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lunes, 5 de marzo de 2012

No educar rinde Juan Villoro

viernes 02 de marzo de 2012. 
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El  3  de  febrero  el  DF  renovó  su  marasmo.  Lo  raro  no  eran  las  calles
paralizadas, sino la causa. El 2 de febrero se habían degustado los tamales del
Día de la Candelaria; ¿el pasmo se debía a una indigestión masiva? El asunto
no era tan racional: los maestros expresaban su derecho a no ser evaluados.

El tema ha cobrado impulso con el documental De panzazo, dirigido por Juan
Carlos  Rulfo  y  conducido  por  Carlos  Loret  de  Mola.  El  diagnóstico  es  tan
escalofriante  como  las  ganancias  de  Televisa  o  Carlos  Slim:  60  de  cada  100
alumnos  no  acaban  la  secundaria,  8  de  cada  10  no  sabe  multiplicar,  México
ocupa el último lugar en educación en los 30 países analizados por la OCDE.

Las malas noticias de unos son la ventaja de otros. De acuerdo con la Auditoría
Superior de la Federación, en 2010 la Presidencia de la República gastó 6 mil
479 millones de pesos en publicidad, casi tres veces el presupuesto aprobado
por el Congreso. El dispendio no sería posible sin rezagos como éste: cerca de
50 mil escuelas no tienen agua.

La  crisis  de  la  educación  crea  negocios  paralelos:  México  es  líder  mundial  en
consumo  de  comida  chatarra  y  niños  expuestos  a  anuncios  televisivos.
También la ilegalidad se beneficia: siete millones de "ninis" integran la reserva
del crimen organizado.

El  problema  perdura  porque  para  algunos  no  es  ningún  problema:  los
reprobados  son  dados  de  alta  como  televidentes,  sicarios,  subempleados  o
consumidores de botanas con fenilalanina.

El  momento  más  álgido  de  De  Panzazo  es  la  entrevista  que  Loret  de  Mola
sostiene  con  Elba  Esther  Gordillo.  La  líder  eterna  del  SNTE  promete  que  sus
colegas  se  dejarán  evaluar.  Con  elocuente  presencia  de  ánimo,  el  periodista
dice  que  no  le  cree.  "¿Sabe  por  qué  no  me  cree?",  pregunta  la  Maestra:
"Porque no me tiene confianza". Fin del diálogo.

Elba  Esther  no  necesita  credibilidad.  Su  poder  dimana  de  otros  arreglos.  Fue
un  factor  decisivo  para  que  Calderón  llegara  a  la  Presidencia  y  ha  sabido
cobrar su apoyo. El rezago educativo no es para ella un motivo de alarma, sino
un prerrequisito para el tráfico de influencias.

Hay formas obvias de mejorar la educación. Menciono dos tan evidentes como
incómodas: depurar al SNTE y eliminar el pase automático en la UNAM. Esas
mejoras  traerían  movilizaciones  desgastantes.  ¿Quién  se  atreve  a  asumir  los
costos  políticos?  Pero  hay  algo  más  de  fondo:  la  miseria  de  la  educación  es
rentable.  Los  medios,  los  sindicatos,  los  partidos  políticos  y  la  economía  que
tenemos le deben mucho a la ignorancia. Cuando los alumnos aprueben en el
aula, desaprobarán a la sociedad.

El  páramo  educativo  también  favorece  la  industria  de  las  soluciones.  Juan
Sebastián Gatti, escritor y maestro de larga trayectoria, ha llamado la atención
sobre un programa que prospera en Puebla con apoyo de la SEP. Gatti no es
un  alarmista;  conocedor  de  Freinet  y  Piaget,  atempera  sus  reacciones en
temas de pedagogía. Por eso hay que hacerle caso. Si el maestro Gatti alza la
ceja, el asunto es serio.

En  un  artículo  divulgado  en  internet,  narra  una  reunión  de  la  Corde  del  26  de
enero  en  que  se  dio  conocer  el  método  Educación  por  la  Experiencia,
propuesto  por  el  empresario  poblano  Armando  Prida.  La  idea  básica  es  la
transmisión  de  valores,  algo  necesario.  Lo  preocupante  es  la  pobreza  de  las
propuestas.  Quien  desee  conocerlas  puede  ingresar  a  la  página
www.educacionporlaexperiencia.mx.

Prida  menciona  vínculos  con  instituciones  tan  apreciables  como  la  BUAP,  la
Iberoamericana  y  el  Tec  de  Puebla.  Es  impensable  que  expertos  de  esas
universidades  hayan  elaborado  el  programa  "Lo  bueno  de  ser  buenos".  El
"método" se basa en cuatro verbos. El primero es "dialogar". Extrañamente, el
segundo es "escuchar" (uno pensaría que para dialogar hay que oír). El tercero
es  "resolver".  Al  respecto  dice  Gatti:  "Observar  un  fenómeno  para  luego
analizarlo  y  sacar  conclusiones  generalizables  es  una  operación  elemental  de
la  inteligencia".  Como  todo  parecía  obvio,  el  cuarto  verbo  es  esotérico:
"trascender" (el "método" no aclara cómo acceder a esa condición inmortal).

"Como maestro en servicio", dice Gatti, "estoy acostumbrado a que las nuevas
propuestas  educativas  me  obliguen  a  leer  cientos  de  páginas,  sin  contar  con
las  fuentes  en  que  están  basadas.  La  más  reciente  reforma  curricular,  sin  ir
más lejos, representó la lectura de más de 600 páginas". Luego de analizar los
seis libros de texto de Prida, comenta que el "método" no toma en cuenta que
algunos  alumnos  pueden  fallar  ni  les  da  herramientas  para  recuperarse.  En
estas  condiciones,  la  "transmisión  de  valores"  equivale  a  una  promesa
inquebrantable  de  portarse  bien,  similar  a  la  jura  de  la  bandera,  con  la
diferencia  de  que  a  la  escuela  se  va  más  seguido  que  a  la  guerra,  y  si  el
alumno  queda  mal  ante  los  demás,  hay  consecuencias  discriminatorias  no
previstas.

En suma: el negocio de la pésima educación trae el negocio de las presuntas
soluciones.

El  mejor  retrato  de  la  educación  en  México  es  cualquier  anuncio  de  comida
chatarra,  donde  el  mensaje  pedagógico  "come  frutas  y  verduras"  es  un
redituable pretexto para vender toxinas. 
 

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