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viernes, 25 de abril de 2014

Al final del camino, mi agradecimiento Luis Hernández Montalvo

Al final del camino, mi agradecimiento

Luis Hernández Montalvo


En septiembre de 2015 estaría cumpliendo 40 años de servicio profesional docente. He iniciado un proceso de jubilación que por lo que veo; se tornará complicado, pero que debo concluir para cerrar un ciclo de vida profesional.

En mi peregrinar por la vida tres fueron mis compañeros inseparables: mis libros, mis discos de acetato de los cuales algunos han sobrevivido al paso del tiempo y las distintas mudanzas como el de Patxi Andión, los de música clásica o los discos de cantos chilenos y los de danzas y coros rusos adquiridos en los festivales del periódico comunista “Oposición” en la ciudad de México. El otro amigo fue un proyector de filminas que me prestaban regularmente y por periodos prolongados en la Dirección de Educación Primaria Federal en el estado de Puebla.

En los últimos días del mes de octubre de 1975; después de caminar más de ocho horas por el monte; entre caminos y veredas desconocidas mi compañero Felipe Arellano y el que escribe esto; llegamos a la población de Tlaltepexi, del municipio de Tulcingo de Valle Puebla.

Eran cerca de las dos de la mañana, nos quitamos los zapatos para atravesar el rio, nos sentamos en las piedras y descansamos un poco en la quietud de la madrugada, entre el murmullo del agua que corría en forma abundante, el olor de los azahares de los naranjos de “los riegos” el canto de los grillos y el revoloteo de las aves nocturnas.

Las luces del pueblo aún se veían lejos; decidimos continuar el camino y después de algunos metros,  encontramos la casa de Juanito Valle que nos confundió con ladrones; decidimos sentarnos en los escalones de la presidencia auxiliar municipal. Salió el hijo y la esposa de don Juan con escopeta en mano persiguiendo a los ladrones que habían querido asaltar al señor de la casa. Explicamos que nosotros; los nuevos profesores habíamos tocado el domicilio. Sin conocernos, nos dieron alojamiento y por cama un petate en el suelo y por cena, un elote asado.

¿Cómo no agradecer este gesto de personas tan humildes? De ahí, se suman los nombres de otras personas como los de doña Cleofas, el de Macrina Sierra o personas anónimas como el de “la comadrita”, una anciana que vivía sola, muy sola, sin familia en este mundo y que se sentía honrada con nuestra amistad; que nos preparaba los alimentos en el jacal de doña Macrina.

¿Cómo olvidar a don Adulfo y su familia? ¿A  mi compadre Ángel  Susano? ¿Cuántas personas humildes me abrieron sus chozas en Tlaltepexi?

¿Y mis compañeros de trabajo? Aprendimos a caminar por estas tierras sin miedo, por la noche, en la madrugada, en el día; acompañados o solos.

En el camino nos encontrábamos con hombres armados, a la altura de Cacalutla Guerrero; siempre fuimos respetados en nuestro camino y en la intrepidez de nuestra juventud, recorrimos a pie la rivera del rio Tecoloyan, afluente del rio Tlapaneco y que tiene su origen en la población de Xixingo, Puebla. En nuestro recorrido, llegamos a la población de Xochihuehuetlán, Guerrero.

Antes, en nuestra corta estancia en Tulcingo Puebla, fuimos acogidos por la familia de Bernabé, su papá Chucho Rojas y sus tías; “la Gûera” que nos recibía en su fonda; pero también el hospedaje y los alimentos del profesor Aureliano; la confianza de las personas que nos fiaron la comida hasta el mes de noviembre en que recibimos nuestro primer sueldo.

Recuerdo a Leobardo Silva Vidals; secretario general de la sección XXIII del SNTE que respetaba nuestro trabajo y no dejaba de expresar su reconocimiento.

En este camino y ya en Puebla, en 1979, el director de La Opinión de la Mañana, nos abrió las páginas de su diario para escribir en el primer intento de un suplemento para los maestros: “Educación y Cultura”; posteriormente, don Gabriel Sánchez Andraca nos propuso, en octubre de 1983 la creación del primer suplemento del Diario Cambio. Así surgió “Cambio Educativo” que tuvo una vida de más de siete años; más adelante, en 1987, don Baraquiel Alatriste nos invitó a escribir en la “Revista Momento” y así surgió “Aula de Papel” de manera simultánea, don Mauro González Rivera nos abrió las puertas de La Voz de Puebla.

En esta aventura con la prensa escrita; una gran ayuda fue el trabajo secretarial de la señorita Manuela, secretaria del Partido Socialista Unificado de México, quien me ayudaba a escribir mis colaboraciones semanales.

La combinación del trabajo docente en la escuela primaria y el ejercicio del periodismo fueron los dos componentes éticos que le dieron sentido a mi vida; primero de profesor rural y posteriormente de buen ciudadano, según creo yo.

En la década de los noventa una nueva invitación a escribir me hace el periodista Rodolfo Ruiz Rodríguez, en esa ocasión, para el diario El Universal de Puebla con un nuevo suplemento educativo y de manera esporádica escribí en Síntesis e incluso, en el “Z de Tijuana” o en “Quehacer de Maestra”, la revista del SNTE en los noventa o en la edición del Boletín “Nuevo Sindicalismo”, entre 1989-1995.

Ya han transcurrido cuatro décadas de trabajo; sigo en el ejercicio de la docencia sin haber recibido un solo reconocimiento. Me extraviaron mi expediente cuando solicité mi estímulo económico por treinta años de servicio y ahora, que me acercaba al estímulo de los 40 años, debo jubilarme ante las circunstancias laborales imperantes.

Don Rodolfo Ruiz Rodríguez sigue siendo generoso al publicar mis notas en e-consulta y debo agradecer a los compañeros maestros del estado de Veracruz por incluirme en el Suplemento Insurgencia Magisterial ya no somos los mismos de La Jornada Veracruz.

Estoy en la recuperación de mis diez cuentas del SAR, si logro cobrar este dinero, construiré un salón en la segunda planta de mi casa y desde ahí, impartiré cursos de alfabetización de manera gratuita, desde ahí convocaré a mis amigos a impartir cursos y a fomentar la lectura y la escritura con niños y jóvenes, pero también con adultos. Maestro seguiré siendo hasta el último aliento de mi vida.

A mis amigos de Noticias de Tampico, y a los que publican mis notas en sus Blogs, mi agradecimiento por tan alta distinción ¿Qué importa que no lleguen los reconocimientos de la SEP?

He vivido plenamente mi profesión de profesor de escuela, conservo el recuerdo de mis amigos, compañeros, estudiantes, sus familias, el afecto, sus palabras de aliento, su solidaridad. ¿Y mis compañeros del principio del tiempo? Por lo que se, alguno de mis libros que me acompañaron en mis primeras andanzas, están en los libreros de algunas personas que no se consideran mis amigos, pero los guardan como trofeo o como fetiches.

¿Dónde quedaron mis libros? ¿Dónde quedó “Reportaje al pie de la horca” de Julius  Fusik? ¿Y mis libros de Celestín Freinet? ¿Y los de Máximo Gorki?...


En la sierra norte de Puebla, -ese es otro capítulo de mi vida profesional-, agradezco a mis ex alumnos maestros del medio indígena, sus rituales, su apoyo y colaboración; a los jóvenes becarios que estudiaron la carrera de educadores, varios de ellos ahora son directores o supervisores; a mis compañeros de la Universidad Pedagógica Nacional en Puebla y Huauchinango.

A mis compañeros y amigos que por las mañanas frías me ofrecen una taza de café en el BINE y a tantas personas que me han brindado su amistad cuando no tenía nada material que ofrecerles a cambio; a todos, mi agradecimiento eterno, mi recuerdo y mi afecto, sobre todo, para quienes se adelantaron en el camino de la vida. (25-04-2014
hernandez_luis21@yahoo.com.mx
https://www.facebook.com/luis.hernandez.710?ref=tn_tnmn

1 comentario:

Amadeus dijo...

Tienes el reconocimiento de muchos de nosotros: tus compañeros que conocemos y respaldamos tus obras y tus escritos. Inicia ahora una nueva etapa en tu fecunda vida.¡Un abrazo afectuoso!