Los
muy leales maestros mexicanos
Luis
Hernández Montalvo
Hace cien años se iniciaban
los preparativos para la paz. La Revolución Mexicana dejó como saldo un millón
de muertos, dolor y destrucción asolaban los caminos de la Patria. Los
profesores de escuela ya caminaban con su pueblo para remontar odios y
ambiciones. De las estadísticas que se conocen; en 1895 México, el 82.1 de su
población era analfabeta.
Durante casi un siglo de tenaz
trabajo en las aulas; los profesores le fueron ganando terreno a la ignorancia
y un trabajo civilizatorio dio origen a una nueva nación. Cien años han
transcurrido y del 82.1 por ciento de analfabetas, aún se cuenta con el 11.6
por ciento.
Los maestros pagaron las
consecuencias del conflicto de la Iglesia y el Estado. Los maestros aportaron
los muertos y desorejados, los maestros y maestras fueron sacrificados y un siglo más tarde,
varios de los que azuzaron al pueblo en su contra, ahora ya fueron elevados a
los altares.
Un siglo después; el magisterio
como gremio vuelve a protagonizar nuevas etapas de lucha que tienen relación
directa con sus derechos laborales y profesionales; pero también, muy a tiempo
incorpora la bandera que llama a la defensa de la Educación Pública como un
derecho fundamental del pueblo mexicano.
Se han levantado los
maestros del sur; aquellos que trabajan en las escuelas más pobres, los que
viven en espacios escolares insalubres. Son los maestros peor pagados, que
trabajan en poblaciones con menos de quinientos habitantes. Aquí están los que
jamás podrán dirigir una Escuela de Calidad o Escuela de Tiempo Completo por su
carácter precario y por su incomunicación con el mundo. Estos hombres y mujeres
viven pobres entre los pobres en comunidades campesinas o indígenas. Aquí están
los desterrados, los que no tienen voz propia, ahora vienen del monte,
abandonaron las selvas y montañas para exigir diálogo con un gobierno que
siempre los ha ignorado.
Los maestros no vienen
solos, los maestros caminan acompañados de los padres de familia. En solo días,
han acumulado una fuerza nacional impresionante que se manifiesta en
multitudinarias marchas de apoyo a su lucha y a su demanda de diálogo con el
gobierno.
Del centro y sur del país,
los educadores del México profundo vienen a la Ciudad de México porque quieren ser escuchados por
los que deciden la política educativa de manera unilateral y facciosa.
Aquí están los maestros del
pueblo, los creados en el imaginario de José Vasconcelos. Aquí están los que le
dieron lustre a La Escuela Rural Mexicana durante las primeras cuatro décadas
del México pos revolucionario, aquí también los que no son competitivos con el
trabajo docente global.
Estamos llegando a niveles
de represión inauditos. Los integrantes del Congreso de la Unión guardan
silencio; los candidatos de los partidos políticos se mantienen sumisos frente
al Ejecutivo y en este ambiente aumentan las posibilidades de una represión
violenta que le arrebate inteligencia a los ciudadanos para discutir sus
problemas de manera pública.
Ejemplar ha sido la respuesta
del pueblo de Chiapas que ha salido masivamente a defender a sus maestros. En
el interior del país, aparecen algunas muestras de solidaridad que no son
suficientes, pero esfuerzos al fin de cuentas. En plenas campañas electorales,
deben recuperarse las bardas en una gran campaña de pintas en solidaridad con
el magisterio. Desde las iglesias y desde los movimientos seglares, se deben
organizar grupos de apoyo a los maestros.
Nadie puede permanecer
indiferente, la parálisis en el SNTE, no impide que los grupos inconformes
puedan contribuir para demandar un diálogo fraterno entre los maestros y la
SEP. Un diálogo que permita incluir a los especialistas en la revisión y
construcción de un nuevo plan de estudios para educación básica; es urgente un
diálogo sincero y respetuoso de las distintas visiones e intereses en juego.
Es el momento de que todos
demandemos un diálogo nacional de frente a los retos que enfrenta hoy nuestro
sistema educativo. El silencio no camina con la vida de los ciudadanos de una
República como la de México. Desde la escuela, iniciemos una campaña de cartas
de los niños demandando diálogo sincero del gobierno y los maestros. Desde los
distintos rincones de la república, demandemos alto a la represión. ¿Y las
comunidades de estudiantes y profesores de las universidades públicas y
privadas? ¿Y la comunidad normalista?
La CNTE debe llamar a las
bases de militantes de los partidos políticos que simpaticen con el movimiento
magisterial, independientemente de los intereses burocráticos de sus cúpulas.
Estamos ante la oportunidad
histórica de que por primera vez seamos ahora los ciudadanos, los que
respondamos con lealtad y nuestro apoyo solidario a quienes cuidan y forman a
nuestros hijos, aún en las condiciones tan precarias y de alto riesgo de sus
vidas. ¡Vivan los educadores mexicanos!. ¡México, país de ciudadanos, no de
cínicos! ¡Libertad inmediata de los maestros encarcelados! ¡Diálogo Nacional
Democrático en Defensa de la Educación Pública! (29 de mayo de 2016)