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sábado, 15 de agosto de 2015

Mis sueños hechos realidad como maestra : Inés Mendoza Juárez


                                                  

Mi vida fue muy bonita al lado de mi abuelita; me quería mucho, me sentía muy feliz  junto a ella, pero también deseaba tener a mi mamá y a mi papá como todas mis amiguitas, pero yo no tenía padres, llegue al lado de mi abuelita muy pequeñita de meses, los motivos no los sabia, a la edad de ocho años me dijeron quién era mi mamá, a mi papá si lo conocía pero lo veía muy poco.

Los años fueron transcurriendo y desde esa edad ya era “pilmama” de los niños de mis tías, ya me ponían a lavar pañales y a hacer los mandados; si bien podía ir a la escuela, bien, si no, no, me decían que estaba para cuidar a mi abuelita, porque ya su edad avanzada no le permitía hacer quehaceres, lo sabía, pero yo deseaba ir a la escuela, porque solamente ahí podía jugar, gracias a Dios a base de trabajo termine la primaria, y quería ir a la secundaria, le decía a mi mamita, abuela:

-“Seguiré trabajando con mis tías, para seguir estudiando, levantarme a las cinco de la mañana, y estar lista para entrar a la secundaria de tres de la tarde a las nueve de la noche.

Acarrearé el agua para los panaderos de mi tía, para que nos de dinero y lo juntaremos para mi colegiatura y mis libros, pero usted le cobra porque a mí no me dará nada”, decía a mi abuelita, ella me contestaba

 -“Estará bien hijita, aplícate y saldrás adelante primero Dios”, así me decía:

-“Quisiera tener lo necesario y darte para que no trabajaras, pero tú lo ves hijita no tenemos”. Tanto me quería que cuando llegaba ya me tenía mi comida lista, me decía “apúrate y vete”.

Paso el tiempo y logre terminar la secundaria, pero ahora vino lo difícil, a donde y con qué dinero, seguir estudiando, mis amigas me decían -“nosotros nos vamos a presentar examen a la universidad a Pachuca”, pues tenían dinero, pero yo sabía que había escuelas Normales que no se pagaba y que hasta les daban de comer como en la Escuela Normal Rural del Mexe.

Estaba tan animada y estaba al tanto de los exámenes, pero siempre sin que mis tías se dieran cuenta, porque me decían que no me hiciera ilusiones,

 -Porque tú vas a cuidar a mi mamá hasta que Dios la recoja.

-Me ponía a llorar y mi mamita me decía:

-“No te preocupes, no llores, te voy a ayudar, voy a criar muchas gallinas y puercos y te mandaré dinero en donde estés estudiando, porque un día Dios me va a recoger y que va a ser de ti, así como te tratan tus tías”,  y un día unas amigas me avisaron que  se acercaba el examen en la Escuela Normal Rural de Panotla, Tlaxcala.

 Llegó el gran día pero por no tener dinero ya no pude ir, pero como no quería dejar de estudiar sentía que al pasar un año sin estudiar ya no iba a poder después, tenía una amiguita que siempre andábamos juntas y nos decidimos ir a presentar el examen a la Universidad, nos quedamos en la carrera de Enfermería.

Rentamos un cuartito y ahí vivimos las dos, sosteniéndonos con lo que nos llevaban, íbamos muy bien en las clases en la teoría, pero cuando llego el momento de la práctica nos mandaron a los hospitales para atender heridos, ella y yo somos muy miedosas y nos regresamos  a casa, no servíamos para ser enfermeras, como no queríamos dejar de estudiar, luego nos fuimos a estudiar a México en una escuela de Corte y Confección, pedimos permiso de quedarnos con una de mis tías, hermana de mi mamá abuela, pero  eran tantas las carencias que nos regresamos.

Pasó el año y esperé el día de los exámenes de las escuelas Normales Rurales, para  esto llegó el día de mi cumpleaños y una de mis tías me dio de regaló veinte pesotes, era un gran tesoro,  los guardé y dije:    

- “Estos son para irme a presentar examen, llegó el gran día y me fui a la Escuela Normal Rural de Palmira Morelos”, logre mi sueño, aprobé el examen y ahí terminé mi carrera el 30 de Noviembre  de 1965, ¡Por fin era maestra!

Me inicié en la enseñanza con interrogantes, miedos ansiedades, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos. Con tanta emoción deseaba que pasaran las vacaciones para presentarme al Instituto, mostrar mis documentos de terminación de estudios como maestra normalista y recibir órdenes y ponerlas en práctica.

Mis órdenes fueron en una comunidad llamada Ejido de la cabecera Municipio de Agua Blanca, Hidalgo, en ese lugar se encontraba la supervisión, era un pueblito que tenía varias casas y hasta un pequeño hotel donde me quedé.

Pero ahí no era la comunidad donde iba a trabajar me dijeron que me tenía que llamar el delegado y que él me tenía que llevar a conocer mi escuela y me dijeron:

-¡Preséntese  el lunes temprano! y el delegado la va a esperar en la parada de Sabanillas.

Me regresé nuevamente a Tepatepec,  me encontraba feliz y deseaba que fuera lunes.

Mi sorpresa fue que el lunes a las diez de la mañana al llegar a sabanillas emocionada porque pensé era un lugar comunicado, porque hasta el medio de transporte era “ADO” pero al llegar a la casa donde era la parada ya me estaba esperando el delegado con dos caballos uno para mí y uno para él,  ahí fue donde me dio miedo porque en mi vida  había subido a un caballo  y llevaba a mi hermanita de ocho años, así le decía a la hija de una de mis tías, para que me acompañara, entonces pregunté:

 -¿Por qué a caballo? Yo nunca  he subido a uno, entonces él delegado me dijo:

 -Pues solamente así se puede subir a Ejido la cabecera municipal, son dos lomitas que aproximadamente se hace dos horas para llegar, es rápido no se desanime -tenemos 3 años que no nos mandan maestro, súbase maestra usted puede esta jovencita, en un caballo subieron mi velíz y cobijas, en realidad tuve mucho miedo era puras veredas y barrancas, los caballos pasaban en medio de muchos árboles y mucha vegetación yo deseaba ver siquiera una casa, pero nada, el delegado dijo que eran dos lomitas  y yo solo veía cerros, después de dos horas a lo lejos se veía una casa y me dijeron esa es la escuela y aun lado está el cuartito donde se va a quedar con doña Sarita, ya que es la casa que se encuentra más cerca, ya hablamos con ella, le puede pedir lo que necesite y a la semana le paga.

Me comento el delegado:

 -Ya está por salir la cosecha de maíz y si usted nos dura mucho tiempo tiene cincuenta por ciento de la parcela, de las ganancias, eso le corresponde,  porque los maestros que han llegado ya no regresan,  no conteste me sentía temerosa e insegura.

Llegamos a la escuela y sentía mucha aprensión, porque frente de la escuela estaba el panteón y no veía ninguna casa, y le pregunte:

 -¿Qué no hay casas?

El me contestó:

-Si pero están lejos detrás de los árboles del Ocotal, por eso no se ven, mañana le traigo un quinqué para que se alumbre, aquí no hay electricidad.

Lloraba todas las noches abrazaba a mi hermanita  pero sin que me viera porque también me decía mejor vámonos está muy feo, y le decía el viernes nos vamos pronto a la casa, tenia 1º, 2º y 3º total 35 niños durante el día  estaba bien pero en la noche no.

Me decía pronto se pasará esta semana y, gracias a Dios así pasaron nueve meses, pero mi hermanita y yo enfermamos del estómago, tardamos en recuperarnos y entonces un médico de Pachuca me hizo un oficio para el Instituto y me cambiaron a la zona de Lagunilla, compartía  aprendizajes con 45 niños pero  era diferente ya viajaba diario a casa,  trabajaba muy a gusto  después me ofrecieron una permuta para la escuela de Lázaro Cárdenas  muy cerca de mi casa, la acepte y al llegar a la escuela me asignaron un 1º año con 40 niños, pero la delegación sindical, no aceptó mi permuta, me cambiaron a la comunidad de Rosario a la escuela “Miguel Hidalgo”  con 1º año, ahí mi grupo lo conformaban 35 niños, me encontré con compañeros agradables, y por asares del destino decidí casarme y a mi esposo recién egresado del Mexe le dieron el estado de Guanajuato, decidimos ir juntos, permute a la escuela “Francisco I. Madero” de Copareo  Municipio de Salvatierra en donde nuevamente me asignaron el 1º año con 60 alumnos, mi idea fue no reprobar a nadie porque si algún niño se retrasaba  los nivelaba en mi casa por las tardes y así nadie reprobaba.

Aún me acuerdo de la tensión diaria, para aparentar que todo estaba bajo control, luego, con el paso del tiempo, me gané seguridad.

En esa escuela  permanecí 20 años y  durante ese tiempo siempre compartí aprendizajes con alumnos de primer grado, algunas veces porque el Director de Educación, lo indicaba ya que me dio la oportunidad de  dar cursos a los maestros de la zona  de acuerdo al método  que indicaba los programas, les compartía el material que se llevaría cada semana, lo hacíamos los viernes en las tardes en Salvatierra para que el lunes todos llevaran sus materiales y sus planeaciones por semana, debo reconocer que los maestros, mis compañeros se esmeraban y los niños aprendían a leer, escribir y matemáticas.

Igual me dieron la oportunidad de ser maestra de Actividades Culturales durante dos años, asistí a cursos de preparación en la Escuela Normal de Roque Guanajuato, en las vacaciones de Julio y Agosto. Para después reintegrarme a la Escuela “Francisco I. Madero” de Cupareo, Guanajuato.

Por problemas familiares regreso a mi Estado y llego otra vez a la Escuela “Miguel Hidalgo” del Rosario donde se trabaja con un compañerismo agradable donde se planeaba igual que en Guanajuato. Los viernes.

Me sentía muy contenta por un compañero que le debía favores me pidió una permuta porque en la escuela donde él estudiaba le pedían que trabajara en una escuela grande y esa escuela era Rosario donde yo trabajaba y le tuve que permutar y me fui a la Escuela de San José Boxay,  donde me desilusioné porque llegué  con mucho entusiasmo a aplicar y compartir lo que había aprendido, así que necesitaba más tiempo, llegaba media hora antes y salía una hora después, las llaves que me habían  dado cuando llegue, me las retiraron y el Director, el Inspector y el Secretario General de la delegación sindical me dijeron:

- “Usted va a entrar junto con sus compañeros, si entran a las diez y salen a las once, usted va a entrar junto con ellos”.

Me sentí muy mal que al llegar a mi pueblo me cuartaron mi trabajo y que ni el Supervisor que era la parte oficial me apoyó, busqué cambios en la misma zona 5ª y no me recibían  porque para más de uno era una maestra problema por entrar temprano y salir tarde, me fui a la Escuela ”Francisco Villa”, por permuta, y  ocurrió lo mismo no me dejaban trabajar, me llegaron a decir que mejor me llevara mi cama a la escuela.

Terminaron con mi paciencia y no cumplí mi propósito de llegar a los cuarenta años de servicio, entonces, decidí jubilarme y al hacerlo me fui a trabajar al Colegio “Tepatepec” cuatro años; para después jubilarme y descansar.

Ahora entiendo después de muchos años que la escuela  es el sitio a donde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto, para reconocerte y reconocer el otro.


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