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martes, 17 de enero de 2012

El mercader de la educación José Blanco La Jornada

Son tiempos de mercaderes; los neoliberales continúan con su espectáculo de chivos en cristalería.
Tal vez el actual podrido carcinoma que corroe al capitalismo haya puesto a pensar a algunos, pero son muy pocos. Los neoliberales no piensan, se alimentan, no del conocimiento del mundo, sino de un dogmatismo oscuro.
Calderón anunció el pasado 9 de enero que gobierno y particulares van a comenzar a vender educación superior, ahora sí en serio. Por lo pronto, se entregarán recursos que son de la sociedad, a 21 universidades privadas; los planteles que ya operan son: ITESM y las universidades de Monterrey, Regiomontana, Anáhuac México, Latinoamericana, Panamericana, Tecnológica, Popular Autónoma del Estado de Puebla, Jesuita de Guadalajara, Claustro de Sor Juana, Justo Sierra, Latina, Intercontinental, del Valle de Atemajac, Tangamanga y Contemporánea, y el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (Cetys). ¿Cuál de estas empresas puede ser llamada universidad?
Resulta miserable para cualquier ciudadano informado, haber oído un exaltado y autocelebratorio discurso –uno más–, como el que pronunció Felipe Calderón en el campus del Tec de Monterrey. Fue la celebración de la ignorancia –unas más–, esta vez sobre la educación superior, un asunto absolutamente crucial para el futuro del país.
Calderón, seguramente, no debe leer mucho más que los partes de guerra, pero aún puede revisar los medios estadunidenses que mil veces repitieron esta noticia durante 2011: Los universitarios estadunidenses se ahogan en préstamos. Uno de cada cinco estudiantes será perseguido por impago. La deuda supera 995 mil millones de dólares. Ocuppy Wall Street llama a la insumisión (véase, por ejemplo, Volunteer.tv.com, octubre, 2010). La tensión social en el sector estudiantil en el país vecino crecerá, si no se pone remedio a este estado de cosas de obvia raíz neoliberal.
Cuando a la inconsciencia sobre la índole y alcance de las decisiones se aúna la prepotencia de actuar al margen del conocimiento, como lo ha hecho Felipe Calderón, tenemos como resultado un despropósito, una sandez.
Lo que no comprendemos no lo poseemos, escribió con sencillez Johann W. Goethe. Ahí está Calderón, un ejemplo sobresaliente. En materia de educación, y de educación superior en particular, Calderón está en la inopia y a ésta aúna la ideología de las derechas: la educación como un servicio que el gobierno y los particulares deben vender a las familias de los estudiantes y a los estudiantes mismos. En abonos.
Calderón alardea: la tasa de interés sólo será de 10 por ciento. Pero si la inflación anual es de 4 por ciento, los bancos tendrán sus ganancias y las escuelas privadas también. Todo, con la garantía de los recursos públicos de Nacional Financiera. Si esto es así, una cabeza que no sea de mercader utilizaría esos recursos públicos para la educación pública coherentemente.
¿Quién le garantizará un empleo al egresado de una de esas egregias universidades, para que pueda pagar su hipoteca educativa? Alguien debe informar a Calderón que el conflicto por una educación al estilo de lo que ahora quiere, acabó por provocar un conflicto de proporciones de erupción volcánica en Chile, que lleva ya nueve meses. ¿No está enterado?
¿Cuáles carreras van a estudiar los estudiantes que se endeudarán con los bancos? Las de gis y pizarrón, por supuesto. Dizque derecho, contabilidad, dizque mercadotecnia, dizque cómputo, dizque sicología, etcétera. Por supuesto, Calderón ignora que en 2000 la Anuies encargó un estudio que mostró que alrededor de 50 por ciento de los egresados anuales del conjunto de las universidades no hallaban un empleo en la carrera que estudiaron, que ese hecho los llevaba a otro segmento de mercado con menores ingresos, desplazando aún más abajo a quienes ya ocupaban alguna plaza en este segundo segmento, y así en cadena descendente.
Sabemos que la cobertura aumentó de alrededor de 19/20 en 2000, a 30 por ciento en la actualidad, grosso modo. Puesto que no ha habido cambios estructurales en la educación superior, puede esperarse que quienes no cuentan con un puesto de trabajo en sus carreras, debió aumentar.
¿Con qué carreras ocurría eso más acentuadamente? Precisamente con las que se cursan en las escuelas particulares. ¿Por qué sucedía esto? Porque los mercados de estas carreras estaban saturados, porque la calidad de los egresados no cubría los requerimientos de la actualidad, porque se requieren otro tipo de egresados, temas que Calderón Hinojosa desconoce.
El señalado es apenas uno de una larga lista de problemas que aquejan a la educación superior, algunos de gran complejidad, que deben ser resueltos y no expandidos con la misma educación superior de siempre, pero ahora en abonos. Es preciso superar la aglomeración que conforman hoy las universidades mexicanas; es indispensable abandonar el modelo napoleónico de su organización; es inexcusable cambiar el paradigma de enseñanza-aprendizaje: las universidades deben dejar de impartir enseñanzas y en cambio generar aprendizajes susceptibles de ser evaluados y asegurados. Es imprescindible articular la producción científica y tecnológica y la innovación con la educación superior. La economía y la sociedad del conocimiento no es una frase sino una realidad, aunque ajena a la sociedad mexicana; que lo sea también para Calderón no es sorprendente, pero muestra bajo cuántas llaves está cerrada hoy la puerta del futuro del país.

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