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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Chiapas, la fuerza pública contra los profesores Anónimo


El ruido de las patrullas y la sirena de la ambulancia parecían taladrar el oído, ingresaron al hospital con una velocidad que lleva el diablo, era como de película, como esas persecuciones en los filmes de Hollywood donde cientos de patrullas persiguen a los delincuentes o terroristas. La ambulancia ingresó al hospital y de manera estratégica los federales rodearon el lugar preparando las armas con dirección a la calle, era como si la mafia los persiguiera y por lo tanto habría que abrir fuego de inmediato. La gente observaba y se acercaba a curiosear aunque los federales apuntaran con sus armas a todo aquel que se acercaba a menos de diez metros.
- “Creo que es el Chapo, que bueno que ya lo agarraron a ese desgraciado”. Dijo una señora.
Un periodista –de esos compañeros que suben de inmediato la información a la red de los que son independientes y no los contrala el gobierno– quiso ingresar al hospital, pero de inmediato fue detenido por la valla inhumana de federales…
- “No se permiten periodistas”. Dijo una voz fuerte y firme. Portaba un arma larga de esas que se utilizan para las guerras, traía sus lentes oscuros y un pasamontañas negro que le cubría completamente el rostro.
- “¿Por qué no se permite señor?, es nuestra obligación informar a la sociedad”. Insistió el periodista.
Aquel federal no volvió a emitir palabra alguna. El silencio de los federales se volvió como un tempano de hielo impenetrable, un silencio que violenta todo derecho humano. Los federales eran hombres cosa, hombres disciplina, hombres obedientes, hombres acatando la máxima de un gobierno: “Aplicar el mandato del estado. Aplicar la fuerza pública”. 
El periodista se alejó un poco en total desconcierto, inmovilizado, impotente ante tanto hermetismo. Lo mire desconcertada también, no quise hacer preguntas, de inmediato me dirigí a la entrada del lugar para ingresar con mis labores.

- “No puede pasar”, “identifíquese”. Dijo el mismo federal que había negado el acceso al periodista.
- “¿Cómo quiere que me identifique si adentro están mis cosas?” Salí por cosas. ¡Acaso no ve mi uniforme! Insistí. Soy enfermera del lugar y necesito ingresar…

El hombre sin rostro, sin identidad, observó como queriendo buscar la autorización de alguien, pero al no tener respuesta, ni miradas de afirmación de sus compañeros se hizo a un lado para permitirme el ingreso.
Llegué al pabellón de emergencias, había mucho movimiento, jóvenes sangrando, golpeados, jóvenes, hombres y mujeres con la cabeza rota, con la cara hinchada, golpeadas, maltratadas, estaban arrinconadas, sentados en el piso, muchos de ellos desangrándose sin que nadie pudiera hacer nada. Nunca había visto tantas personas juntas bañadas en sangre, estaba en pánico, era como si en México se hubiera presentado un atentado, era como si alguien hubiera puesto una bomba en un lugar comercial y la gente saliera herida y por eso los estaban ingresando al hospital de esa forma.
Un joven, considero de unos 23 años, de tez morena, cabello corto, estaba en el piso, se desangraba, estaba en silencio, sus ojos estaban brillosos, como si las lagrimas estuvieran retenidas por el coraje, miraba fijamente a sus compañeros y apretaba fuertemente un pañuelo manchado de sangre…

- ¡Fue el maldito gobierno!. Exclamo con fuerza.
Las enfermeras nos mirábamos desconcertadas, el único médico del turno que estaba con nosotras bajó la mirada como avergonzado por la situación movió la cabeza diciendo en voz baja: -“Hasta donde ha llegado esta situación”.
- ¡Malitos asesinos! ¡Malditos! ¡Asesinos! ¡Gobierno de Mierda! Siguió exclamando el joven.
Un federal que estaba en la puerta se acercó para callarlo dándole una patada en el costado, el joven se revolcó y fue entonces que sus lagrimas escaparon por la impotencia, por la rabia, por el coraje…
Yo no sé que hicieron, tampoco sabía de donde los había traído profe, ahora sé que eran los maestros que estaban tapando la carretera, no sé adonde los llevaron, sólo permitieron que les medio limpiáramos la sangre y de inmediato se los llevaron. Sólo escuché que dijeron: -“Ya está listo el helicóptero”.
Se los llevaron sin atenderlos adecuadamente, se los llevaron como delincuentes, se los llevaron de una manera vil y cobarde, se los llevaron arrastrando, ni siquiera al que estaba tan mal le permitieron una camilla. 
¿Qué significa eso profe?, ¿En que país vivimos? ¿En qué país del mundo se asesina profesores? Eso no lo habíamos vistos, eso profe es algo que no tiene nombre…

Anónimo.

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