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lunes, 12 de septiembre de 2011

La violencia marca el regreso a las aulas Luis Hernández Montalvo

El calor de verano y los primeros vientos del norte levantan un polvo denso y arenoso que se pega en el frágil y sudoroso cuerpo de las maestras que se encaminan a las escuelas enclavadas en las depauperadas colonias Renacimiento y Zapata en el populoso puerto de Acapulco Guerrero.
Los niños desnutridos juegan en la calle sin pavimentar por donde corren los arroyuelos de aguas negras que hacen evidente la falta de servicios públicos. Los profesores que se encaminan a sus escuelas voltean a los lados de los caminos por donde crece la maleza y un miedo los acompaña durante los días en que deben reanudar sus labores docentes.
En sus escuelas los profesores comentan el nivel de violencia del que son testigos casi de manera cotidiana en el entorno escolar donde trabajan, las constantes balaceras, y los cadáveres a en las calles son un ingrediente que crispa los nervios a cualquiera, los secuestros y la extorsión están a la orden del día y los maestros de escuela no se libran, quienes son amenazados con levantones a cualquier hora del día, sin que hasta la fecha hayan intervenido las autoridades encargadas de garantizar la seguridad de los ciudadanos comunes.
Apenas han podido reunirse en sus escuelas y en los cursos de actualización para impulsar los cambios de la reforma a la Educación Básica y en el intercambio de testimonios y ante el desinterés de sus líderes y de la administración burocrática de la Secretaría de Educación en Guerrero, deciden organizarse los trabajadores de 170 planteles educativos para iniciar un paro de actividades que llame la atención de la opinión pública.
Y mientras en otro lugar de la República los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública le apuestan a que su jefe valla a la pelea por la candidatura del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República, mientras la Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, trata de acomodarse en el rejuego político que garantice la prevalencia de sus intereses, en medio de un panorama incierto y amenazante, en donde se reproducen las frases retóricas por la calidad de la educación, en medio de un escenario de traiciones y reacomodos entre los partidos políticos y entre los miembros de la clase política.
Mientras los discursos ponen el acento en las reformas para la seguridad pública, los maestros de las colonias pobres de Acapulco, deciden iniciar un paro de actividades, marcando el verdadero clima con el que se inicia el ciclo escolar 2011-2012, mientras que líderes y funcionarios, en medio del estupor, guardan silencio.
Hasta ahora, la opinión pública no le ha dado la importancia debida, pero este fenómeno se puede generalizar en varias regiones del país, donde los profesores son víctimas de la violencia. Hasta bien entrado el siglo XX, las figuras de los sacerdotes y los maestros eran ampliamente reconocidos y respetados, con intervalos sangrientos, como los que se registran durante la Guerra Cristera en los años veinte y durante el periodo de la Educación Socialista, con un saldo de muertos, maestros mutilados y educadores mártires por una causa justa.
Los maestros han dejado sus aulas por la inseguridad. Más de 3 mil trabajadores de la educación no creen en las promesas de garantizar la seguridad por parte del Ayuntamiento del puerto de Acapulco y por lo menos 50 mil estudiantes dejaron de recibir clases normales.
Las escuelas públicas de las colonias pobres del puerto están abandonadas por sus maestros, el deterioro de sus edificios acentúa las tensiones, el miedo, la desconfianza y piensan que pueden ser infiltrados por los delincuentes que provocan constantes balaceras, hechos criminales, levantones y secuestros.
Las escuelas están olvidadas, primero por las administraciones priistas y ahora por las del PRD. La escuela más pobre es para los niños más pobres. Las aulas sin vidrios y los muros con grafiti dejan gruesas capas de arena en los galerones que funcionan como escuelas.
Estos maestros fueron formados para una sociedad distinta, de paz aparente, de un reconocimiento social que solo se daba en los discursos políticos el día del maestro, pero la escalada de la violencia está llegando a un nivel intolerante, que puede provocar un replanteamiento de las condiciones laborales de los educadores, no solamente de los que trabajan en las zonas suburbanas de Acapulco, sino de todo el país, en donde los maestros son vigilados en sus pasos.
Estos maestros de Acapulco están evidenciando que los líderes del SNTE y los funcionarios de la SEG, no tienen instancias de apoyo y defensoría de los profesores para atender los casos de violencia y el incremento del alcoholismo y drogadicción entre los niños y adolescentes.
Lamentablemente, estamos ante una ruptura de los niveles de convivencia de las escuelas con su entorno que se vuelve cada vez más violento e inseguro para el ejercicio de la docencia.
La impunidad de los líderes y la corrupción en todo el tejido social, están destruyendo nuestras instituciones y la convivencia futura de la sociedad, pero sobre todo, estamos destruyendo los sueños de nuestros niños y jóvenes que no logran visualizar un futuro promisorio.
Los profesores en paro, convocados en forma espontánea por el dolor y el miedo y como reacción de supervivencia ante la injusta situación de inseguridad, no comprenden el uso político de la presencia de su santidad el Dalai Lama, no para atestiguar su palabra en la conversión espiritual de los líderes del SNTE, ni mucho menos para compartir el camino del corpus filosófico del budismo, no sin provocar la reacción airada de los gobernantes chinos.
La señora Elba Esther Gordillo, después de atestiguar la presencia de su Santidad el Dalai Lama, después de provocar reacciones de repudio en amplios sectores del magisterio, tomará su avión personal y volará con rumbo a su casa en San Diego, fuertemente resguardada por seguridad privada con cargo a las cuotas de los maestros cada vez más indefensos, amenazados en casa por los mecanismos de control institucional en los procesos de formación, ingreso, permanencia y actualización profesional, tal vez la maestra decida ir a desayunar a París y luego salir de compras en las galerías de arte o sólo salir a comprar un lote de maletas para viaje, con etiqueta francesa, pero de manufactura China o mexicana.
La maestra tampoco se siente segura en su país, desconfía de su sombra, de la ambición de sus compañeros y no puede confiar, ni en las hijas, ni en sus yernos y tampoco en los nietos, todos aspirantes a sucederla en el poder casi absoluto en el control de los educadores mexicanos.
La incorporación de los maestros a las redes sociales va a provocar un cambio en la cultura de quienes hasta ahora, confiaron sus sueños y esperanza en sus líderes. En el centro comercial de Tepito, de la ciudad de México, las maestras del Centro de Desarrollo Infantil CENDI, convinieron llevar su bata de uniforme para que sean respetadas por las bandas de delincuentes que operan en esos lugares, ojalá en la zona fronteriza de México, la vida y la dignidad de los maestros sea respetada.

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