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sábado, 15 de agosto de 2015

Mi primer año de trabajo Eleuteria Cerón Contreras



Contar historias es una forma de participar del pasado, de ser parte de una historia, de custodiar los pasos de la educación.

El repensar mis primeros pasos como maestra me emociona, y me permite reconocer parte de mí,  que me permite crecer como persona y como maestra.

Mi primera experiencia como maestra, llegué a san José del Rio del Municipio de Fresnillo en el estado de Zacatecas.

Eran las 6 de la tarde del 15 de septiembre de 1967, me acompañaba mi mamá, me indicaron que me haría cargo de la dirección y de dos grados de la escuelita del Rancho, como llamaban a esta comunidad. Se tomaba el camión de pasajeros ya muy deteriorado, que además de vez en cuando se averiaba.

La distancia no era mucha; pero con las condiciones del transporte y el camino de terracería, el viaje se hacía en 3 horas, sólo había una corrida y salía de Fresnillo a las 15:00 horas para pasar a las 18:00 horas por San José y seguir más adelante a otras comunidades; así que había que estar muy atenta para no perder el viaje.

Llegaba en substitución de un maestro que decidió jubilarse, quien una vez que procedió el protocolo de entrega del plantel se retiró y dejo a mi responsabilidad la escuela, pase de ser estudiante a ser maestra, hasta entonces comprendí que la práctica demanda una actitud reflexiva para resolver las distintas problemáticas y  lo que lograra hacer con mis alumnos será válido en su enseñanza-aprendizaje..

Debo reconocer que al enfrentarme sola a una aventura desconocida, sentir la responsabilidad de estar a cargo de una escuela que debería salir avante, me asustaba, pero también descubrí que era mi oportunidad de mostrar capacidad para coordinar, organizar y seleccionar las actividades a realizar en la escuela.

Así que iniciaría por reconocer mi contexto, la localidad era pequeña y sus habitantes de escasos recursos económicos, sus  actividades principales eran el hogar para las mujeres y la agricultura para los varones más como esta era de temporal y  muchas veces se perdían los cultivos, que generalmente eran de maíz y frijol.

Con esto es fácil deducir que su alimentación era a base de tortillas frijoles y salsa. Cuando el dinero era demasiado poco, los hombres salían a trabajar a la ciudad de Guadalajara y algunos a E.E.U.U

Por la mañana del 16 de septiembre empecé a prepárame para las actividades del desfile, y pedí a la Sra. de la casa que me mostrara donde podría bañarme. Me  indicó que enseguida me decía, y se fue para volver con una cubeta como de 10 litros de agua, al verla me quede absorta y pensé “con esto no me alcanza ni para lavarme el cabello” no quedaba de otra que adaptarse a lo que había.

Mi vida había cambiado, tendría que acostumbrarme, tampoco había luz eléctrica, pues me había alumbrado con una vela  en mi primera noche; después, observé que algunos vecinos usaban  los quinqués, ellos le llamaban “aparato”.

 Se utilizaba el agua de río que estaba como a 300 metros del centro del poblado y la acarreaban con botes que cargaban sobre la cabeza también iban a lavar y a bañarse al río, para la comida y para  beber sacaban el líquido de un pocito que yo supuse se filtraba del mismo río. Poco a poco fui conociendo y  me acomode a la forma de vida del lugar,  me traslada a lavar al río, para entablar comunicación e integrarme a la comunidad.

Viene a mi mente el desayuno que consistía en tortillas, frijoles y salsa, café o té  para la comida y la cena era diariamente el mismo menú, al que me acostumbre poco a poco.

En algunas ocasiones a mi compañera y a mí nos daban jocoque que es un  derivado de la leche, el que hacían dejando una ollita con leche cerca del fogón donde echaban sus tortillas y cocinaban los alimentos, la dejaban hervir hasta que la leche se cortaba, lo curioso es que no lavaban el recipiente el sino que solo lo enjuagaban con las misma leche cruda, lo extraordinario de la alimentación era cuando nos daban sopa de pasta, algo se festejaba,  porque no las daban de vez en cuando, pero debo reconocer que disfrutaba de las tortillas, grandes, blancas y calientitas, era todo un manjar, recuerdo que en la comunidad únicamente dos familias tenía 2 o  3 vacas  y eran las que tomaban y vendían leche.

Hoy esta breve redacción me lleva a la reflexión porque las autoridades educativas no toman la experiencia de los maestros jubilados, quienes permanecimos en el aula y en diferentes contextos por 30, 35 o 40 años de servicio, que  nos formamos a través de muestras propias experiencias.

Parece ser que ni a los investigadores  les parecen relevantes nuestras historias, están más concentrados en  los que se están formando, en cómo deben formarlos, cuando tienen una gran riqueza y experiencia con los maestros jubilados, ¡que siempre tendremos algo que decir!

1 comentario:

Marisol Enriquez Pérez dijo...

Hola: Para mi es un gusto leer la reflexión. Si no estoy equivocada la autora es mi gran profesora de la escuela primaria rural bigrado "Escuadrón Aéreo 201". Excelente profesora. Saludos.