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domingo, 25 de agosto de 2013

El Traje Nuevo del Emperador Renahud Hernández Morales


El Traje Nuevo del Emperador

En los últimos veinte o treinta años, pero especialmente a partir de la era de la “globalización” y de los “globalifílicos” como Salinas y Zedillo, arreciaron los esfuerzos, auspiciados por las empresas trasnacionales, las organizaciones empresariales, los países hegemónicos, la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, etcétera, por implantar, en todos los procesos de todas las empresas e instituciones –gubernamentales y no gubernamentales- del tercer mundo, “instrumentos” de evaluación (que son más bien de control) de todas las actividades de producción de bienes y servicios. Así, los países del tercer mundo, y México no es la excepción, se encuentran sometidos a una parafernalia de “certificaciones” (“isos-nuevemiles,” “isos-catorcemiles,” “cenevales,” “conevales” “ineevales,” “cacaevales,” “Enlaces,” “PISAs,”  etcétera) impuestos por esos organismos y empresas internacionales para ser aplicadas, con el beneplácito de las élites gobernantes nativas, no solamente en los procesos de producción de bienes tangibles de producción “cuantificables” (los sistemas “duros” decimos en Sistémica) donde se cumple el principio reduccionista de “si no lo puedes medir, no lo puedes mejorar” (Lord Kelvin dixit) sino, incluso, en procesos de generación de bienes y servicios intangibles donde los seres humanos son un componente principal (los sistemas “blandos” dicen los sitémicos), que no se pueden cuantificar ni medir como el bienestar, la seguridad, el confort, la felicidad, la educación, el aprendizaje, la justicia, la democracia, la vida digna, etcétera, que  si bien no se pueden medir, es inadmisible que no se puedan mejorar. Lo que algún día se inició con lo que algunos ilusos creíamos era un sano movimiento mundial para el mejoramiento de la calidad, se ha convertido en una especie de simulación colectiva como la ejemplificada en el famoso cuento, “El Traje Nuevo del Emperador.” Estamos ahora invadidos de “sastres” que simulan hacer, para quién pueda pagarlos, “trajes de calidad”  tan finos y sutiles que solo pueden ver las personas “inteligentes,” pero que resultan invisibles, por inexistentes, para los demás “tontos” de la comarca. Ya se “certifican” o “evalúan” ahora no solo las empresas e industrias, sino que se certifican las carreras profesionales, las escuelas, los profesionistas, los funcionarios gubernamentales, y hasta a los países (todos los tratados internacionales, incluido el TLC –México, EEUU, Canadá, tienen indefectiblemente incluido estos mecanismos de control y sometimiento). Es ahora común ver o enterarnos de los festejos (con mariachis y todo) que se realizan en diferentes lugares –empresas, escuelas, universidades, etcéteras- por haber obtenido las dichosas “certificaciones.” Hasta en  instituciones educativas de gran prestigio como nuestro querido Instituto Politécnico Nacional, sus funcionarios ostentan con orgullo las “certificaciones” de sus carreras profesionales otorgadas por empresas o “profesionistas” particulares (ahora los pájaros les tiran a las escopetas). Para todos es sabido que las mentadas “certificaciones de calidad” no son procesos de aplicación de técnicas –que las hay y muy buenas- para el mejoramiento de la calidad de los productos y servicios que se están generando, sino solo “fotografías” o “documentaciones” del estado actual –no siempre muy reluciente- de la calidad de los productos o servicios generados, tal y como se encuentra en el momento de la certificación (como dice un amigo, “son algo así como el juego del ¡¡engarróteseme ahí!!”) Sin embargo, como hemos podido ver en las mismas industrias y empresas privadas, el hecho de que un proceso esté “certificado” no es garantía de que los productos o servicios que se están generando, lleven incorporada la calidad que se presume. Pero, aún así, algunos vivales y “sastres de la calidad” nos quieren hacer comulgar con tamañas ruedas de molino. Para colmar las cosas, en los últimos días se está hablando ya de programas “certificables” de formación de policías y, cualquier rato, a alguien se le va a ocurrir formar un organismo público o privado para “certificar” a los jueces, a los candidatos a una representación popular o hasta a las organizaciones y mafias criminales. Estas últimas podrán operar, sin ningún recato ni complicación, siempre y cuando presenten su “certificado de calidad” debidamente avalado por la OCDE o alguna otra organización criminal que se respete.

 

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