La ética docente frente
a la crisis laboral
Luis Hernández Montalvo
“No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto:
a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la
esperanza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que
podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa
canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia de ser hombres
y creer en un destino común”. PABLO NERUDA.
La naturaleza humana asume formas
diversas y complejas. Es en los periodos de crisis cuando los seres humanos
acentuamos nuestros rasgos que nos definen mejor en la convivencia con nuestros
semejantes.
Los medios de comunicación han
presentado sus reportajes a propósito de los desastres naturales de los últimos
días. Empresas y particulares han querido sacar provecho de la desgracia de
aquellos que perdieron sus viviendas y lo poco que tenían. No les ha importado
ni el dolor, ni los muertos. Las televisoras se disputaban la audiencia
presentando las imágenes más desgarradoras con careta de caridad y ayuda
solidaria.
En medio de la
confusión aparecieron los que aprovechándose de las circunstancias, quisieron
subir los precios de los alimentos y no faltaron las denuncias de aquellos que
lucraban con las despensas en circunstancias de extrema gravedad; pero también,
miles de mexicanos expresaron su solidaridad y colocándose en los zapatos del
otro, salieron a la calle con las manos llenas de víveres y objetos en gestos
de fraternidad, con lo mejor en su condición de seres humanos.
Justo algo
similar parece estar ocurriendo entre los trabajadores de la educación o tal
vez, debo decir, solo en algunos sectores de los trabajadores de la educación
en el estado de Puebla.
En algunas escuelas
los trabajadores administrativos y de intendencia quedaron convencidos de que las
amenazas a la estabilidad laboral no los afecta, que es un asunto de los
maestros y no de todos los trabajadores de la educación y por lo tanto, lo que
conviene es no comprar pleitos ajenos, con lo que se rompe el elemental
principio de solidaridad gremial y se fractura la unidad de los trabajadores.
Existen franjas
de profesores -algunos prefieren que se les nombre por el grado académico:
licenciados, maestros o doctores en educación- que consideran que las amenazas
no existen; que durante todo el siglo XX, las diversas reformas educativas
también estuvieron plagadas de amenazas que nunca fueron reales y de promesas
que nunca se cumplieron ¿Por qué ahora tiene que ser diferente? Esto explica la
apatía y el desinterés del magisterio poblano.
Todos los
maestros fuimos encuadrados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación –SNTE- sin que nunca se nos consultara si deseábamos o no pertenecer
al sindicato; desde el primer salario de los trabajadores que ingresábamos a la
Secretaría de Educación Pública, ya venía el descuento correspondiente al uno
por ciento. Millón y medio de trabajadores de la educación, nunca hemos sabido
cuanto se recauda por concepto solo de aportaciones de los trabajadores. Los
líderes manejan los recursos millonarios con discrecionalidad y para los fines políticos
personales y de facción a niveles de escándalo público sin precedentes.
Frente a las
amenazas que se desprenden de las reformas a los Artículos 3º. Y 73º, y las
leyes secundarias, principalmente en la Ley General de Servicio Profesional
Docente, los trabajadores o solo algunos sectores de los trabajadores se mueven
en una lógica de desclasamiento que impide el trabajo gremial para la
construcción de un sindicalismo de clase.
En varios
centros educativos se ha roto el principio de lealtad. En los cambios
arbitrarios de varios directores de escuela en los días pasados, los
trabajadores no fueron capaces de brindar un mínimo de solidaridad a quienes
eran perseguidos por suponer que habían participado en paros y protestas contra
la reforma educativa y en algunos casos aprovecharon la oportunidad para cobrar
las cuentas pendientes con sus jefes inmediatos a los que no les dieron ni siquiera
una firma de apoyo solidario o algunas palabras de aliento sinceros.
Hay noticias de
algunas escuelas, en donde la lucha por apoderarse de los espacios de poder
burocrático de los centros educativos están a la orden del día, sin guardar la
compostura y los buenos modales y para lograrlo, tratan de deshacerse de los
incómodos, de los que pueden disputarles el liderazgo académico y frente a su incapacidad cultural,
investigan en los expedientes el historial laboral de los compañeros a los que
consideran contrarios a sus planes y ambiciones, para encontrar justificantes
de sus actos de deslealtad y de su falta de solidaridad mínima.
El ambiente de
varios centros educativos se ha vuelto irrespirable, se utilizan a los alumnos
para grabar las intervenciones de los maestros, los comentarios que pudieran
ser incómodos o que pudieran ser utilizados en contra de los maestros que
piensan diferente, las intrigas se suceden en los comentarios de pasillo y en
no pocos casos, la lucha de todos contra todos, toma formas grotescas, de
delación frente a los superiores inmediatos.
Frente a las
amenazas a la estabilidad laboral de los trabajadores de la educación, pero
fundamentalmente del magisterio, muchos prefieren evadirse frente a la realidad
que dejó de ser monótona. El compañerismo no existe, lo que empieza a
prevalecer, es la lealtad a los cuates, a los compadrazgos, a la relajación de
los asuntos sustantivos del trabajo docente y al olvido de inquietudes.
Un sentimiento
de frustración se advierte en los rostros y en las miradas de los trabajadores,
de desencanto y de no encontrar respuesta a sus dudas y cuestionamientos. Los
maestros poblanos, salvo honrosas excepciones, han renunciado a la información;
de nada sirven las monsergas de la educación en valores, de los títulos de los
grados académicos y de los 45 cursos de capacitación de los que alardea el
señor Secretario de Educación Pública. Los maestros son presa fácil de la
manipulación de las verdades oficiales y del sindicalismo oficialista, un
sindicalismo tan inútil para los trabajadores como para el propio gobierno que
lo ha prohijado por décadas.
Las reacciones
de algunos maestros poblanos no son motivadas por la lucha de otros
trabajadores en el país, por la incorporación de los estudiantes y padres de
familia a la defensa de la Escuela Pública, a los derechos humanos mínimos al
trabajo, la alimentación y a la salud pública.
Hasta los
funcionarios de educación en el estado no han escapado a esta realidad, en los
días recientes, en alguna filtración de los encuestadores del INEGI, fue motivo
de nota periodística, en una sola escuela, señalaba el funcionario, se
detectaron, solo en una escuela, “cuarenta aviadores”.
Una nota para el
escándalo, para ganar notoriedad en la opinión pública frente a la vaciedad de
propuestas y frente a la ausencia de una opinión inteligente para reducir
nuestros índices de analfabetismo o de rezago educativo en la entidad.
El conformismo
parece ser lo que mejor describiría a los maestros poblanos, la lucha
individual por conservar el empleo, los desplantes autoritarios ante los que
consideran que no encajan en su grupo social, a los que no comparten el
sometimiento a las pautas que se imponen de manera arbitraria y autoritaria.
Pero también
creo que esta lucha es de largo aliento y por lo tanto, los trabajadores
debemos buscar una nueva excitación colectiva, con un programa mínimo de acción
sindical que busque la incorporación de la mayoría de los maestros y del
conjunto de los trabajadores de la educación, que puedan convencer a los que
hoy están paralizados por el miedo y por la cobardía. Una lucha en la que
también los jóvenes abracen con simpatía la lucha de sus maestros; ya ocurre en
estados del sureste mexicano y en varias estados del norte de México. Una lucha
que no recurra al paro como única arma de lucha gremial y en esta lucha, frente
a la crisis gremial y laboral, se impone discutir y debatir la nueva moralidad
del sindicalismo del Siglo XXI y la nueva ética docente en resistencia.
(16-10-2013).
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