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lunes, 10 de diciembre de 2012

La hora de la educación Jorge Medina Viedas

La hora de la educación

Jorge Medina Viedas

 

En México existe un sistema educativo integrado por casi 35 millones de alumnos, 1.5 millones de maestros y tal vez 250 mil escuelas, para todo lo cual, en 2012, el gobierno tuvo que destinar 531 mil millones de pesos.
En este vasto conglomerado, se dice que un afamado líder seccional de los profesores, presume que tiene un caballo pura sangre que está en la nómina y al que llama El Intendente. Cierta o no la leyenda popular, en este caso tropical, lo cierto es que en el reino poderoso y surrealista de la educación básica y de algunos subsistemas del bachillerato, los profesores heredan sus plazas o las traspasan a sus parientes de cualquier nivel de consanguinidad.
Hay contratos colectivos en algunas entidades donde el gremio ha obtenido que esta cláusula del parentesco se abra a situaciones que lo dispensan, y basta un mero entendimiento entre las partes, donde el delegado sindical negocia con la autoridad ¡impuesta por el sindicato!, y puede suceder que quien hereda la plaza sea el hijo del guarura del líder, más por esa condición que por sus conocimientos pedagógicos.
Es común que sepamos que las suspensiones de labores en las aulas son provocadas por grupos de la CNTE, miembros formales de la SNTE pero enemigos de la líder de esta organización, Elba Esther Gordillo. Pero poco se sabe de las negociaciones hostiles a que son obligados funcionarios, gobernadores y autoridades educativas federales y estatales con los líderes de las secciones del SNTE. Los “pacíficos” y aparentemente oficialistas miembros del sindicato no lo son tanto cuando se trata de que se hagan las evaluaciones de sus afiliados; movidos por sus dirigentes, los mentores son capaces de recibir con piedras y palos a los directivos de las escuelas para impedir que se apliquen criterios académicos para las homologaciones, por ejemplo, y al final, en estas intenciones de elevar las condiciones académicas de la escuela, son las posturas sindicales las que se imponen.
En 1992, en La catástrofe silenciosa, Gilberto Guevara Niebla, advertía ya de este proceso involutivo de la educación en México y del nivel alarmantemente bajo del aprendizaje de los alumnos. Veinte años después, Guevara Niebla, director de la revista Educación 2001, señala que en la actualidad, el encerramiento del sistema educativo ha propiciado “atropellos a los derechos de los alumnos, atropellos a los derechos de los maestros, uso de recursos de protesta violentos, venta de plazas, componendas gremiales, desviación de los recursos hacia otros fines, evaluaciones arregladas”, entre otras deformaciones que revelan la opacidad que caracteriza al sistema educativo nacional. (Gilberto Guevara Niebla, coordinador, México 2012: la reforma educativa, Cal y Arena).
Solo un sistema como éste es capaz tolerar tres negociaciones salariales en el año: las que realiza el SNTE con las autoridades federales, las que entablan las secciones del SNTE con los gobiernos locales y las que establece desde hace casi dos décadas, a punta de tomas de calles y violencia, la CNTE con el gobierno federal.
No fue extraño, por ello, que cuando el presidente anunció la reforma educativa a nivel constitucional, las expresiones de aprobación se desgranaron. Y han seguido desde ese día con el Pacto y con los nombramientos en la SEP. Al de Emilio Chuayffet como secretario, se sumó el nombramiento de Alba Martínez Olive como subsecretaria de Educación Básica, una normalista respetada, con experiencia en formación de docentes, consultora educativa independiente y, sobre todo, una convencida de que el pacto corporativo del SNTE con el gobierno es la causa del rezago de la educación en México.
Aun cuando el nombramiento de Enrique del Val, factótum en la UNAM desde hace más de una década, en lo que será la Subsecretaría de Planeación despierta suspicacias dadas sus fluidas (llamadas así para evitar más de estas suspicacias) relaciones con la profesora (que tampoco quieren decir nada dadas las características del cargo), sumados estos elementos se puede inferir que la reforma educativa tiene como propósito desmontar ese pacto y de paso desarbolar la estructura política de la maestra Gordillo.
Es un cometido válido socialmente, no hay duda. No obstante, se debe tomar conciencia de que el SNTE —y la CNTE—, representando un problema grave y al que se debe enfrentar con toda la fuerza del Estado, no es el único que padece la educación.
Guevara, como muchos expertos, sostiene que la crisis escolar no solo hay que buscarla en la impreparación de los maestros. Influyen el contexto social y especialmente la forma en que están distribuidas la riqueza y la ignorancia.
Sería un grave error que esto se olvidara o se colocara en un lugar secundario. Hay otra manera de decirlo: por importante que sea poner punto final a esta relación perversa del SNTE (y la CNTE) con el gobierno, no se puede descuidar la lucha contra quienes pretenden acabar con el laicismo educativo y proclaman la privatización de la educación a todos los niveles.
Y nada debe impedir que las autoridades educativas, ahora en su disposición de retomar la rectoría del Estado en la educación, combatan con efectividad los efectos nocivos del mercado e impulsen los valores de la justicia, la solidaridad y la tolerancia en las escuelas de México.

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