La Jornada
Jueves 10 de enero de 2013
Calidad con malas calificaciones
Manuel Pérez Rocha
Calidad es una palabra ajena al vocabulario pedagógico, no porque la
pedagogía no se ocupe de las cualidades de la educación sino precisamente
porque esa es su esencia, es de lo que se ocupa y la palabra calidad,
insustancial, vacua, de nada le sirve. Todo el debate pedagógico en Occidente,
desde hace más de dos milenios, es acerca de las cualidades que debe tener la
educación y cómo desarrollarlas; incluso lo mismo puede decirse de todo debate
filosófico pues, como es sabido, en toda filosofía hay una filosofía del hombre
y de la educación. Pero, igual que para la pedagogía, a la filosofía la palabra
calidad le ha sido innecesaria para dar sustento y orientar a la educación.
No obstante, en los debates sobre las
recientes reformas legales en materia educativa la
palabra calidad ocupó el lugar dominante; la exigencia primordial de
algunos de los más enjundiosos promotores de estas reformas fue que en las
nuevas disposiciones legales se incluyera la obligación de que la educación que
imparta el Estado sea de calidad. En general, estos promotores de la
reforma han sido ajenos a la educación y sus problemas, su preocupación por el
tema es reciente y están muy lejos de ser conocedores de la milenaria
producción de pensamiento pedagógico. No es exagerado calificarlos de
advenedizos, sólo de unos meses acá se han interesado en la educación y este
interés está motivado por un diagnóstico falso e ideológico de la crisis que vive
el país, diagnóstico construido con nociones elementales puestas en circulación
desde el mundo de los negocios: cantidad y calidad. Para ellos, la causa de
esta crisis está en las deficiencias de la educación pero, como a su parecer
la cantidad de la educación ha dejado de ser un problema, porque los
servicios educativos se han expandido (y para algunos de ellos se han expandido
demasiado, con deterioro de lacalidad), su dictamen es que la falta de
calidad de la educación es la causa de la crisis de nuestro país.
En el campo educativo las buenas
cualidades son la esencia misma de los retos y tareas de estudiantes,
educadores, maestros y directivos. A lo largo de milenios, en la pedagogía no
se ha usado la palabra calidad porque quien tiene una visión informada del mundo
de la educación sabe que todo reto educativo es, antes que nada,cualitativo. La
palabra calidad carece de significado propio, solamente insinúa, sugiere, y se
puede usar para todo; por eso es muy útil para la mercadotecnia, pero es inútil
para la educación, pues la definición de una educación de buena
calidad empieza con la especificación de los objetivos, métodos, valores,
conocimientos, actitudes y habilidades que orientan y constituyen a cada
sistema o programa educativo. Estas cuestiones deberían ser la materia de las
discusiones sobre la educación, pero han sido totalmente ignoradas en el debate
suscitado por las reformas legales recientes, apelando a un falso consenso en
torno de la palabra calidad.
Las cualidades esenciales de la
educación que imparta el Estado han estado definidas en el artículo tercero de
la Constitución. Podrá estarse o no de acuerdo con este texto y sin duda le
vendría bien una actualización; discutirlo sería un aporte no solamente para el
proyecto educativo sino para el proyecto de país, pero evidentemente lo que ha
hecho la reforma es una tontería. Dicha educación tiene ahora una
nuevacualidad: ¡deberá ser de calidad!
Lo mínimo que deberían exigirse a sí
mismos los promotores de las reformas que persiguen la calidad de la educación es
que sus propuestas tengan un mínimo de calidad. Pero véase el siguiente
galimatías prácticamente incorporado ya a la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos: “(la educación que imparta el Estado)… d) Será de
calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de
los educandos”.Mejoramiento constante ¿de qué? Estemejoramiento sin
objeto ¿es la base de la calidad o, más bien, resultado de la calidad? ¿O es la
calidad misma? Elmáximo logro académico de los educandos ¿es otra base de
la calidad? ¿O es resultado de la calidad? ¿O es esta la esencia de
la calidad? Esta definición de la educación ¿servirá para orientar los
esfuerzos de educandos y maestros? ¿Es un criterio claro y práctico para que el
nuevo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación realice sus
evaluaciones?
La reforma en marcha carece de una
cualidad esencial: claridad conceptual. También carece de consistencia, véase
esta contradicción: el nuevo instituto tiene la responsabilidad no solamente de
hacer evaluaciones, sino que debe garantizar la prestación de servicios
educativos de calidad a pesar de que no tiene facultades legales para
prestar los tales servicios ni para exigir la ejecución de algo a quien los
prestará; sus facultades son hacer mediciones, difundir información y emitir
directrices.
El falso consenso en torno de
lacalidad no puede usarse para eludir los debates urgentes acerca de la
educación. Sin pausa, pero sin los apremios que dictan los intereses políticos
del régimen, debe organizarse un debate nacional sobre los fines, medios y
métodos de la educación en México. Pero esta debe ser una discusión que revise
la historia del sistema educativo mexicano, que se alimente de las riquísimas
experiencias pedagógicas que ha tenido en los 150 años más recientes, que
aproveche las experiencias de otros muchos países (no de las reformas de la
educación estadunidense, que la han llevado a un grave deterioro), que
contemple no solamente a la escuela, sino a la educación en su conjunto, particularmente
la que proviene de la radio, la televisión y otros medios, y ante todo que,
entendiendo a la educación como desarrollo cultural, contribuya a superar la
visión economicista que predomina en las políticas gubernamentales.
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