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domingo, 21 de octubre de 2012

Es letra muerta la renovación que fijó el Concilio Vaticano II

La Iglesia católica perdió el camino del Evangelio: teólogos
Es letra muerta la renovación que fijó el Concilio Vaticano II
Se cumplen 50 años del cónclave convocado por Juan XXIII
Foto
Un par de monjas miran los tapices con las imagenes de Kateri Tekakwitha, María Carmela Sallés, Pedro Calungsod, Jaime Berthieu, Giovanni Battista Piamarta, Maria Anna Cope, y Anna Shaeffer que cuelgan en la parte frontal de la Basílica de San Pedro. Este domingo el papa Benedicto XVI los proclamará santosFoto Ap
Carolina Gómez Mena
Periódico La Jornada
Domingo 21 de octubre de 2012, p. 37
A 50 años del comienzo del Concilio Vaticano II, expertos en asuntos religiosos, teólogos y organizaciones civiles críticas a la jerarquía católica conservadora, consideraron que mucho de lo acordado en ese encuentro, al que convocó el entonces papa Juan XXIII, y en el que la Iglesia pretendía abrirse al mundo, quedó en letra muerta, porque aunque en los primeros años luego del cónclave hubo avidez por hacer realidad diversos principios, al cabo de los años se fue dando marcha atrás.
En contraparte, para la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) los postulados del Concilio Vaticano II se han ido concretando poco a poco a lo largo de estas cinco décadas. Lo anterior fue asegurado por el secretario general de la CEM, Víctor René Rodríguez Gómez, quien aseguró a La Jornada que esto es un cambio en proceso permanente, constante, pero lento y, por tanto, descartó que se requiera celebrar un nuevo concilio.
Aparte, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, precisó a este diario que lejos de un nuevo concilio lo que se requiere es aplicar a cabalidad lo expresado en dicho cónclave.
No ha faltado gente que diga que es necesario un Concilio Vaticano III; sin embargo, consideró que ni la mitad de lo que el Concilio Vaticano II nos dijo se ha puesto en práctica. Hay muchísimas cosas de las cuales quizá no hemos comprendido su alcance. Citó entre éstas la fraternidad universal, la iglesia en el mundo y para el mundo, el lugar de los laicos en la iglesia, el lugar de la mujer, de los jóvenes, la concepción de qué es iglesia, que no es solamente jerarquía, sino que es fundamentalmente una comunidad de fe, de vida y sobre todo de servicio a los demás.
Jaime Laines, teólogo del Centro Antonio de Montesinos y colaborador del Observatorio Eclesial indicó que quienes hemos trabajado en la teología de la liberación somos muy críticos en el sentido de que las grandes directrices de renovación teológica, eclesial y pastoral que abrió el concilio se fueron cerrando, con excepción de los primeros años. Ahora no hay continuidad.
Expuso que Juan XXIII quería abrir al mundo secular las ventanas de una Iglesia encerrada en sí misma y envejecida y buscaba que ésta más que madre y maestra fuera humilde compañera de camino y servidora de la humanidad. No obstante, indicó que el balance es que en lugar de darse pasos en esa dirección la Iglesia perdió el camino del Evangelio y se extravió en el camino del poder y la corrupción.
Bernardo Barranco recordó que el referido pontífice inauguró la primera sesión del Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962, y que es considerado el primer cónclave moderno y universal, pues convocó a obispos de todo el mundo y agregó que la intención era poner al día a la Iglesia frente al mundo y a sus circunstancias y ante el avance de la tecnoloía y de la ciencia, y en medio de un clima de grandes transformaciones, con el inicio de movimientos de defensa de derechos humanos.
Coincidió en que durante los primeros años luego del concilio se intentó seguir los postulados, pero ya a principios de los años 70 comenzaron a darse pasos atrás; Paulo VI empezó a mostrar dudas sobre el resultado de la apertura y definitivamente con Juan Pablo II se da marcha atrás y se pone fin a toda innovación.
En opinión de Barranco la Iglesia no quiso arriesgar ni experimentar, sintió temor de ser arrollada por la cultura moderna, pero consideró que pese a este rechazo a lo secular, a lo moderno y a lo mundano, no hubo como detener que los peores antivalores de lo mundano entrarán por sus sótanos y se instalaran en ella.
Apuntó que como resultado del abandono de las reformas salidas del concilio se ha convertido en una estructura vertical, autoritaria, anciana, prácticamente una pieza de museo, machista y que pierde fieles; habría que organizar un Concilio Vaticano III para aplicar el segundo.
Consuelo Mejía, directora de Católicas por el Derecho a Decidir consideró que al olvidar muchos de los plateamientos del concilio la Iglesia católica institucional perdió una oportunidad de oro para ser otra, pues las conclusiones fueron riquísimas en cuanto, por ejemplo, reconocer la libertad de conciencia, que la teología no lo resuelve todo, que la creencia también tiene un papel importante y en el reconocimiento a otros credos.
Insistió en que la Iglesia debe actualizarse, ser más sensible al sentir de los fieles y al correr de los tiempos, así como cambiar su concepto de la anticoncepción, eliminar el celibato obligatorio, reconocer los derechos de lesbianas y homosexuales y aceptar que las mujeres tienen la misma dignidad que los hombres.
Para Laines, quien remarcó que la teología de la liberación es una lectura desde Latinoamérica y de su realidad, de lo ocurrido en el Concilio Vaticano II, más que un nuevo encuentro, se requiere un macroconcilio ecuménico; es decir, no sólo de iglesias cristianas, sino con diversas propuestas religiosas y de otras búsquedas de organización y vida.
 

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