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jueves, 7 de junio de 2012

Educación básica: la reforma necesaria Gilberto Guevara Niebla Campus MILENIO

Hay un clamor nacional por los bajos aprendizajes que obtienen los alumnos en la educación básica. El problema político de fondo es la dificultad de ejercer la gestión eficaz de un sistema escolar gigantesco y centralizado (25 millones de alumnos; 1 millón de maestros). Las soluciones que se proponen para este sistema son superficiales y de carácter tecnocrático, es decir, se conciben políticas, programas y acciones estandarizadas como “dar una computadora a cada alumno”, hacer las escuelas “de tiempo completo”, realizar la llamado “evaluación universal de docentes”, etc. Se trata de medidas tomadas “desde arriba” sin tomar en cuenta las situaciones concretas, los contextos sociales y culturales diversos y la capacidad y voluntad de cada uno de los actores (profesores, alumnos y padres de familia).
Esa mecánica central y vertical de gestión se ha aplicado durante décadas infructuosamente, ha fracasado en el pasado y volverá a fracasar en el futuro. Se necesita, urgentemente, cambiarla. Por otro lado, las soluciones se hacen más difíciles por la presencia de un poder político-gremial enorme que ha adquirido gran autonomía de acción: el SNTE. Entre los años 2000 y 2012 el Sindicato ha tenido un protagonismo político sin precedente, opacando—en ocasiones—a la SEP. El sindicato ha sido una fuerza activa poderosa que se ha opuesto sistemáticamente a las reformas estructurales de fondo que el sistema escolar necesita urgentemente –y se ha opuesto a ellas porque advierte que estas reformas afectan o disminuyen su poder político. Por ejemplo se opuso a la descentralización bajo el argumento de que con ella se buscaba fragmentarlo y se opuso a la participación de la sociedad porque comprendió que al existir consejos de participación social dotados de poder real sobre el sistema, el sindicato vería afectada su influencia y control. Por añadidura, la dirigente del SNTE ha formado —con recursos humanos y financieros del sector educativo— un partido político, el Partido Nueva Alianza, el cual es utilizado como instrumento externo de presión política sobre el Poder Ejecutivo que se ha mostrado hasta ahora, sumamente vulnerable a esas presiones. En los últimos años, la figura de Secretario de Educación ha perdido poder político ante un SNTE que ha acrecentado su influencia, influencia que le permite entorpecer o sabotear en la práctica cualquier política educativa proveniente de la SEP que no convenga a sus intereses, por buena que ésta sea. No importa que persona sea nombrada para el papel de titular de la SEP, al asumir el puesto, se encontrará en un posición de desventaja frente al sindicato que estará limitando sistemáticamente cualquier decisión del Ejecutivo que no sea compatible con sus intereses políticos y económicos.

No obstante, cualquier reforma educativa que nos propongamos realizar pasa por la modificación del sistema de gestión escolar. Por ejemplo, supongamos que queremos aplicar una política centrada en los aprendizajes básicos del alumno. Como sabemos, esos aprendizajes no se logran con el sistema escolar actual. Luego, estamos obligados a rediseñar el sistema de tal modo que se coloque en el centro lo que hoy está en la periferia (la escuela y el maestro). Se necesita dar poder de decisión a la escuela y al maestro. Esto significa invertir la pirámide de gestión actual, desplazar el poder del centro a la periferia, partir de la base y no de la cúspide. Que las escuelas cuenten son sus propios recursos financieros, que hagan sus propios proyectos de desarrollo, que el maestro tenga más libertad en su trabajo en el aula, etc. En otras palabras, desmontar el centralismo o, si se quiere, descentralizar. Idea abominable para el SNTE.

Gilberto Guevara Niebla
Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y director de la revista Educación 2000.

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