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martes, 22 de noviembre de 2011

Manuel Espinosa Sainos y la Biblioteca Palafoxiana Miguel Anguel Rodríguez


La voz cadenciosa y educada del poeta totonaco Manuel Espinosa Sainos llegó para alterar la paz de los sepulcros, con su cabeza de gran papagayo cantó el coloquio sensual de los ausentes. Moderno Propercio, jura y perjura que los muertos hablan de amor. Y la Bibiloteca Palafoxiana se convirtió en la casa de la primavera.

Santo Tomás y la virgen de Trapani se miraban y sonreían inquietos de escuchar el gorjeo de una lengua que canta al dios del trueno y busca sobre la tierra el cordón umbllical, el nudo del principio.

Manuel exprimía el cántaro rebosante para ofrecernos ombligos frutas y labios ríos. Cuevas, cerros, lluvias, cascadas, árboles y milpas calmaron la sed del mediodía: las voces totonacas se embriagaron, danzaron y copularon con el vientre sabio de los nueve libros incunables de la Biblioteca Palafoxiana.

San Agustín no pudo evitar que le llegara un recuerdo lúbrico de su concupiscente juventud. Y le pareció extraño que un poeta totonaco le dijera que la vida del ser humano y la naturaleza del cosmos se funde con la doble llama originaria: amor y erotismo. El santo varón volvió a experimentar por momentos la embriaguez sensible y el vértigo dionisiaco lo puso a las puertas de la tentación, en las fronteras del dulce pecado.

Pero, ya se sabe, el poeta es un extraviado, no es consciente de lo que hace ni de lo que dice. Por su boca no habla él, hablan los demonios -pensó san Agustín recordando a su querido Platón. Y escuchó la plegaria herética del totonankú, que ama un Dios que enseña el rostro y no se esconde detrás de ningún misterio. Y las profundas alabanzas a Taskgoyot y a Akiwikgoló, dios del fuego y dios del monte.

Y se acomodó el pensamiento para seguir escuchando. Se sintió reconfortado de las maneras naturales y sencillas de las gentes que hoy estaban en casa. En muchos años sólo boato, cursilería, solemnidad y demagogia de la clase política que usa la biblioteca con el único fin de presumir lo que no comprende. Es un milagro auténtico que los muertos que ahí viven en diálogo permanente no se hayan suicidado de tedio, confusión y tristeza.

Pero hoy hubo mitoti en la Biblioteca Palafoxiana (1773) y las imágenes de los retablos se desperezaron, abandonaron el sagrado reposo para ver mejor la palabra, el canto erótico de los totonacas. Y vivieron el goce arrebatado de los sentidos. Los más de 42 mil volúmenes que guarda la estantería, trabajada sobre maderas como el ayacahuite, el polocote y el cedro, despertaron con la suave liviandad de las lenguas originarias. Y hasta el latín, griego, caldeo, árabe, hebreo, inglés, alemán y portugués los observé desde abajo guardando respetuoso silencio.

Homero y Cervantes, aventureros osados, pagano y cristiano, respectivamente, se contagiaron de la fresca lectura y consumieron en comunión las flores embriagadoras de la Sierra Morena. Brotó la vida en la sangre y libaron con el sumo de clavel generosamente vertido, hasta el borde de las copas, por la voz y la palabra de Manuel Espinosa Sainos.

¡Salud!
educacioncontracorriente.

1 comentario:

Ofelia dijo...

Que hermosa reseña MIguel, me gusto mucho, muestra conocimiento y cariño por la poesia de nuestro amigo. A mi me pasa con su poesia algo parecido a San Agustin¡¡¡ ja ja ja.
UN abrazo de corazon.