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lunes, 4 de marzo de 2013

Por el bien de la nación, hay que reivindicar la escuela pública Miguel Alonso Raya



Dijo hace tiempo el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Dr. Juan Ramón de la Fuente, para referirse a la necesidad de renovar la educación en nuestro país, que para transformar nuestro sistema educativo era menester “Una verdadera cruzada que convoque a todos y a la que todos nos sumemos: sindicatos y empresarios, académicos y medios de comunicación, legisladores y gobernantes. Que sea la educación la prioridad que nuestro estado reclama, desde el nivel preescolar hasta el posgrado; en las ciencias y en las humanidades. Una educación sustentada en valores y principios éticos, que fomenten el respeto a la pluralidad, a la diversidad, al medio ambiente. Una Política -así, con mayúsculas- no requiere de reformas estructurales. Requiere, eso sí, objetivos claros, rumbos definidos, recursos adicionales, mucha voluntad política y un gran respaldo social.”  

Nada más acorde para iniciar una reflexión, a propósito de la detención de la maestra Elba Esther Gordillo, ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

La firma del Pacto por México que, entre otros compromisos considera las recientes reformas a los artículos 3º y 73 constitucionales, relativos a la educación, habla del esfuerzo de las principales fuerzas políticas de nuestro país por alcanzar acuerdos que nos guíen hacia la modernidad,  competitividad, el desarrollo y la paz social.

Mucho antes del pacto, desde la izquierda hemos sostenido la necesaria  modernización del Sistema Educativo Nacional, la transparencia y rendición de cuentas de todos los dirigentes en el manejo de recursos de los trabajadores,  incluidos los del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; sin embargo, esta iniciativa que se propuso en el marco de las reformas a la Ley Federal del Trabajo fue frenada por las bancadas del PRI, PAN, PVEM y PANAL, así como aquellas relativas a fortalecer la democracia y las libertades sindicales, la participación de los trabajadores en la firma del contrato colectivo y la autentificación del mismo.

Además, nos hemos esforzado por ampliar los recursos e impulsar medidas para aumentar la cobertura educativa a la par de elevar su calidad, extender las jornadas  escolares con el objetivo de que los educandos acrecienten su acervo académico, cultural y deportivo, mediante el aprendizaje del inglés, computación, cultura física, talleres de artes y oficios y demás actividades; que permitan construir escuelas de formación más completas e integrales, que difundan los principios de la democracia, tolerancia, respeto, equidad y transversalidad;  y al mismo tiempo, impulsar mejoras sustanciales en las condiciones laborales y de desarrollo profesional de las y los maestros, así como de la  infraestructura educativa.

La demanda por fortalecer el sistema educativo nacional, la calidad educativa y el derecho de las y los niños y jóvenes a la educación,  ha generado en los últimos años un debate en el que participan, además de los actores políticos y los medios de comunicación, diversos agentes sociales como los empresarios, la iglesia, académicos, la disidencia del SNTE, organizaciones civiles, los padres de familia y otros.

En el marco de este debate, se han expresado fuertes críticas al estado actual del sistema educativo y a la prueba Enlace, al trabajo de los maestros, al uso discrecional que hace la dirigencia sindical de las cuotas y recursos públicos que recibe; así como la exigencia clara de acotar al SNTE y recuperar la rectoría del Estado en materia educativa.

Derivado de lo anterior saltan varios “sin embargo”, así que es bueno meditar sobre la salida y el arribo de los liderazgos del SNTE, que históricamente siempre ha sido igual, y por ende, las condiciones del magisterio y del sector educativo no han mejorado.

Una de las características de la renovación de la dirigencia del SNTE es que ninguno de sus líderes han sido producto de un proceso democrático, y en consecuencia, ninguno se ha ido por voluntad propia; este patrimonialismo plagado de voluntarismos sin proyecto y sin plan de trabajo ha desviado la objetividad de fines y de la materia de trabajo, que es la educación, y la preocupación por mejorar la calidad educativa.

Antes de la llegada del PAN a la Presidencia de la República, el SNTE era conducido como una extensión del PRI, cuya fuerza era usada a cambio de prebendas y privilegios moralmente cuestionables; con el PAN en el gobierno,  la dirigencia magisterial se convirtió en una mercancía al mejor postor. 

Por lo anterior, continuaremos luchando por una transición sindical democrática, moderna, que convierta al SNTE en una entidad socialmente útil, en un órgano sociopolítico con carácter plural y democrático; que sea un facilitador de relaciones y acuerdos con todos los actores políticos, sociales, educativos y culturales; que amplié las libertades sindicales y que demuestre con hechos prácticos y cuantificables el mejoramiento integral, es decir, personal y profesional,  de las y los maestros.

Y por el bien de nuestra nación debemos reivindicar la función de la escuela pública.

La defenestración de la maestra Gordillo es un asunto eminentemente judicial, pero su implementación ha sido una decisión política y, aunque hace evidente la corrupción y otros signos inequívocos de descomposición al interior del SNTE, hay que decirlo con objetividad: no fue su llegada el origen de la crisis del sistema educativo nacional, ni será su salida, la solución de esta.

Lo ideal sería devolverle autonomía y dignidad al profesor, entregarle de nuevo la libertad de cátedra, la libertad de disentir, de criticar, de opinar, de militar o no, de creer y descreer en su organización sindical.

Una frase largamente comentada del Maestro Ricardo Raphael sintetiza estos juicios: “No hay maestro que pueda enseñar los valores de la democracia si al mismo tiempo está preso dentro de una estructura arbitraria  clientelar y represiva”.

03/03/3013

 

Correo: agustin.alonso@congreso.gob.mx

 

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