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miércoles, 12 de agosto de 2015

Partiendo de cero Martiniano González López



Se muy bien que a pocos o tal vez a nadie les interese saber como fue el principio de mi vida  profesional, pero como todo tiene un inicio, ¡Aquí les voy¡ Nací el día dos de enero de 1946, es decir, sólo se me escaparon 45 años del siglo XX, en esos tiempos amarraban a los perros con longaniza y no se la comían, hoy hacen longaniza con carne de perro y si nos la comemos.

Fui el último de ocho hermanos y aunque todos ellos aprendieron a leer y escribir fui el único que consiguió terminar la carrera y no por ser el más inteligente, sino porque las circunstancias lo permitieron; sin embargo no fue fácil, hubo que batallar contra la opinión de los adultos de entonces quienes decían que eso de ir a la escuela sólo era perder el tiempo, o de plano era ir a  hacerse tonto.

A pesar de esto me fueron a “apuntar” en la escuela de Bocamiño, supongo que por ser la más cercana y aquí  fue donde la puerca torció el rabo, porque para ir a la escuela teníamos que madrugar para llevar las borregas a pastorear, llegábamos a medio lavarnos la cara, tomar el desayuno que consistía en un jarro de café negro, dos o tres tortillas recalentadas en el rescoldo y ... ¡listo¡

Al salir de la escuela debíamos regresar a casa lo más pronto posible, porque  las borregas ya nos estaban esperando de modo que no había tiempo de jugar en la escuela pero ¿que tal en la pastoreada? ahí si que nos desquitábamos con toda clase de juegos y hacíamos todo lo que en la casa y en la escuela nos evitaban.

Así pasaron los años, de plano no sé cuantos, sólo sé que en esa mi primera escuela cursé hasta el tercer grado, no había más, así que para seguirle, me fueron  a “apuntar” –hoy se dice inscribir- a la escuela grande de Tepa, la Escuela Francisco I. Madero. ¡uf¡ ¡que cambio¡

De verdad todo cambió, porque había que madrugar más con las borregas y echarnos la caminada de la comunidad a Tepa, recorriendo diariamente y como el tiempo estuviera, ese “camino viejo” que hacíamos más corto tomando veredas y atravesando milpas, pero eso no era lo grave, la cosa se complicó cuando al iniciar el cuarto grado descubrí que no había aprendido nada de nada y me convertí en la burla de mis nuevos compañeros, así que pasó lo que tenía que pasar, ¡reprobé¡.

En mi casa decidieron todos, menos mi madre que siempre me apoyó, que yo no servía para la escuela, así que tuve que entrarle a la chamba en el campo donde aprendí toda clase de labores y pude convivir con la gente que se raja el alma para hacer que la tierra produzca, aunque esa tierra no fuera nuestra, ya que nosotros éramos de a tiro viles peones.

Por esos tiempos conocí a un muchacho más o menos de mi edad. Cuando el se dirigía a la escuela yo ya iba a trabajar o a pastorear, cada que nos encontrábamos me insistía en que regresara a la escuela, algo que yo veía imposible, fue tanto su interés que cuando terminó cuarto grado, con mucho cuidado borró su nombre de la boleta y escribió el mío. Como todo se hacía a mano, mas o menos le quedó bien. Un buen día me dijo: “vengo por ti, vamos a la escuela, ya estás apuntado, te toca con la maestra Leonor, vas a cuarto año.”

Con el apoyo de mi madre regresé a la escuela, era el más alto y mas viejo de mi grupo, poco a poco me  adapté y ya no le paré hasta terminar la primaria, cuando ya contaba con 17 años de edad.

A esas alturas ya veía las cosas con más madurez, además siempre conté con mi amigo, ¿por qué se nos va lo bueno?, que con su contagioso entusiasmo me invito a presentar examen de admisión en la escuela Normal Rural del Mexe.

Por mala suerte no logré ingresar, pero ya estaba picado y busqué la forma de seguir, intenté ingresar a la secundaria particular por cooperación de Tepatepec, pero ya no hubo cupo, para entonces se abrió la escuela secundaria de San Antonio Zaragoza, Hidalgo, y… ¡allá vamos¡ fuimos parte del grupo fundador de esa escuela, la primera generación.

¿Maestro por vocación? ¿por necesidad? ¿por imitación? ¡No lo sé!, Debo decir que la escuela secundaria a la que me he referido, en sus, por los menos tres primeros años estuvo atendida por los mejores maestros de la escuela normal del Mexe, a saber:

o   Director fundador y maestro, de geografía: Profesor Fernado Pérez Zempoaltecatl

o   Maestro de español: Profesor Prócoro Barrera Sánchez

o   Maestro de matemáticas: Profesor Ernesto Olguín Anaya

o   Maestro de historia: Profesor Felipe Cortés Martínez

o   Maestro de inglés: Profesor Moisés Peña Nápoles

o   Maestro de música: Profesor Javier Moreno Pichardo

Todos ellos con sus conocimientos, pero sobre todo con su ejemplo cincelaron nuestro carácter, modelaron nuestro ser, de modo que al terminar la secundaria ¿para dónde ir? ¿qué camino tomar? No había mucho que escoger, no era menester pensarlo tanto, a las gentes como yo sólo nos quedada un solo camino: era el Mexe o nada.

No recuerdo la fecha, pero llegó el momento, presenté examen de admisión para ingresar a la escuela normal. Esta vez ¡si se pudo! Por fin logré hacer realidad lo que siempre había soñado. Ser normalista no sólo era un orgullo, era un privilegio, será por eso que le entré con muchas ganas. Participé en diferentes actividades y logre varias cosas que prefiero no señalar para no caer en autoelogios.

Aún aquí, en esta casa formadora de maestros yo me preguntaba si de verdad había escogido el camino correcto o si sería un fracaso como educador. En mi mente se arrebataban las dudas ¿no hubiera sido mejor ser un buen campesino que un mal maestro? en fin, el paso ya estaba dado y había que esperar los resultados.

Después de tres años y al final de la jornada como estudiante normalista llegó la fecha esperada, la ceremonia de nuestra graduación se llevó a cabo a las 18 horas del 28 de junio de 1969.

El 16 de octubre de 1969 inicia, ¡Mi aventura profesional! Creí tener todos los elementos  técnicos  y pedagógicos para desempeñar la tarea escolar,  al estar frente a grupo, vivía mi realidad, recibí mis órdenes de presentación a la zona escolar No. 29 con cabecera en Tepetitlán, Hidalgo. El inspector escolar me envió a la Escuela Primaria “Unión Campesina” de la comunidad de Michimaloya, perteneciente al Municipio de Tula de Allende, Hidalgo, el director de la escuela me asignó el grupo de primer grado.

Mi primera actividad fue convocar a reunión a los padres de familia, con la anuencia del director, él se encargó de hacer mi presentación y juntos le pedimos a los padres de los niños su participación en esta difícil tarea, así iniciamos el curso a lo largo del cual tuvimos tropiezos, sufrimos desengaños, entendimos que la teoría esta bien lejos de la práctica, no es fácil lograr que los niños aprendan cuando llegan a la escuela con el estómago vacío, recuerdo que me toco la época en que había que enseñar a leer a través de los nombres de los colores, yo estaba muy entusiasmado por que los niños ya había logrado identificar los colores y formar palabras con las silabas de los mismos pero sucedió que al hacer una visita domiciliaria a la casa de Isidro, uno de los niños del grupo, al llegar a su casa y  saludar, salió el niño al recibirme, le pregunte que si ya había comido me dijo que si, le pregunte que había comido y me contesto que mole verde y resulta que en su camisa tenia tremenda manchota de chile rojo , me dije ¡ya valí con esto de los colores¡.

En esa escuela dure tres cursos,  mismos que aproveche para hacer mi memoria profesional, trabajo que me permitió hacer una serie de investigaciones y estudios con los cuales pude conocer más de cerca los graves problemas que aquejan a las comunidades rurales: falta de agua potable, servicio de energía eléctrica, vías de comunicación, caminos de terraceria, falta de trabajo al ser  tierras de temporal, cosechas muy pobres,  no se contaba con centro de salud, en fin un mundo de carencias pero lo peor es que uno no puede hacer nada, a cada solicitud que se hacia ante autoridades municipales la  respuesta era la misma, ¡no hay recursos¡ lo más que se logro durante este tiempo y a mucha insistencia del director de la escuela fue la construcción de la casa del maestro.

Cómo olvidar el día del maestro de aquellos años, cayo un  miércoles, bien lo recuerdo, por lo que de manera interna decidimos trabajar ese día para no trabajar el viernes de modo que fue el trabajo normal,  por el camino antes de llegar a la escuela estaba una tiendita,  observe a Emiliano, un niño del grupo a mi cargo compraba unas galletas de animalitos, se las envolvieron en un papel de estraza, le puso unas flores silvestres  y llego al salón, al entrar  se dirigió a mi y me hizo entrega de ese que hasta hoy ha sido el regalo mas valioso que como maestro he recibido.

Durante el año escolar 70-71 logre mi cambio de adscripción y pase a la 5ª zona escolar con cabecera en Tepatepec, Hgo, el inspector escolar me dio mis órdenes respectivas para que me presentará a la Escuela Primaria “General Álvaro  Obregón” de San Juan Tepa, establecimos buena relación con padres de familia y vecinos entusiastas quienes se organizaron con maestros del Mexe  se logro la creación de la escuela secundaria que en sus inicios fue por cooperación, ahí estuve como parte del personal docente hasta que salió la primera generación.

En el año 73-74 pase a la escuela primaria “Escuadrón Aéreo 201” de la comunidad de la puerta, municipio  de Francisco I. Madero Hgo, la primera tarea fue conseguir el registro oficial de la escuela con el nombre y clave debidamente oficializados ya con estos requisitos cubiertos logramos que la escuela se hiciera  de organización completa  evitando que los niños tuvieran que trasladarse a otras escuelas, en esta comunidad permanecí 9 años escolares durante los cuales se lograron varios avances, establecimos relaciones de trabajo con las escuelas de Dengantzha, San José Boxay y los Chavarrias teniendo como resultado el acercamiento no solo entre los niños sino entre las comunidades.

En septiembre de 1978 ingrese al sistema de Escuelas Secundarias Generales y soy adscrito a la escuela secundaria general “Profesor David noble” ubicada en Mixquiahuala de Juárez Hidalgo, me toca ser fundador del turno vespertino lo que me permitió seguir trabajando en la escuela primaria de la comunidad de la Puerta, por los años que ya tenía en servicio y las experiencias adquiridas me consintió conocer  bien el terreno que pisaba, por lo que para empezar  se llamo a reunión a los padres de los grupos que se me asignaron, se les hizo saber que en este quehacer somos los tres elementos responsables: alumnos, padres de familia y el maestro, si alguno de los tres incumple con su función, los resultados no serán positivos; esta reunión con los padres  se hacia a cada inicio de curso y al final del año escolar llamábamos nuevamente a los padres para hacer un balance del rendimiento obtenido durante el año escolar.

En esta institución permanecí de 1980 al año 1999, durante estos años se implementaron  diversas actividades de las cuales comento aquí por lo menos una:  Partiendo de que los jóvenes tienen un comportamiento en su casa y otro muy diferente en la escuela llegamos a concluir que los padres no conocemos a nuestros hijos, se propuso una actividad a la que llamamos“ un día en la escuela de mi hijo” consistió en que los padres observaran a su hijo (a) desde que salía de su casa sin  que el joven se diera cuenta ,entraba a la escuela desde algún lugar estratégico observaba todos los movimientos del muchacho, conocía a sus maestros, identificaba a sus amigos, veía que deporte practicaba, a que hora salía de clase, que tiempo hacia de la escuela a su casa, que le distraía en el camino, como se comportaba con las personas ajenas a la escuela; por la tarde el padre o la madre que había hecho la observación le hacia una serie de preguntas a su hija (o) como: con quien se junto, como aprovecho el tiempo libre en la escuela, en fin una serie  de cuestiones para ver si coincidía con lo que la madre o el padre  había observado, esta actividad permitió que los padres conocieran mejor a sus hijos y reconocieran que el bajo rendimiento escolar no siempre es responsabilidad del maestro.

En mi  trayecto como maestro me toco bailar con la mas fea, como maestro de matemáticas viví grandes experiencias, buenas y malas, encontré a muchachos que rechazaban la clase porque la consideraban la más difícil, poco a poco fueron descubriendo que esta dificultad era un mito, que haciendo un poco de esfuerzo y dedicando un poco de tiempo se vence cualquier dificultad.

Sin animo de presunción diré que se hicieron muchas cosas con los jóvenes que me permitieron compartir su tiempo como estudiantes, hoy son hombres y mujeres en su mayoría profesionistas y creo que ciudadanos ejemplares pero…
¿que tal si usted amable lector se echa una vueltecita por Mixquiahuala y pregunta sobre nuestro trabajo escolar?...

Usted tiene la palabra



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