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viernes, 18 de abril de 2014

Carta a Juan Nicolás Callejas Arroyo Luis Ortiz Ramírez

GIGANTE CON PIES DE BARRO
Señor Juan Nicolás  Callejas Arroyo: soy Luis  Ortiz y soy maestro de secundaria. Quiero decirle dos o tres cosas que no puedo seguir aguantando. Había pensado pasar  a dejarle esta carta al Congreso del Estado, pero lo más seguro es que algunos de sus muchachos de seguridad, que por cierto no dudo que sean maestros,  me lo hubieran impedido.
Déjeme decirle que conozco bien su trayectoria, mucho más que muchos maestros que hoy lo rodean, tanto a usted como a Juan, su hijo, y no me extrañará que salten  a la palestra rasgándose las vestiduras a refutar esta carta, como buenos corifeos, para congraciarse con usted.
Cuando ingresé al magisterio no decidí afiliarme al SNTE 32, pero en automático llegué a formar parte de él, sin que me pidieran mi consentimiento. Debo confesarle que en el fondo me producía orgullo  engrosar las filas del sindicato más poderoso de América Latina. Reconozco que, por mi naturaleza rebelde, me costó trabajo sujetarme  inmediatamente a las normas y costumbres del Equipo Político. Sin embargo, cuando lo hice, puedo decirle que di mucho de mi tiempo  y habilidades para fortalecer la dichosa unidad que tanto proclamaba usted en sus discursos.
Todavía recuerdo a un hombre fuerte, vestido de elegante guayabera de lino blanco, cuando declaraba en sus discursos que “cómo era posible que el hombre había llegado a la luna y todavía había aulas con pupitres viejos”. Yo creía sinceramente que estábamos representados por una persona que realmente amaba a  los maestros, y no por  lo que podía sacar de esa relación convenenciera.
Cuando se vino el asunto de la reforma educativa, fui de los primeros en decir que ésta sí afectaría nuestros derechos. Desde luego que la leí y la analicé con mis estudiantes de la universidad. Sin embargo, en reuniones previas con nuestro secretario seccional, quizá recuerde que se nos conminó a defender la escuela pública en los parques  y en las redes sociales. Pues muchos lo hicimos.
Lo que no llegué a comprender es que después de la detención de la maestra Elba Esther Gordillo,  su actitud y postura cambiaron de repente. Usted declaró a los medios que la “reforma  educativa” no afectaría a los maestros.
No podía comprender cómo alguien cambia de actitud de la noche a la mañana como usted lo hizo, claro,  a menos que se vea obligado por hechos que muchos maestros desconocemos.  Desde luego que tuve que tomar una decisión: o continuar en las filas del Equipo Político o salir a la calle, como  miles de maestros que veíamos cómo una persona prefería congraciarse con la cúpula del poder y seguir conservado sus cotos de dominio, aunque dejara colgadas las esperanzas de su gremio.
Hoy lo veo mal. Ya no existe la garra que tenía usted antes. Tal vez esté equivocado con lo que veo en usted, pero en lo que no estoy equivocado es en que los artículos transitorios  de los que usted y su grupúsculo de diputados desconocen, o más bien lo saben muy bien,  es que  son, en principio, temporales, y sólo sirven para regular los procesos de cambio en el sistema jurídico.
Esos artículos pierden su eficacia una vez que han cumplido su cometido. Por ello es que no pueden establecer prescripciones genéricas con carácter vinculante a los particulares, es decir, no tienen ninguna  validez frente a la Ley General de Educación de su presidente Enrique Peña Nieto, y digo su presidente porque no es el mío.
Señor Diputado,  no nos engañemos. Usted sabe muy bien que esta Ley es categórica e inflexible y no puede estar sujeta  a voluntades de algún ejecutivo estatal que quiera congraciarse con usted por puro interés electoral. De todos modos le recuerdo que ya no tiene el control del redil, y no porque yo lo diga, tan solo pregúntele a sus líderes regionales cómo les fue con los maestros en sus zonas.
Por cierto, y  si la memoria no me traiciona,  me parece  que usted se  ufanaba  de ser un humilde maestro normalista y lo gritaba  a los cuatro vientos. Sin embargo, dejó a la intemperie y en la orfandad a miles de generaciones de  maestros nuevos, a lo largo de todo el Estado. ¿Acaso no pensó en ellos?
Sólo  espero que cuando esté usted a solas en su hamaca y tomándose una copa de etiqueta azul, reconozca muy en el fondo que pudo usted pasar a la historia como un verdadero líder  y no como un advenedizo del  sistema educativo. Es una lástima que no haya comprendido que los  tiempos de su partida  ya habían llegado.
Qué mal asunto que, teniendo usted la oportunidad de quitarse el estigma de cacique, la haya dejado pasar. Sólo le pido que cuando se esté arreglando la corbata para ir a su flamante oficina en el Congreso, y se vea en el espejo, le  recuerde al tipo que tiene enfrente,  que pudo su dichoso “equipo político” le nublaran la razón. 
Usted más que nadie sabe que formará parte de la estirpe de gigantes que por su soberbia olvidaron que tenían los pies de barro.
Para terminar, señor Juan Nicolás Callejas Arroyo, quiero decirle que habremos  muchos maestros que no nos quedaremos con los brazos cruzados. Seguiremos luchando por una verdadera democratización del sindicato que usted convirtió en su caja chica.
Reciba un saludo de un profesor que es feliz con su humilde trabajo y que no le teme a evaluaciones. Pero sí le teme a la mezquindad humana que genera injusticias laborales.haber trascendido en la Historia como un guerrero invencible, si tan sólo hubiera puesto un poco de voluntad y no hubiera permitido que las lisonjas de 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Estos son verdaderos principios!!!!

luis hernández montalvo dijo...

Dave King Los líderes del oficialismo sindical del SNTE, no guían su actuar por principios éticos, sino por intereses muy concretos y su poder viene de quienes lo administran desde el gobierno y desde los partidos políticos. ¿Poder advertir el tono de la escritura del maestro Luis Ortiz Ramírez? Están motivadas por la moralidad y por principio éticos muy bien sustentados.