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viernes, 28 de enero de 2011

MI GRATITUD/ El Cura Hidalgo a los altares.

A un año, mi gratitud.
Luis Hernández Montalvo.
Ante las diversas muestras de solidaridad, el desamparo humano es menor.
El año pasado por estos días, una enfermedad me postró por un mes en el hospital. Durante una semana estuve bajo los cuidados de terapia intensiva y exactamente el 8 de febrero, me di de alta voluntaria, a pesar de las protestas de mis doctores que se veían preocupados por mi osadía.
Durante este tiempo, mi hija Vania estuvo pendiente de la evolución de mi salud, por eso, le expreso mi gratitud, lo mismo hago a mi hermano Víctor y a mis hermanas Marisela, Toña y Carmelita.
A mis sobrinos y a las personas que generosamente donaron su sangre y cuyos nombres desconozco. Entre los donadores se encontraban mis sobrinos, pero también los amigos de mi hija y los guardias de de la clínica del IMSS de la 11 sur y 13 poniente. El “Moco” de Tlatlauquitepec, no solo donó su sangre, también hizo guardias nocturnas en el hospital. Gracias a ellos, pude evolucionar del 5 por ciento de hemoglobina a cerca de 11 por ciento cuando abandoné el hospital.
Va mi gratitud a los médicos y enfermeras del Hospital de Especialidades del ISSSTEP, que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para salvarme la vida, pero también les pido una disculpa por mi mal comportamiento, en parte porque tengo un feo carácter, pero también, porque los medicamentos lo complicaron aún más. Fueron días y noches de alucinaciones.
Expreso mi agradecimiento a Rodrigo, un niño de escasos seis años que sorprendió a sus compañeros y maestras de la Escuela Montessori cuando les pidió que oraran por la salud de Luis, a doña Leonor del mercado Morelos, que prendió su cirio Pascual y se unió a varias redes de personas que oraron por mi salud. De esas oraciones, se deriva el consuelo de mi familia, que sacó fuerzas del desamparo para sentirse protegidos por el espíritu. La oración es también una fuente de solidaridad.
Reconozco los buenos oficios de los miembros del CEN del SNTE que intervinieron para que los doctores mantuvieran informada a mi familia.
Un lugar especial tienen mis compañeros y compañeras de trabajo, mi directora y la comprensión de los funcionarios que fueron informados de mi hospitalización, pero también las cartas que me enviaron mis alumnas y el recibimiento cálido de mis alumnos el día que pude dar mis primeros pasos y me presenté a la escuela.
De Tijuana llegó mi compadre Guillermo y de Chilapa Guerrero mis compadres Victor y Cristina, que a su regreso, mandaron a decir misas en la catedral de aquella población para pedir por mi salud. Del Distrito Federal, mi comadre Dolores y mí ahijada Aimé y un ex compañero de la Escuela Normal Rural de Tenería.
De Cuernavaca y del Distrito Federal vinieron mis amigos Fernando y Héctor a expresar su solidaridad y tengo conocimiento que en Tehuacán, se formaron grupos de oración con un ex sacerdote y su familia.
También valoro la visita de un joven sacerdote español y profesor del Colegio Pereira de la ciudad de Puebla, que me escuchó en confesión, y al sacerdote que me visitó en el Hospital, le pido una disculpa por haberlo acusado de preconciliar y haberme negado a la confesión.
A mis vecinos que ayudaron a bajarme de la ambulancia, a los que todas las noches venían a verme y preguntar por mi salud, al Doctor Roberto Gómez, que me visitó en mi domicilio por varias semanas, que me facilitó una cama de hospital y que fungió como mi médico sin cobrarme un centavo, a mi fisioterapeuta Lupita, que me ayudó a levantarme de la cama y a tantas personas que se solidarizaron en aquellos días.
En un lugar de mi corazón guardo los gestos de solidaridad de mis amigas Margot, Rosa Elena, las dos Claras, Lulú, Rocío, y tantas otras que no terminaría por nombrarlas, a todas, mi agradecimiento. A Tere, que durante el día dejaba sus labores en la casa para hacer guardia mientras mi hija salía a su trabajo. A la mamá de Rodrigo.
A mis amigos con los que estaba distanciado desde hace varios años, a todos, mi profundo agradecimiento.
¿EL CURA HIDALGO A LOS ALTARES?
Durante mi recorrido por la ciudad en días previos a la Navidad, llegué a la Iglesia de los Juaninos, ubicada en la esquina de las calles Cinco de Mayo y 18 Poniente, en su interior se encontraba una enorme lona con las imágenes de San Juan María Vianey, cura de Ars 1786-1859, la de su Santidad Benedicto XVI y terciaba la de Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor, 1753-1811, que era como se llamaba el cura Hidalgo, padre de la patria mexicana.
Por un momento puse a prueba mi sectarismo religioso, entiendo perfectamente que las imágenes de dos hombres santos como la del cura de Ars y Benedicto XVI, se encuentren ocupando un lugar en los altares de la Iglesia Católica, pero no me explico que hace junto a ellos el rostro de un hereje, que en 1811, fue degradado como sacerdote, fusilado y decapitado por el Santo Tribunal de la Inquisición de la Nueva España.
Según el Blog El Hereje Cura Hidalgo, este fue excomulgado bajo los siguientes crímenes:
Así, bajo los cargos de "Apostasía de su fe católica", "pertinacia en el error" y de ser un hombre "sedicioso" y "cismático", y de además "seducir" a otros a seguir su camino, fue excomulgado mayormente el cura Hidalgo, sin derecho a que le fuese retirado éste veredicto. Para mayor información, puede consultar el Blog en la siguiente dirección: http://afz902e.blogspot.com/2007/10/el-hereje-cura-hidalgo.html
hernandez_luis21@yahoo.com.mx

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