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sábado, 13 de julio de 2013

Sobre la Reforma Educativa 2013. Aspectos políticos Dr. Leopoldo Alafita Méndez[1] IIHS-UV

 
 

Durante los días 16 y 21 de mayo del 2013,  un grupo de profesores del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-Golfo), nos reunimos para reflexionar sobre el tema de la Reforma Educativa 2013 así como el contexto de la enseñanza en México. El diálogo se propuso en dos sesiones bajo el formato de Foro Público, que fue moderado por el Mtro. Ángel Martínez Armengol,  en la primera reunión participaron el Dr. Saúl Moreno Andrade del Ciesas-Golfo, el Dr. Martín G. Aguilar Sánchez, el Mtro. Manuel Reyna Muñoz y el Dr. Leopoldo Alafita Méndez, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana.
En esta  primera mesa se abordó el tema Educación y Sociedad, vista desde el proceso político que surge de la política educativa y la relación gobierno-sindicato. Se habló de los límites que el coorporativismo en el país impuso al sistema educativo y la manera en que el balance crítico gubernamental puso presión en el maestro, poniéndolo de cara a la sociedad como el responsable de la baja calidad educativa.
En estas intervenciones se tocaron temas centrales que se han dejado de lado en la polémica nacional desatada por la acción reformista y la defensa que el magisterio hace de algunas secciones electorales, sobre todo, de los estados del sur del país. A continuación se presentan algunas ideas que refieren a los asuntos abordados.
De inicio, se debe recordar la importancia de los pactos de la Revolución Mexicana en la historia contemporánea del país; contexto en el que se finca la formación de una cultura política y las formas de intervención de las políticas sociales que sesgan y alteran sus perspectivas originales; desde ese ángulo, se ve a la educación como parte de una construcción ligada a la Revolución Mexicana, proceso de largo plazo que ha sido determinante en la articulación entre los distintos sectores sociales, los diferentes niveles de gobierno y las entidades federativas.
En dicho proceso, en algunos aspectos todavía vigentes, se influencian acciones de individuos o de grupos dominantemente corporativos, trazando conductas y costumbres, en fin, cultura que en la diversidad se mantuvo unificada por un sistema que logró imponerse en el país. El establecimiento de esa institucionalidad subordinó los entramados que se impusieron dominantes a partir de momentos en los que se definen sentidos históricos, sociales, pactos, y se construye el Estado. Se procura el ejercicio de la administración pública que dispone lógica, reglas sociales, en momentos en que se construía la organización social. De ahí surgen los regímenes tan heterogéneos, como resultó a fin de cuentas en México, el proceso de la Revolución Mexicana y la educación pública de México.
La reproducción del poder político que se heredaba se apoyó siempre en las bases sociales, se forma así una familia revolucionaria, asegurándose su reproducción y consolidación. Se tejen vínculos, redes y acuerdos entre los sectores sociales cuya organización matiza formas de dominio, les da presencia en cada espacio social, acción que venida desde espacios de decisión política o por algunos eventos, que imponen signos, que definen el estilo de cada administración pública. Pero también facilita el desarrollo de un sistema de administración política exitoso, porque demarca derechos sociales de privilegio para sus clientes, exige flexibilidad y negociación política, fidelidad a cambio de privilegios normalmente sujetos a chantajes, que han subordinado al paso de las décadas la acción educativa, la que fue fundamental en la construcción del consenso autoritario.
En ese proceso se establece una lógica de la construcción contemporánea de políticas gubernamentales “públicas” dirigidas a las masas de manera selectiva y sectorial, forma que señala la manera en que se ha de operar. Así, algunos programas destacan formas de ejecución política en donde lo aparentemente público, se convierte en acento de operación gubernamental que privilegia a sectores de trabajadores, al atender los intereses de sindicatos o agrupaciones que al no constituirse en políticas públicas de carácter social general apenas superan lo privado; estas políticas que distinguen a los sindicalizados de una y otra de las distintas organizaciones conducen a diferenciar, por un lado,  a los que tienen empleo, pero a las grandes mayorías, a las que, por ejemplo, se les dan servicios educativos pero no se libera de la exclusión social. El magisterio por su entendimiento y acuerdos se revelan como una de las bases políticas en la que se fincó el modelo de desarrollo político de la sociedad y del país.
La sociedad en México también es resultado de la conquista de las masas de trabajadores por parte de un Estado populista que promueve su organización y le otorga un papel que les permite reproducirse en los límites de la estipulación, que a pesar de ser acciones contrarias, sitúa a los dirigentes de su lado a través de estímulos monetarios, cargos públicos, funciones laborales y la separación de la función original de representar los intereses de sus representados.
El proceso político nacional como formación y consolidación del sistema político pos-revolucionario, está íntimamente ligado a la suerte de otros grupos sociales organizados: sindicatos diversos, ligas campesinas, asociaciones de propietarios, logias, asociaciones profesionales, comerciantes, ganaderos o transportistas, cuyos líderes comúnmente surgieron de las propias bases participantes. Así, tenemos que los protagonistas principales en la formación de la clase política de las regiones provienen de las dirigencias de sectores de trabajadores organizados y otras organizaciones sociales. Los vínculos entre ellos se establecen a partir de demandas de los propios trabajadores y de manera inter-activa de respuestas gubernamentales, proceso de fuerte vinculación en el que se cede a las dirigencias sindicales, prácticamente, la administración de los contratos de trabajo, y el importante poder que supone el manejo del ingreso laboral
En el monopolio del acceso al trabajo y el control de los ascensos, así como la permanencia laboral, sin olvidar la cláusula de exclusión como en el SNTE,  garantizó disciplina y colaboración, se aseguró, aunque no fue así siempre, que no habría sobresaltos para la burocracia sindical, ni para la paz revolucionaria. De esa manera se comprometen intereses específicos que se complementan en proyectos y acciones inter-sindicales, y de carácter político electoral. Por otro lado, la posibilidad de las élites para acceder y mantenerse en el poder fue en buena medida mediada por la capacidad de responder a sus agremiados, así fuera solo parcialmente, a las demandas o intereses de las bases sociales, aunque para ello debían ser duchos en su gestión, eso estuvo siempre determinado por la buena relación que se mantuviera con los distintos gobiernos quienes manejaban los dineros y las concesiones; la enseñanza en las escuelas dependía de las responsabilidades de cada maestro, lo prioritario para las burocracias, era su sostenimiento y los encargos de la reproducción del sistema del partido.
Los dirigentes frecuentemente estuvieron en las cúpulas del poder de la administración pública, en las cámaras y cuerpos edilicios en las elites políticas, compartiendo con militares y empresarios. Los grupos sociales locales fueron cada vez más activos, cada uno tras la búsqueda de sus propios intereses, unos con más éxito que otros. La vida de las instituciones que resguardaban las burocracias políticas, se impusieron a los personalismos regionales, la dirección de la sociedad se consolidó en las burocracias políticas, sindicales y los grupos económicos regionales. Esto fue lo que dio larga vida al sistema político pos-revolucionario.
Ese afán de colaboración que jugaron las organizaciones sindicales, el SNTE una de las cabezas, fue compensado también con el ingreso a un sistema de privilegios que se le otorgaba al ingresar a la clase política veracruzana, de modo que no solo se favoreció de manera indirecta a la industrialización sino que también se colaboró en el desarrollo de la estructura del sistema político, estableciendo un intercambio entre beneficios a los trabajadores a cambio del apoyo a las políticas públicas y al sistema electoral. Los líderes se constituyeron en dirigentes partidarios, recibiendo puestos de elección popular y de la administración gubernamental, pero ya estaba creado un sistema de disciplina, que aseguraba el funcionamiento de excluir a los disidentes, lo que constituyó un sistema político de privilegios, autoritario y con exclusión.
Un proceso social como el de México, que se vive en esa lógica, propició que  sectores importantes de la población abandonaran o por lo menos dejaran de pensar a los asuntos públicos como suyos, dudan que le corresponde preocuparse en estos términos,  por lo tanto, se han desentendido de los asuntos de la representación social, de la defensa independiente de sus intereses, de la resolución organizada de sus propios problemas y demandas, al no hacerlo abandonaron la cuestión pública, y al hacerlo, dejaron espacios libres para la acción de la representación del actual sistema de partidos en donde dominan los que actúan con sus aparatos electorales en una gestión deformada por los intereses de grupo, y que actúan en todo momento con la mirada puesta en el beneficio de ellos mismos, ese es el marco en el que el magisterio deja de hacerse cargo de responsabilidades, como la importante tarea que tiene como objeto participar en dar sentido a su materia de su trabajo, la enseñanza.
Si como vemos hasta aquí, nos referimos a una sociedad que vive su cotidianidad en referencia a pactos históricos todavía vigentes, en régimen de privilegios y con un sistema de representación enajenado, para superar esto, las sociedades de distintas regiones, requieren repensar su participación, gestión y formas de dialogar dentro de los sistemas de enseñanza, en los límites que les son propios, se requiere redescubrir un proceso sumamente exitoso e imaginar otros en los que la riqueza del maestro mexicano es insospechada.
Al maestro se le ha robado ser un agente social en el desarrollo de la civilidad, está en su mayor parte ligado a las condiciones sociales de un Estado paternalista, que reparte a sus hijos, a quienes considera siempre como menores, y les indica el camino. El destino civil está resuelto, no deben preocuparse ni dilucidar rumbos, pues el sistema, el partido y los gobiernos lo hacen en su nombre, así interpretaban su tarea. Pero el modelo se agotó, el grado de desarrollo social que se alcanzó en décadas fue escaso para unos, para las mayorías marginadas del pacto social no hubo respuestas, no alcanzaba, las contradicciones afloraron, el Estado de bienestar se mostró insuficiente, entró en crisis, y varios sectores sociales producen movimientos de inconformidad. Y el propio Estado en aras de la modernidad les echa encima una carga, que si no se entiende su dimensión y todos los factores que intervienen, la reforma 2013 será un fracaso gubernamental más.



Documento: Ideas públicas, 3, Aportación especial, Junio de 2013.
Ideas públicas es una serie de documentos de observación y análisis sobre temas de coyuntura, escritos y difundidos por integrantes del Observatorio Veracruzano de la Educación. Su uso es abierto.


[1]Este escrito resume algunas ideas presentadas por el autor en su participación en el foro sobre Reforma Educativa 2013; en números subsecuentes de la serie Ideas públicasse difundirán otras aportaciones  derivadas de dicho encuentro.

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