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domingo, 3 de junio de 2012

Los maestros ¿Protagonistas del cambio y modernización del sistema educativo? Luis Hernandez Montalvo


Los maestros ¿Protagonistas del cambio y modernización del sistema educativo?



Luis Hernández Montalvo



En el Salón de Recepciones de Palacio Nacional, se han reunido un grupo selecto de personas y personajes del más alto nivel en la conducción del Estado y el gobierno de la República mexicana.

En un acto solemne; el Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, asiste a la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica. Es la mañana del 18 de mayo de 1992. De manera puntual han llegado los Presidentes de la Gran Comisión  de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados.

Un lugar especial ocupan en tan espacioso lugar de la sillería los señores Gobernadores de las entidades federativas, el señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la señora Secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo Morales -designada por el Presidente Carlos Salinas de Gortari desde mayo de 1999. El cacicazgo más largo en el Sindicato-, los miembros del Comité Ejecutivo Nacional  y los Secretarios Generales de las Secciones del SNTE en el país. Otros maestros presentes llegaron como comisionados y asistentes de los líderes y funcionarios, pero nada más.

En el discurso del Señor Presidente se reconoce la trayectoria de los maestros del país y sus interlocutores son los líderes del SNTE, los representantes de un sindicalismo con poca o nula representación de sus representados. En el discurso, se les pide a los maestros nuevos esfuerzos y se comprometen apoyos del gobierno que nunca llegaron, porque los firmantes del Acuerdo tenían otros intereses que no eran y no lo son, la educación pública. En nombre de los que “…trabajan con nuestros hijos”, se firman acuerdos, pactos y alianzas, justo quienes tampoco “transmiten conocimientos” y por lo tanto; tampoco hicieron ningún esfuerzo por mejorar la educación.

El Acuerdo Nacional refleja una visión de nuestros problemas en educación pública con la que podemos o no estar de acuerdo, pero es un diagnóstico.

Estas reformas del Acuerdo pactado hace veinte años, necesitaban de “ciudadanos con convicción, determinación y entusiasmo dispuestos a servir a otros, a formar a otros”. El discurso y la retórica presidencial no llegó a los maestros de escuela y ni siquiera en aquellos hombres y mujeres de poder logró entusiasmar; en sus rostros se dibujó la incertidumbre y la incredulidad, pero también la preocupación que tales compromisos entrañaban.

De dicho Acuerdo Nacional, llama la atención uno de los apartados que plantea “la revaloración de la función magisterial”. Significa que a estas alturas algo no estaba funcionando con el trabajo de los maestros, a pesar de la retórica política.

Desde luego que si el gobierno requería de un nuevo rol de los maestros, entonces era necesario revisar todo el sistema formador de docentes y algunos esfuerzos se hicieron, pero no los suficientes y mucho menos de los que requería para modernizar a las escuelas normales y las demás instituciones encargadas de la formación docente como la Universidad Pedagógica Nacional.



Pero en tanto las escuelas normales formaban a los nuevos maestros encargados de modernizar el sistema educativo, era urgente contar con un programa de Actualización, capacitación y superación del magisterio en servicio y nuevamente, algunos esfuerzos se hicieron, pero los presentes en la firma del Acuerdo Nacional, los gobernadores y los posteriores Secretarios de Educación de las entidades del país, desviaron los recursos destinados para tal fin y en no pocas ocasiones, los escatimaron a tal grado que el programa no pasó de una buena intención del gobierno federal.



Y como cebo para pescar “el entusiasmo” del magisterio, se les prometió revisar el salario de los maestros de educación básica, para establecer el “salario profesional”. Han transcurrido 20 años y aún no sabemos en qué consiste “el salario profesional”; luego vinieron las promesas de los programas de vivienda y el establecimiento de “Carrera Magisterial”, que conforme transcurrieron los primeros años, se pervirtió un programa destinados a los profesores que buscaba estimular su desempeño en las aulas, para favorecer a los que hacían carrera sindical y política. Otra vez los maestros quedaron excluidos de los beneficios de los programas que buscaban “Revalorar la función magisterial”.



Luego vinieron los primeros exámenes a los estudiantes de educación básica y alguien acuñó la frase “México, país de reprobados” y de ahí en adelante, al maestro no solo no se le revaloró socialmente, sino que se le fue haciendo responsable de los fracasos de toda la política educativa; alcanzando niveles de intolerancia contra el trabajo de los maestros y se orquestaron campañas de desprestigio, fundamentalmente por las televisoras y en casi todos los medios de comunicación.



Un magisterio humillado, acorralado y sin contar con una fuerza que lo representara en sus intereses profesionales, y amenazado en su estabilidad laboral, decidió  recorrer su propio camino, y emprendió luchas y demandas, que lo único que han provocado, es un mayor cuestionamiento; sobre todo,  de los medios de comunicación y de los organismos empresariales, que ven la oportunidad de privatizar franjas importantes de la educación pública; y por lo tanto, ya llegamos a un punto en el que los pactos y las alianzas políticas no son suficientes para salir de una crisis que es más profunda y más penosa de lo que piensan los ingenieros de diseñar sexenalmente las políticas públicas del sector, se trata entonces de transformar las estructuras burocráticas por otras que den paso a los maestros y puedan ser “protagonistas del cambio y la modernización del sistema educativo”. (4-06-2012) hernandez_luis21@yahoo.com.mx












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