del siglo XX, en una
sociedad moderna, alfabetizada y escolarizada que hizo posible la
industrialización y la construcción de otras instituciones, como las de salud,
la Reforma Agraria y el propio sindicalismo de industria fue parte de la gran
hazaña de los maestros y durante un siglo, esperó pacientemente que le
cumplieran las promesas que se repetían cada año en el día dedicado a su
trabajo.
Que diría hoy el maestro Ignacio
Manuel Altamirano que llegó a proponer un reconocimiento especial al trabajo de
los maestros de la educación pública “….es
preciso levantarlo al rango de las profesiones
más ilustres, y eso se hace de dos maneras: exigiendo en el maestro una
suma de conocimientos digna de su misión, y dando atractivo a esta con el
estímulo de grandes recompensas y honores”
Estas palabras son del maestro
Altamirano, escritas en el siglo XIX, en “El maestro de escuela”, el 20 de
febrero de 1871. Ahora bien, si nuestra clase política las considera
anacrónicas, pregúntenle a los japoneses y a los funcionarios de Finlandia como
ha sido posible construir sistemas educativos tan competitivos como para ocupar
los primeros lugares de los resultados del examen PISA, un botón de muestra.
Que miserable resulta la
naturaleza humana cuando se ataca con tal virulencia al magisterio, a los
maestros que durante setenta años fueron sujetados a camarillas sindicales corruptas
para su control en beneficio de los gobiernos; que miserables resultan los
legisladores del Congreso de la Unión cuando aprueban leyes por consigna de las
grandes corporaciones económicas.
Aquí están los maestros
indefensos y a merced del escarnio público, exhibiendo su empobrecimiento
cultural y pedagógico cuando la retórica sexenal le prometía mejoras en la
educación y en el reconocimiento social por su trabajo ¿Quién recuerda a dónde fue
a parar el llamado Plan de Once Años? ¿Dónde están los funcionarios y gobernantes
que por décadas reprodujeron en su retórica discursiva la llamada “rectoría del
Estado en educación”?
¿Dónde quedó el poderoso
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación con su millón y medio de
afiliados? ¿El más poderoso de América Latina y del mundo, después de los
sindicatos de la ex Unión Soviética? ¿Dónde están los científicos sociales
estudiosos de nuestras instituciones y de nuestra realidad educativa? ¿En dónde
los cuerpos académicos de nuestras universidades públicas? ¿Dónde quedó el
imaginario de los maestros y de la sociedad sobre la escuela pública mexicana?
¿A quién responsabilizamos del actual desmantelamiento de la educación pública
y de los retrocesos culturales previsibles por las reformas al Artículo Tercero
Constitucional?
¿Qué dirán nuestros magistrados
ante el atropello de los derechos de los educadores mexicanos, pero sobre todo,
del uso faccioso de la ley?
Los líderes del SNTE, no puede mostrar mayor
parálisis para convocar a los trabajadores a una “resistencia pacífica”. No hay
iniciativas, los de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación;
tampoco pueden convocar a la nación, junto con los líderes del SNTE, también
arrastran desprestigio social. ¿Quién entonces tiene la autoridad moral para
hacerlo? ¿Los partidos? No veo en nuestro horizonte social a fuerza política
capaz de convocar a la resistencia y mucho menos a debatir, desde nuestra
materia de trabajo, los asuntos pedagógicos, que son tema y responsabilidad de los educadores.
A lo lejos; una voz fresca se
levanta con fuerza, es la voz del profesor Claudio José San Juan, Secretario
General del Sindicato Autónomo de Trabajadores de la Educación de Veracruz, que
convoca a los sindicatos de América al Seminario Internacional que tendrá lugar
los días 25 y 26 de febrero en la ciudad de Villahermosa, Tabasco, a cuyo
encuentro, asistirán sindicatos de educadores de Europa. La iniciativa está en
el aire, yo espero que los distintos grupos, corrientes y expresiones
sindicales sean lo suficientemente sensibles para apoyar esta iniciativa, despojándose
de su retórica sectaria para ir al reencuentro de un nuevo sindicalismo. Los problemas
son globales, requieren ser enfrentados de manera global. (3-01-2013)
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