Dijo hace tiempo el ex rector de
la Universidad Nacional Autónoma de México, el Dr. Juan Ramón de la Fuente, para
referirse a la necesidad de renovar la educación en nuestro país, que para transformar
nuestro sistema educativo era menester “Una verdadera cruzada que convoque a todos y a la que todos
nos sumemos: sindicatos y empresarios, académicos y medios de comunicación,
legisladores y gobernantes. Que sea la educación la prioridad que nuestro
estado reclama, desde el nivel preescolar hasta el posgrado; en las ciencias y
en las humanidades. Una educación sustentada en valores y principios éticos,
que fomenten el respeto a la pluralidad, a la diversidad, al medio ambiente.
Una Política -así, con mayúsculas- no requiere de reformas estructurales.
Requiere, eso sí, objetivos claros, rumbos definidos, recursos adicionales,
mucha voluntad política y un gran respaldo social.”
Nada más acorde para iniciar una
reflexión, a propósito de la detención de la maestra Elba Esther Gordillo, ex dirigente
del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
La firma del Pacto por México que,
entre otros compromisos considera las recientes reformas a los artículos 3º y
73 constitucionales, relativos a la educación, habla del esfuerzo de las
principales fuerzas políticas de nuestro país por alcanzar acuerdos que nos
guíen hacia la modernidad, competitividad, el desarrollo y la paz social.
Mucho antes del pacto, desde la
izquierda hemos sostenido la necesaria modernización del Sistema Educativo Nacional, la
transparencia y rendición de cuentas de todos los dirigentes en el manejo de
recursos de los trabajadores, incluidos
los del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; sin embargo, esta
iniciativa que se propuso en el marco de las reformas a la Ley Federal del
Trabajo fue frenada por las bancadas del PRI, PAN, PVEM y PANAL, así como
aquellas relativas a fortalecer la democracia y las libertades sindicales, la
participación de los trabajadores en la firma del contrato colectivo y la
autentificación del mismo.
Además, nos hemos esforzado por
ampliar los recursos e impulsar medidas para aumentar la cobertura educativa a
la par de elevar su calidad, extender las jornadas escolares con el objetivo de que los
educandos acrecienten su acervo académico, cultural y deportivo, mediante el
aprendizaje del inglés, computación, cultura física, talleres de artes y oficios
y demás actividades; que permitan construir escuelas de formación más completas
e integrales, que difundan los principios de la democracia, tolerancia,
respeto, equidad y transversalidad; y al
mismo tiempo, impulsar mejoras sustanciales en las condiciones laborales y de desarrollo
profesional de las y los maestros, así como de la infraestructura educativa.
La demanda por fortalecer el
sistema educativo nacional, la calidad educativa y el derecho de las y los
niños y jóvenes a la educación, ha generado
en los últimos años un debate en el que participan, además de los actores
políticos y los medios de comunicación, diversos agentes sociales como los
empresarios, la iglesia, académicos, la disidencia del SNTE, organizaciones
civiles, los padres de familia y otros.
En el marco de este debate, se
han expresado fuertes críticas al estado actual del sistema educativo y a la
prueba Enlace, al trabajo de los maestros, al uso discrecional que hace la
dirigencia sindical de las cuotas y recursos públicos que recibe; así como la
exigencia clara de acotar al SNTE y recuperar la rectoría del Estado en materia
educativa.
Derivado de lo anterior saltan
varios “sin embargo”, así que es bueno meditar sobre la salida y el arribo de
los liderazgos del SNTE, que históricamente siempre ha sido igual, y por ende,
las condiciones del magisterio y del sector educativo no han mejorado.
Una de las características de la
renovación de la dirigencia del SNTE es que ninguno de sus líderes han sido
producto de un proceso democrático, y en consecuencia, ninguno se ha ido por
voluntad propia; este patrimonialismo plagado de voluntarismos sin proyecto y
sin plan de trabajo ha desviado la objetividad de fines y de la materia de
trabajo, que es la educación, y la preocupación por mejorar la calidad
educativa.
Antes de la llegada del PAN a la Presidencia
de la República, el SNTE era conducido como una extensión del PRI, cuya fuerza
era usada a cambio de prebendas y privilegios moralmente cuestionables; con el
PAN en el gobierno, la dirigencia
magisterial se convirtió en una mercancía al mejor postor.
Por lo anterior, continuaremos
luchando por una transición sindical democrática, moderna, que convierta al
SNTE en una entidad socialmente útil, en un órgano sociopolítico con carácter
plural y democrático; que sea un facilitador de relaciones y acuerdos con todos
los actores políticos, sociales, educativos y culturales; que amplié las
libertades sindicales y que demuestre con hechos prácticos y cuantificables el
mejoramiento integral, es decir, personal y profesional, de las y los maestros.
Y por el bien de nuestra nación
debemos reivindicar la función de la escuela pública.
La defenestración de la maestra
Gordillo es un asunto eminentemente judicial, pero su implementación ha sido
una decisión política y, aunque hace evidente la corrupción y otros signos
inequívocos de descomposición al interior del SNTE, hay que decirlo con
objetividad: no fue su llegada el origen de la crisis del sistema educativo
nacional, ni será su salida, la solución de esta.
Lo ideal sería devolverle autonomía
y dignidad al profesor, entregarle de nuevo la libertad de cátedra, la libertad
de disentir, de criticar, de opinar, de militar o no, de creer y descreer en su
organización sindical.
Una frase largamente comentada del
Maestro Ricardo Raphael sintetiza estos juicios: “No hay maestro que pueda
enseñar los valores de la democracia si al mismo tiempo está preso dentro de
una estructura arbitraria clientelar y
represiva”.
03/03/3013
Correo: agustin.alonso@congreso.gob.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario