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sábado, 9 de enero de 2016

¿Diálogo o violencia en la educación pública? Luis Hernández Montalvo

¿Diálogo o violencia en la educación pública?

Luis Hernández Montalvo

“Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía.Un paso tuyo es el levantamiento de los nuevos hombres y su marcha”. “A una razón”, Arthur Rimbaud

Que la incertidumbre del magisterio durante el año que se fue; se traduzca en certezas democráticas para los maestros y para la sociedad; pero también, por un renacer de la Educación Pública.

No queremos para el año 2016 que se inicia la pre-valencia de los gobernantes sátrapas que gobiernan con absoluta impunidad en contra de las libertades civiles y democráticas de los mexicanos. No quiero ver reflejados en mi retina los rostros fieros de soldados y policías golpeando a jubilados; en su mayoría, educadores y educadoras; ancianos enfermos del cercano estado de Veracruz, reclamando un trato digno después de su deber cumplido por su servicio a la Patria.

Quiero ver a los jóvenes profesores de la Escuela Pública recuperar el imaginario de la profesión docente. Los quiero ver recorrer los pasillos de la SEP en Argentina 28, en el centro histórico de la ciudad de México para que vean que en otro tiempo los soldados convivieron pacíficamente en las escuelas y con los maestros; que hubo un tiempo en que el Estado mexicano, fue aliado de los profesores de educación básica. Diego Rivera y “La maestra que enseña a leer”. Sí, fueron otros tiempos y otros los ideales de la clase gobernante.

Otro tiempo fueron los años entre 1925 y 1927 en que se pintaron los murales de Diego Rivera en los muros de los pasillos de la SEP; también, otros fueron los artistas e intelectuales del México de principios del siglo XX. México apenas se recuperaba de sus heridas de cerca de dos décadas de Revolución. Reconstruir los cimientos de la nueva nación requería de obreros, de manos e inteligencia capaces de mover la tierra del campo para cultivar los alimentos de un pueblo con hambre. Aquí está Diego Rivera y un Secretario de Educación, el primer Secretario de Educación Pública, reuniendo a las mejores inteligencias de la Universidad Nacional de México para construir el nuevo edificio de la nación.

En los murales veo la recuperación de los antiguos gustos por los colores encendidos. El rojo en banderas que prometen justicia laboral y campesina. La hoz y el martillo en color amarillo enlazados en listones rojos, niños recibiendo libros gratuitos de manos de los soldados, y los soldados recibiendo el alfabeto de los maestros rurales.

Hoy no me gusta ver a los maestros.

Están desmoralizados. Los veo como ovejas sin pastor, en despoblado. Los veo paralizados por el miedo, por el terror a perder su empleo, y la única posibilidad para sobrevivir con su familia.  

¿A qué podemos aspirar al inicio de un nuevo año?

Yo aspiro a ver a un hombre o mujer al frente de la SEP con capacidad de diálogo; que sin temor ni prejuicio convoque a los educadores para construir compromisos y acuerdos para mejorar la educación pública de los niños y jóvenes de México.

Quiero escuchar de los labios del Secretario de Educación Pública la convocatoria para caminar juntos en la transformación de la escuela en primer lugar. Quiero escuchar la palabra que nos entusiasme a reconstruir la casa común, sin simulaciones, sin inmoralidades, sin líderes corrompidos.

¿Qué tenemos para dar y compartir?

¿El miedo? El miedo es un acto que paraliza; que sepulta cualquier posibilidad de crítica y de desarrollo creativo. Comprendemos que los tiempos que estamos atravesando, sólo podrán ser superados con el trabajo docente de nuevo tipo, con nuevos referentes ético-profesionales y con una actitud constructiva que contemple no solo las actividades docentes frente a los estudiantes; sino también, aquellas actividades relacionadas con la investigación y difusión de una nueva cultura pedagógica para el ejercicio de la docencia tanto en Educación Básica como en Media Superior. “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía”. Si los maestros no somos capaces de esto, entonces, podremos conservar el empleo, en este mundo de simulación, pero no podemos ponernos el galardón de Educadores.

La defensa de la Educación Pública debe empezar por una autocrítica a nuestras prácticas, a nuestro silencio frente a las atrocidades del entramado burocrático que domina los espacios de decisión en la SEP y en cada uno de los Institutos estatales de educación. Los maestros que quiero ver, deben prepararse para dejar la subordinación; para investigar y pedir cuentas a la SEP sobre los millonarios recursos destinados a los programas y ahora, fundamentalmente a los destinados en la capacitación de los profesores que resulten no idóneos de la primer evaluación de permanencia docente y los que se incorporen en el mes de febrero.

Desde luego, los educadores no podemos abandonar nuestra responsabilidad como ciudadanos. Debemos insistir en la exigencia de un trato digno, que la presencia policiaca amenazante, nos ofende y provoca rabia y sed de venganza. Que en un país como México, la liberación de todos los presos políticos es apenas un pálido acto de justicia. Solo el diálogo puede frenar la violencia que adquiere proporciones de muerte y guerra inadmisibles que enlutan los hogares, que deja dolor y frustración.

“Un paso tuyo es el levantamiento de los nuevos hombres y su marcha”. Desde la escuela, uno, dos o tres que compartan esta preocupación, tal vez, suscribiéndose a una asociación civil; tal vez, para formar un grupo de lectura de poesía o de lectura de lo que sea, nuevas formas de fraternidad, cualquier cosa, menos el inmovilismo, menos la desidia y el cinismo (9 de enero de 2016).    


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